¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?

Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.

El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.

Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?

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Cuento: Mundos Paralelos por Raquel Marrodan

La vida siempre nos depara sorpresas, aún cuando menos lo esperamos.

Cierta vez leí en un libro de metafísica que ¨Somos lo que pensamos¨. Decía que había que tener cuidado con nuestros pensamientos, ya que lo que pensamos y deseamos se cristaliza en el exterior y nos puede cambiar la vida, para bien o para mal. Después de la trampa que mi propia mente me puso, nunca más le atribuí al destino mis desgracias. Supe desde entonces que la escultora de mi destino era solamente yo.

Queda sólo a tu criterio lo que te voy a contar, porque no quiero influir en tus pensamientos.....

Dos de Enero de mil novecientos noventa y nueve. Fecha que quedará grabada en mi memoria para siempre, por ser el día en que comenzó a cambiar mi vida.

Mi mente evoca con nostalgia aquel día que ahora me parece tan lejano.

Jamás hasta ese momento se me había cruzado por la cabeza que en una fracción de segundos me iba a arrepentir de haber deseado tanto algo.

Recuerdo ahora la fuerte discusión con mi madre, justo en la víspera del año nuevo.

Ella me dijo que yo vivía en un mundo irreal, que las cosas no siempre eran como nosotros queríamos. Con resentimiento mencionó que ella no estaba conforme con la vida que había vivido.

Yo siempre supe que mi madre era una inconformista, pero no pensé jamás que iba a llegar al extremo de hacerme semejante confesión.

No soporte que dentro de la bolsa hubiera metido el casamiento con mi padre y mi nacimiento. Sólo mi hermano quedaba fuera de contexto.

Yo, que hasta ese momento siempre había estado conforme con lo que la vida me había dado, deseé con todas mis fuerzas no ser su hija. Me había herido mucho y yo no me merecía eso.

Traté de pasar el resto de la noche lo mejor posible, pero algo en mi se había roto.

Al día siguiente ya había tomado una decisión. Lo mejor iba a ser tomar distancia de mi madre por un tiempo; necesitaba pensar.

Decidí que un viaje por toda la costa hasta el sur, no me iba a venir nada mal.

La soledad y la distancia tal vez podían llegar a aclararme los pensamientos.

Nunca pensé que luego mi vida iba a dar un vuelco tan importante a causa de esos dos motivos.

Salí de casa el día dos de enero de mil novecientos noventa y nueve, alrededor de las 7 hs. a.m. Pasé por la casa de mi novio para despedirme. Él me pidió que me tranquilizara, y que pasara lo que pasara siempre iba a estar a mi lado. Nos despedimos con lágrimas en los ojos, y a pesar que sólo pensaba ausentarme por dos semanas, tuve el presentemiento de que a mi vuelta, la relación con él iba a cambiar.

Durante mi viaje tuve pensamientos recurrentes. ¿Habría tenido razón mi madre cuando me manifestó que yo siempre había vivido en un mundo de fantasía?. ¿Era yo la equivocada porque consideraba mi vida plena? Reconozco que siempre me sentí Don Quijote luchando contra los molinos de viento, pero por eso mi madre no tenía porque considerarme una inmadura. Yo sé que siempre me había considerado diferente a las personas que me rodeaban, nunca había subestimado por eso a nadie.

Los pensamientos salían a borbotones de mi cabeza, y por un momento me descuidé .

Cuando estaba en la Ruta 3, a la altura de la Península de Valdez, no presté atención al camino, y cuando me quise dar cuenta, tenía un perro cruzándose por delante de mi automóvil. Por no pisarlo, hice una mala maniobra y mi automóvil se descontroló, desbarrancándose por un despeñadero de aproximadamente cien metros.

En una fracción de segundos, y pensando que era mi fin, le pedí a Dios que me salvara.

Cuando me desperté, mi automóvil y yo estábamos intactos sobre la playa.

Decidí, después de unos minutos, y con un temblor en el cuerpo que me hacía estremecer, que debía retomar nuevamente la ruta, pero no para continuar, sino para volver a mi casa. Tal vez éste había sido un aviso para que volviera a donde había partido.

Luego de manejar durante dieciocho horas, regresé a mi barrio, en la zona Norte de la Provincia de Buenos Aires.

Estacioné mi vehículo a unos metros de mi casa, y al bajarme me ocurrió algo curioso.

Me crucé con un par de vecinos, y, al saludarlos, creo que me contestaron sólo por cortesía, ya que me miraron extrañados. Más tarde, desgraciadamente iba a enterarme del motivo.

Quise entrar a mi casa, pero las llaves no funcionaron, así que decidí tocar el timbre para que me abrieran.

Salió mi madre y cuando la fui a saludar, en forma cortante me preguntó quien era yo.

Pensé que me estaba haciendo una broma. Insistí, pero no me dejó pasar. Entonces creí que ella seguía enfadada conmigo o peor aún, que había enloquecido.

Traté de explicarle por todos los medios quien era, lo que me había pasado y desde donde venía, pero fue inútil.

Ante mi desesperación, subí nuevamente al automóvil y me dirigí a la casa de mi mejor amiga, Silvana. Al verme, ella tampoco me reconoció. Intenté que me escuchara, pero me cerró la puerta en la cara. Esto ya era demasiado para mí.

Estaba viviendo una pesadilla y quería despertarme. Llegué a pensar que todavía no reaccionaba del accidente y que estaba aún en Península de Valdéz, desmayada entre hierros retorcidos. Inspiré profundamente y me fui.

Como tenía en el baúl del auto mi equipaje, y dinero suficiente en la cartera, me fui hasta la Capital, a hospedarme en un hotel.

Ya en la habitación, me di un baño de inmersión por más de media hora y luego decidí dormir un rato. Tal vez al despertarme me encontraría en casa, en mi cama y me reiría de mi mal sueño.

Desperté a las dos horas. Miré a mi alrededor, pero lamentablemente seguía en la habitación del hotel.

Llamé por teléfono a mi novio, Gustavo. Me escuchó cortesmente y luego me insinuó que me había equivocado de número . Le dije que necesitaba verlo. El accedió.

A la hora nos estábamos encontrando en un bar de Callao y Santa Fe.

Está demás decir que cuando él llegó, tuve que ir a su encuentro, porque él tampoco me había reconocido.

Le conté lo sucedido. Él me miraba como se mira a una persona que desvaría.

Recordé entonces que en mi billetera tenía su foto. Se la mostré, y a pesar de su asombro, comenzó a creerme.

-¨ No se quien sos- me dijo -, pero te voy a ayudar. Si alguna vez tuviste que ver conmigo, debe haber sido algo muy fuerte, porque a pesar de tu tristeza, en tus ojos hay mucho amor , y quedamos en encontrarnos al día siguiente.

Esa noche no pude pegar un ojo. Sólo me carcomía la idea de como iba a salir de este infierno que me estaba volviendo loca.

A la mañana siguiente me pasó a buscar por el hotel y se le ocurrió la brillante idea de ir al Registro Nacional de las Personas.

Una vez allí, inventé una historia. Le dije a la empleada que mi documento estaba mal asentado porque difería en un número, que por favor se cerciorara. Rastreó en la computadora y mencionó que no era sólo un número, que debían ser todos, porque por el que estaba en mi documento figuraba otra persona. Creí que iba a desmayarme. Le mencioné que no me sentía muy bien, y que me debía haber bajado la presión; que salía a tomar aire y regresaba. Por supuesto que no volví.

Nadie me conocía; no figuraba en los padrones; ¡¿qué estaba ocurriendo?!.

Gustavo me pidió que fuéramos al Registro Civil para pedir mi partida de nacimiento.

Una vez en el archivo de la calle Jean Jáures, la historia volvió a repetirse, pero peor aún. No existía nadie con mi nombre y apellido. ¡Era como si no hubiera nacido!.

Esto ya era demasiado para mi.

Más tarde regresé a mi casa. Volví a ver a mi madre porque quería hacerle algunas preguntas. La interrogué preguntándole por el marido. Me dijo, no sin desconfianza, que estaba trabajando. ¡No podía ser, mi padre había muerto hacia diez años!. Me dijo que se llamaba Luciano Rodríguez.

En ese momento quise saber si alguna vez había conocido a Diego Bordenave, o sea, mi padre. Me contestó que sí, que habían sido novios en su adolescencia, pero que, cuando se estaban por casar lo dejó porque comprendió que su verdadero amor era Luciano, al que había conocido poco tiempo antes.

Con lágrimas en los ojos, me fui sin agregar nada más.

¿En qué paradoja estaba metida? ¿ Cómo podía ser que mi madre y mi padre no se hubieran casado? ¿Qué era lo que estaba ocurriendo?.

En los dos días siguientes no salí del hotel. Gustavo me llamó por teléfono, pero no tenía deseos de ver a nadie.

Aunque estaba de vacaciones, llamé a mi trabajo, pero ya no me cabía ninguna duda de que no iban a saber quien era yo. Efectivamente estaba en lo cierto. Me dijeron que nadie con ese nombre trabajaba allí, cuando pregunté por mí, haciéndome pasar por otra persona.

Allí estaba yo. Sin casa, sin familiares, sin amigos, sin trabajo, sin novio e indudablemente, sin identidad.

Cuatro días después de mi regreso, decidí que tenía que buscar trabajo, porque el dinero que tenía no me iba a durar mucho más.

Tenía muy claro que no podía, de ninguna manera, decir en los lugares donde había trabajado, porque de pedir referencias, dirían lo mismo que todos:

- ¨ No la conocemos ¨.

Como último recurso , traté de contactarme con mi familia paterna. Me presenté en casa de mis tíos, pero ellos no sólo no me creyeron, sino que, me entretuvieron con su conversación, mientras uno de ellos llamaba a la policía.

Fue así como me llevaron a la comisaría por averiguación de antecedentes.

Claro está, que te debes imaginar lo que pasó....... Me detuvieron por tener documentos falsos. Me tomaron las huellas dactilares, pero esta vez los confundidos fueron ellos.

Como mis huellas no aparecían en ningún registro, creyeron que podía ser extranjera, e indocumentada, por supuesto.

Luego de un rato, me dejaron hacer una llamada. Al único a quien podía recurrir era a Gustavo. A la hora tenía un abogado tratando de salvarme el pellejo.

Los policías me acribillaron a preguntas y abrieron un expediente que decía: ¨ N.N., averiguación de antecedentes. Falsificación de documento privado ¨.

Al día siguiente, y luego de haber pasado por una de las peores noches de mi vida, estaba sentada frente al escritorio de un juez, quien luego de interrogarme, ordenó que me efectuaran pericias psiquiátricas.

Terminaron declarándome inimputable, porque según los médicos legistas, padecía de esquizofrenia.

Así fue como me internaron en un neuropsiquiátrico estatal, ya que nadie respondía por mí.

A la semana de estar internada, vino a visitarme Gustavo. Me trajo varios atados de cigarrillos y unas revistas para que me distrajera.

Casi no hablamos. Terminado el horario de visita, se fue y me quedé hojeando una de las revistas, hasta que encontré un artículo que me pareció por demás interesante.

Era una entrevista a un Chamán . Él explicaba que existían dos mundos paralelos, el que vivíamos y que podíamos ver, y un mundo de los deseos, que existía en otro plano y que no podíamos ver a simple vista porque estaba en otra dimensión.

Ese mundo estaba formado por aquellas personas cuyos deseos eran distintos a la realidad que vivían. Aquellos que realmente plasmaban sus deseos, no existían en ese mundo.

Recordé cuál había sido mi pensamiento aquella noche de fin de año y traté de imaginar como hubiera sido mi vida de no haber sido hija de mi madre.

Ese fue el deseo que existió en mi mente, justo cuando dio las cero horas del día primero de año. Ese pensamiento fue mi llave al infierno.

Comencé a atar cabos sueltos. Ahora comprendía que estaba en ese mundo paralelo.

No me conocía nadie porque siempre había logrado concretar mis deseos, entonces, para ese mundo, yo jamás había existido.

Así descubrí que tanto mi madre, como mis familiares, amigas y hasta mi novio, no habían concretado sus deseos; por eso estaban allí.

Todo ahora me parecía más claro, pero no por eso digería la idea de pasar el resto de mi vida en ese mundo , con gente extraña y para colmo de males, encerrada en un hospicio.

Pasé gran parte de la noche fumando y pensando como podía volver al mundo real.

Tal vez deseándolo fervientemente, pensé; pero después desistí, acordándome que el chamán en la revista había explicado que si bien una persona podía llegar a pasar del mundo real al paralelo, era casi imposible pasar del paralelo al real.

Lo que no comprendía era porque me había pasado esto, justo en el momento en que sufrí el accidente.

Al día siguiente le rogué a la enfermera que lo llamara a Gustavo, para pedirle que viniera porque tenía algo muy importante que decirle.

A las 11 hs .a.m.llegó. Mientras él leía la nota del chamán, le expliqué cual era mi

teoría.

Él me dijo que si estaba en lo cierto, me iba a tener que resignar. Le contesté

que no me resignaría, porque el chamán había dicho ¨ casi imposible ¨, y la palabra ¨casi¨ me daba una esperanza.

Gustavo pidió permiso para retirarme por un rato del hospital. Bajo su responsabilidad, me dejaron salir, porque según los médicos yo no era una loca peligrosa

Fuimos a la editorial donde habían publicado la revista. Les preguntamos donde podíamos ubicar al chamán, ya que sabíamos que estaba en Buenos Aires dando unas conferencias.

Nos dieron la dirección del hotel donde se hospedaba y lo fuimos a ver.

Nos recibió amablemente. Me dijo que había una manera de salir del mundo paralelo, pero que era muy peligroso. Me comentó que él pasaba de uno a otro plano sin problemas. Él dijo que no tenía dos ¨yo¨ , sino uno sólo, y que realizaba esta transmutación para cotejar el tipo de vida en ambos mundos.

- ¨Correré el riesgo¨- le dije

A lo que el me contestó : -¨ Tendrás que volver al lugar donde tuviste el accidente.

No se porque razón allí debe existir un campo energético que te absorbió cuando estabas cayendo con tu automóvil. Deberás desbarrancarte nuevamente en el mismo lugar, para intentar volver a tu mundo, pero no es seguro que lo logres, porque ese campo energético pudo haberse ¨corrido¨, o puede ser tan pequeño que si no pasas exactamente por el mismo punto, no atravesarías ¨esa puerta¨ y estarías suicidándote. Tu decides¨-

Nos fuimos del lugar. El miedo me aturdía y no me dejaba pensar.

Gustavo me dijo que no corriera ese riesgo, que él trataría de sacarme del hospital inventando una historia más creíble que la que yo había contado. Aduciría que por temor, había inventado esa historia para no permanecer detenida.

Él le dijo a las autoridades que era uruguaya, y que había huido de mi país porque me perseguía un ex amante y que por temor a su venganza decidí cambiar de nombre.

Así fue como Gustavo me consiguió otros documentos, a través de unos amigos que vivían en Montevideo. Eran de una muchacha que había desaparecido durante la década del 80, y no se sabía nada de ella hasta el día de hoy.

Ahora me llamaba Lucía Martínez, y era de nacionalidad uruguaya . No hubo necesidad de cambiar la foto del documento porque tenía los rasgos bastante similares a los míos.

Deseé tanto ser Lucía, que la mentira resultó. Me estudié bien la historia y dije lo mismo que él. Por fin me creyeron.

Me hicieron nuevamente una pericia psiquiátrica, y luego de un par de semanas, me dieron el alta por orden del juez.

Yo no tenía palabras de agradecimiento para Gustavo.

Quedaba ahora resolver que haría con mi nueva vida. O corría el riesgo de estrellarme en el barranco, o me quedaba allí para siempre. Decidí correr el riesgo.

Fuimos con Gustavo hasta la Península de Valdez, cada uno en su automóvil.

Una vez allí, me despedí de él con un fuerte beso. Inspiré profundo y me lancé con mi vehículo al vacío, pidiéndole nuevamente a Dios que no me abandonara.

Cuando desperté, estaba en la cama de un hospital. Me dolía todo el cuerpo, y tenía la cara y las manos vendadas. Había estado en coma por más de un mes.

Los médicos me dijeron que me había salvado por milagro, pero un principio de incendio en mi automóvil, me había producido serias quemaduras en el rostro y en las manos, así que me habían tenido que hacer varias cirugías plásticas en el rostro, además, por el injerto de piel, mis dedos habían quedado casi sin huellas dactilares.

Por suerte, me dijeron ellos, el bolso con los documentos estaban en el asiento trasero, y se habían salvado del incendio . Por ellos pudieron saber quien era yo. Además tuvieron como referencia la foto, para hacerme las cirugías.

Cuando escuché este comentario, me aterroricé.

Traté de explicarles quien era yo, pero fue inútil . Pensaron que había perdido la razón.

Fue en ese momento que vi en un rincón de la habitación, al Sr. y la Sra.Martínez, que habían estado escuchando toda la conversación.

-¨ No se preocupe, doctor ¨- dijeron - ¨ ; ahora que recuperamos a nuestra hija, nosotros la cuidaremos¨ -


FIN

Raquel P.Marrodan

2 comentarios:

Sensa Testa dijo...

WAO. en que momento he leido esto. Gracias por compartirlo amiga. Shanti!

Pena, Clpaxtix, Dana, Sena, TinaG, NO, Qpela dijo...

Muy bueno. Yo que Ud. no hubiera regresado, no creo que pueda volver a tener esa oportunidad.
Pena (L7s7)