¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?

Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.

El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.

Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?

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"EUSTAQUIO" por: Manuel Salazar




Era una noche como tantas, en que la luna nueva brillaba en lo alto con toda su majestuosidad e iluminaba la playa como si fuera de día. Como todas las noches, en la pingüinera, acicalando su plumaje se encontraban los pingüinos más jóvenes, preparándose para la llegada del nuevo día, y aquellos visitantes que en forma diaria comenzarían a venir para contemplarlos, fotografiarlos, filmarlos y llevar sus imágenes de recuerdo quien sabe a que lugares recónditos del mundo.

Se encontraban tranquilos, confiados, porque en una pequeña lomada, desde donde se contemplaba todo el paisaje estaba él, vigilante, atento, por supuesto era el más anciano de la colonia. El mismo que llegada una determinada hora se sentaba al lado del fogón a contar historias, muchas de las cuales eran verdaderas y otras inventadas. Muchas en la que era el protagonista y otras simplemente tradicionales, que se encargaba de trasmitir a los más jóvenes.

Pero como ustedes no lo conocen, primeramente pasaré a describirlo, no era muy alto, tal vez uno de los más petisos de la colonia, un poco excedido en peso, de andar cansino, pesado, lógico de su edad. Poseía una contextura robusta, excelente vista, completaban su personalidad dos elementos infaltables, su duro bastón de piquillín, con el que corrió a más de un joven que solía molestarlo y su pipa, que generalmente estaba apagada, era un elemento para tener las manos ocupadas, siempre decía, pero todos sabíamos que era su orgullo, un gran tesoro recuerdo de un amigo, toda blanca de marfil, la que tenía un águila tallada, con sus alas desplegadas en pleno vuelo, simbolizando la “libertad”.

Esa noche como todas, en medio de un gran barullo, risas, bromas, corridas, los más jóvenes fueron arrimando al fogón su “tributo” una rama de molle, otra de piquillín, para avivar la llama, como siempre alguno puso una pava para tomar unos amargos y no faltó quien comenzara a templar las cuerdas de una guitarra. Lo cual era una invitación para que él descendiera de la lomada, se arrimara despacito, “acomodara sus huesos”, como solía decir y cual si fuera un rito, dejaba que la llamarada del fuego avivara sus recuerdos, al verlo sentarse se hizo un gran y respetuoso silencio, esperando la tan ansiada pregunta: “…. ¿Quieren que les cuente una historia?.....” al unísono se escuchó un SI y volvieron a callarse, entonces él con su voz profunda comenzó diciendo:

Siendo yo muy joven, cuando en estas tierras las ciudades recién estaban surgiendo, solíamos nadar y disfrutar del mar, en plena libertad. Así un día luego de nadar y reposar en las distintas costas de la zona, llegué a una de las playas que más me gustaba visitar, por su fina arena y el suave oleaje del mar, que lentamente, con su espuma besaba las arenas.

Es donde hoy se encuentra una ciudad, llamada Puerto Madryn, en aquel entonces como ya dije era aún muy pequeña, la gente que la habitaba tenía un espíritu aventurero y visionario igual que yo. Decidí entonces, recostarme a descansar y tomar un merecido baño de sol. Mientras realizaba esta actividad tan grata, un ruido nuevo que no había escuchado nunca interrumpió mi descanso, sobresaltado me paré lo más rápido que pude, muy grande fue mi asombro al observar algo que nunca había visto, grande, metálico, que silbando y echando humo venía en mi dirección, de pronto dobló y siguió bordeando la costa.

Pasado el primer momento de sorpresa y dispuesto a saber de que se trataba, corrí detrás de eso y logré con gran esfuerzo subirme, a la que los hombres llamaban tren de vapor, según me enteré después, subirme no fue fácil, y cuando quise bajarme tuve miedo por el movimiento, y la velocidad que desarrollaba.

Ya en la máquina comencé a recorrerla desde la parte trasera hasta el frente donde me encontré con dos personas, una que dijo ser el maquinista, y el otra su ayudante, que se encargaba de poner carbón de hulla en una caldera que daba un calor más fuerte que el del fogón. Luego de las lógicas presentaciones entre charla va y charla viene, viajé con ellos de Puerto Madryn a Trelew, en esa trochita angosta, que para mi sorpresa también llegaba hasta Puerto Rawson. Como nos hicimos amigos me ofrecieron trabajo que me quedara con ellos aunque menos sea un tiempo, como también llegaba hasta el mar decidí quedarme y aprender más. Pero, como todo lo bueno se acaba surgieron otros medios de movilidad más económicos o más rentables como dicen los comerciantes, y mi querido trencito quedó sin su recorrido, y yo sin mi trabajo.

Hoy queda en el recuerdo de los más ancianos, como muestra una pequeña máquina en un museo y seguro sigue fiel a pesar de los años algún tramo de vía férrea en alguna parte de su recorrido testimoniando como fueron los comienzos de las personas que poblaron las ciudades de nuestra querida provincia.

Dicho esto tal cual su costumbre nos miró a los ojos, se calló saboreó un último mate, y me pareció ver brillar una lágrima nostálgica en el fondo de sus oscuros ojos, se levantó y lentamente comenzó a caminar a su cueva, mientras los que estábamos alrededor del fogón nos preguntábamos si será verdadera esta historia, entonces él parándose y demostrando su gran sabiduría, se volvió y dijo “busquen, lean, conozcan el lugar donde nacieron o donde están viviendo, para poder disfrutarlo más y mejor” y se marchó a descansar.

Yo creo que ha de ser verdad, ya que mi padre me contó de un tren igual que sube y baja montañas en la cordillera, allá por Esquel, que incluso tiene hasta su propia fiesta, mi padre ha viajado mucho, tanto que se animó cuando joven a venir cruzando la cordillera, pero esa es otra historia. Para terminar solo me resta decirles que este anciano era mi abuelo y su nombre era Eustaquio, aunque cueste creerlo uno más de los tantos hombres que de una manera u otra realizando distintas tareas lograron engrandecer este suelo que hoy disfrutamos y que podría ser más bello si lo cuidáramos mejor. Hasta la próxima.


Por:  Manuel Salazar

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