Esperá un poquito.
¡Mozo! ¡Un cafecito para mi amigo!
Ya te lo trae. Quería verte para cerrar esta etapa intercambiando un par de ideas especiales que me vinieron a la mente porque ya sabés que fue un año algo raro para mi vida.
A mediados de Enero, sí. Allí fue cuando me internaron, me operaron y, en terapia intensiva y con coma inducido, parece que morí clínicamente durante unos segundos un par de veces.
¿Vos querías saber por donde anduve cuando la morfina y el reliverán me llevaron a pasear? Fue una experiencia maravillosa y todavía difícil de explicar.
Debe ser verdad que en algún momento estuve en el límite entre la vida y la muerte, y quizá pasé unos segundos "del otro lado". Pero también sumé un montón de experiencias buscando en una computadora muy especial ciertos datos que desconocía y que luego, cuando volví a "este lado" pude confirmar que existían realmente.
Pero a vos, como a muchos que me lo preguntaron y preguntan - cuando se animan a hacerlo - te debe interesar cómo fue ese paso a lo que llaman "el más allá".
No sé cómo el nombre "Joel" apareció en mi mente. Y cuando sentí que una voz me sugería que iba a cruzar la frontera le pedí - a Dios, supongo - que si yo moría se salvara Joel porque era joven. Luego aparecí en un tubo negro, aparentemente de metal, pintado de negro aunque ya con la pintura saltada en algunos lugares como si hubiese sido usado con frecuencia. Era semejante a esos tubos de ventilación de los grandes edificios, por donde circulan a veces en las películas policiales.
Me sentí rodando hacia adelante, pero sin golpearme contra la base del tubo.
Al final había como una cortinita dividida verticalmente al medio. Todo se había puesto muy oscuro dentro este lado. Pero cuando atravesé con facilidad la cortinita, del otro lado había un lugar muy bien iluminado.
Era un taller de carpintería, sin personas en ese momento, con sus máquinas muy limpias y, lo que más me llamó la atención, con el piso cubierto de un aserrín hermoso, prolijamente colocado y también totalmente libre de suciedad.
Al salir allí quedé a no más de un metro de la cortina, y vi en el centro del lugar, a unos pasos de donde estaba yo, un pizarrón de medio metro de ancho por unos cuarenta centrímetros de alto, de color gris oscuro pero orlado por flores y diseños tipo Barbie, como esos juguetes infantiles. Vertical, como apoyado en un atril.
Tres o cuatro líneas horizontales marcaban los renglones, donde veía escrita una sola palabra.
Con letra cursiva muy prolija que me hizo recordar la del Hermano Benigno, mi maestro de Primero Inferior.
Sí, escrita con tiza. Y esa palabra era quizá el mensaje que debía leer pero que todavía no comprendí: era el apellido de soltera de la mamá de Olga, es decir, el apellido de mi suegra.
En cuanto lo leí, es decir, no habían pasado más de cinco o seis segundos, sentí que me tomaban de los cabellos y rodé hacia atrás, atravesé la cortinita y reaparecí en el tubo. Un instante después, estaba de pie junto a él y allí comencé o continué un debate con la voz - ¿de Dios? - acerca de una misión que debía cumplir y que por eso estaba de regreso en este mundo.
Pero ese es otro tema. Ya te lo contaré en otra oportunidad.
Lo que me asombró cuando horas o días después retorné a la relación con los vivos, es que estaba en la sala común de cirugía, y en la cama junto a la mía había un muchacho herido por un cuchillazo, que había también compartido la sala de terapia intensiva.
¿Su nombre? Por supuesto, Joel.
Así que Joel y yo fuimos hechos retornar aquí. Y por eso este fin de año me resulta muy especial. No estaba en mis cálculos en esos momentos - ni en los cálculos de los que me rodeaban - que iba a festejar la llegada del 2010. Es que forma parte, parece, del "bonus track" que desde hace casi un año estoy aprovechando, por ejemplo, para decirle a los que amo, cuánto los amo.
Entonces permitime, amigo, que te desee paz y felicidad para este nuevo año, y permitime también que te diga que te amo mucho. Quizá Dios me envió de regreso para que pudiera decírtelo y ésa era parte de mi misión.
Si es verdad que morí, te juro que no fue nada malo sino todo lo contrario. Tampoco volver estuvo mal. Pero, por las dudas, cuando esta noche abracés a tus seres queridos, hacelo con todas tus fuerzas, y abrazá espiritualmente al resto de los seres humanos que comparten con vos esta vida tan frágil de que disponemos. Enviá tu amor también en ese momento a todos aquellos que han perdido a sus hijos, hermanos, padres, amigos, y no podrán brindar con ellos.
Porque mi experiencia especial me permitió aprender algo: todo lo que nos falta es amor. Quienes reclamamos por seguridad, justicia, educación, salud, trabajo y demás necesidad estamos, en realidad, reclamando amor. Por el desamor de quienes deberían asegurarnos esas cosas es que carecemos de todo eso. Inundémoslos de amor para que les desborde y retorne a nosotros en buenas acciones.
¿Qué hora es? ¡Uy! ¡Tenés que volver a casa porque quedan pocas horas para el final del año!
Te deseo que sea también muy especial para vos.
Nos encontramos en cualquier momento, café de por medio.
¡Mozo! ¿Me cobra?
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