¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?

Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.

El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.

Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?

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"Mister Internet" - Nota de Delfina Acosta desde Asunción del Paraguay

EDUARDO PRATT

En esta entrevista conoceremos al hombre que está detrás de “Letras Paraguayas”, el Portal Guaraní que recoge materiales literarios e históricos de nuestro país. Apasionado por todo cuanto hace, Eduardo Pratt se está convirtiendo en una figura indispensable para quienes desean hacer conocer su obra artística a los lectores del Paraguay y de los países de habla hispana.

“Nací en 1968, en Asunción. Cursé los estudios primarios y secundarios en el Colegio San José, los universitarios hasta el tercer curso en la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción. Fui presidente del Centro de Estudiantes por dos períodos, coordinador general de 4 Juegos Universitarios, gerente administrativo de los clubes Olimpia y Sol de América de Asunción, secretario administrativo de la Copa América Paraguay 1999. Actualmente, me desempeño como director del espacio web http://www.portalguarani.com/ ”, refiere.


- ¿Cómo nació la idea de hacer un Portal Gigantesco para “Las Letras Paraguayas”?


En el año 2008, inicié un proyecto para armar un espacio web destinado a la comercialización de obras de arte, libros y artículos diversos, pero de origen paraguayo. Al poco tiempo transformé la idea inicial en un proyecto más amplio y abarcante (pero no rentable a corto o mediano plazo), en principio destinado a la difusión de las artes visuales, es decir, creé un espacio donde la idea original era agregar datos biográficos, comentarios y obras de artistas nacionales incluidos en el Diccionario de Artes Visuales, del señor Lisandro Cardozo. Complementé los datos con las obras de Ticio Escobar, Olga Blinder, Josefina Plá, Vicky Torres, Livio Abramo, Osvaldo González Real y el Catálogo Gente de Arte–Producción de los 90.
La finalidad era la difusión de la Cultura; pues bien, faltaba otro elemento fundamental: las letras; entonces creé otra galería llamada ‘LETRAS PARAGUAYAS’; utilicé para la misma el libro Antología de la Literatura Paraguaya, de Teresa Méndez-Faith; fui complementando la galería con materiales de Carlos R. Centurión, Juan Sinforiano Buzó, Francisco Pérez-Maricevich, Victorio Suárez, Susy Delgado, Raúl Amaral, Miguel Ángel Fernández, Mario Halley Mora, Rudi Torga, Pedro Encina Ramos, Carlos Villagra Marsal, Víctor Daniel Torales, Luis María Martínez. Para la sección de compositores y músicos me basé en el Diccionario de la Música Paraguaya, del maestro Luis Szarán, y en las obras del maestro Florentín Giménez.

En dos años, he utilizado como referencia algo más de 1.000 libros y 2.000 documentos, entre ensayos, letra de músicas y canciones paraguayas, discursos y conferencias que destacan la labor de más de 1.150 representantes de nuestra cultura escrita.
En la parte de Artes, se menciona la labor de más de 450 artistas paraguayos con un registro superior a las 10.000 obras.


- ¿Qué es Portalguarani.com, en síntesis?

Una amplia base de datos donde tanto el público nacional como internacional puede encontrar datos de artistas, autores, compositores, numismática (monedas y billetes), sellos postales, informes sobre museos, centros culturales, y galerías de arte.
Debo destacar que el público no tiene ningún tipo de restricciones para acceder a cualquier información; no se debe pagar nada, ni registrarse.
El portal no tiene palabra propia, no opina ni a favor ni en contra de nadie, no tiene ideología política ni religiosa, ni es el más grande ni el más chico. Su objetivo es constituirse en una herramienta de trabajo y lo que hace es transmitir información destacando siempre la fuente de la información.


- ¿Cómo se forma parte del portal?
 
Los espacios del Portalguarani.com son gratuitos para autores y artistas paraguayos. Para los que ya figuran, pueden colaborar actualizando los datos consignados y completando el espacio con obras y exposiciones para artistas o materiales publicados. También se pueden incluir los textos inéditos.

El ideal sería mantener actualizada la base desde la primera a la última actividad del artista/autor.
Los artistas que no figuran aún deben acercarnos a la oficina los materiales necesarios para armar su espacio.
Para los amantes del arte o las letras, las puertas están abiertas para cualquier colaboración con materiales, imágenes, ideas y sugerencias.


- ¿Existe un espacio destinado a nuestro patrimonio intangible, el idioma guaraní?

El idioma guaraní es una parte importante de lo que es el paraguayo; es un componente de su vida, de su orgullo y transmite una sensible forma de ser y de vivir.
No debemos perderlo; su importancia a nivel mundial como lengua autóctona es hoy una realidad indiscutible.
Al gramo, el portal contiene hoy, algo más de 1.000.000 de palabras en guaraní, entre documentos, poesías, relatos, y teatro donde están incluidas obras de Manuel Ortiz Guerrero, Emiliano R. Fernández, Rudi Torga, Félix Fernández, Julio Correa, Lino Trinidad Sanabria, Félix de Guarania, Susy Delgado, Miguelangel Meza y muchos más.


- ¿Se pueden encontrar ediciones digitales en Portalguarani.com?

Nuestro trabajo en cuanto a LETRAS PARAGUAYAS, se resume a referenciar un libro, destacando tapa, prólogo, índice, y un pequeño fragmento del libro para que el visitante logre insertarse plenamente en el mundo del autor. La meta es que se compre el libro o un material posterior del mismo autor.
En cuanto a tu pregunta, SÍ, se puede acceder a más de 300 libros de autores nacionales que están mencionados en el espacio del autor pero enlazados a las Bibliotecas: “Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes”, “Biblioteca Virtual del Paraguay” y “Biblioteca Virtual Augusto Roa Bastos del Centro Cultural El Cabildo”.


- ¿Qué más quisieras agregar?

Tanto, pero lo primordial es que a través de este medio pueda invitar a todos los artistas o autores mencionados para participar de un proyecto paraguayo, que no tendrá con el tiempo nada que envidiar a ninguna página mundial. Se diría DE PARAGUAY PARA EL MUNDO.

Entrevista de Delfina Acosta
18 de Septiembre de 2010

2004-2025 Tiempo de bicentenarios - El Grupo Bicentenario


En este siglo se cumplen, obviamente, doscientos años de sucesos ocurridos dos siglos atrás. Y si los años terminados en cero tienen un atractivo especial para el gusto popular, los aniversarios terminados en doble cero son prácticamente irresistibles.

Cuando ese aniversario tiene relación con fechas patrias y es además coincidente en el tiempo para varios países de América es el germen de un proyecto de celebración conjunta y así la creación de grupos como éste, llamado natural y sencillamente "Bicentenario".

El Grupo Bicentenario se autodefine como una instancia multilateral creada con el objetivo de promover y organizar la conmemoración conjunta de los procesos de independencia desarrollados en el continente americano hace 200 años.

Se constituyó en diciembre de 2007 en Santiago, Chile, y reúne a 10 países (9 latinoamericanos y España) que conmemoran Bicentenarios importantes entre 2009 y 2011. Allí, se sentaron las bases de funcionamiento del Grupo y se acordó la realización de acciones coordinadas en materia de debates, publicaciones, celebraciones y festivales.


En una línea de tiempo establecida desde 1804 hasta 1825 quedan incluidos numerosos hechos de importancia para el continente americano, entre los que destacan esos movimientos independentistas que señalaron un primer paso fundamental de cambio político en las colonias que España había establecido allende el Océano Atlántico.

Como expresamos, diez países fueron los que decidieron unirse como "Grupo Bicentenario" para conmemorar este evento:

Argentina
- En 1810 (del 21 al 25 de mayo)  realiza un Cabildo abierto en Buenos Aires que cesa al virrey, establece una Junta y convoca a un Congreso General.
- En 1816 (el 9 de julio) el Congreso de Tucumán declara la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Bolivia
- En 1809 (el 25 de mayo) tiene lugar la  Revolución de Chuquisaca y poco después (16 de julio) se reúne la Junta Tuitiva en la Paz.
- En 1825 (el 6 de agosto) se declara la independencia del Alto Perú.

Chile
- En 1810 (el 18 de septiembre) se inicia el movimiento independentista en Santiago y se establece una Junta de Gobierno.
- En 1817  (el 12 de febrero) tiene lugar la victoria de José de San Martín y Bernardo O`Higgins en la batalla de Chacabuco.
- En 1818 (12 de febrero - justamente un año después de esa victoria) Bernardo O`Higgins proclama en Santiago de Chile la independencia.
- En 1818 (el 5 de abril) José de San Martín vence a los realistas en Maipú y así una parte de Chile es liberada.

Colombia
- En 1810 (el 22 de mayo) la Junta de Cartagena es citada por José María García de Toledo.
- En 1810 (el 20 de julio) se produce la Insurrección en Santa Fe de Bogotá que depone al Virrey, y se establece una Junta de Gobierno por Francisco José de Caldas y Camilo Torres.
- En 1811 (el 27 de noviembre) se suscribe el Acta de la Federación de las Provincias Unidas de Nueva Granada.
- En 1813 (el 28 de febrero) triunfa Simón Bolívar en Cúcuta.
- En 1819 (el 7 de agosto) Simón Bolívar triunfa en Boyacá, libera a la Nueva Granada del dominio español y se proclama la República de la Gran Colombia.
- En 1821 (el 28 de noviembre) Panamá se une a la Gran Colombia.

Ecuador
- En 1809 (el 10 de agosto) Juan Pío Montúfar establece la Primera junta de gobierno en Quito.
- En 1820 (el 9 de octubre) se decreta la independencia del Reino de Quito liderado por el poeta José Joaquín de Olmedo.
- En 1822 (el 24 de mayo) Antonio José de Sucre consolida la independencia de Quito, Ecuador.
 
El Salvador
- En 1811 (el 5 de noviembre) José Matías Delgado, Manuel José Arce, Pedro Pablo Castillo y Juan Manuel Rodríguez convocan a la Primera Junta de San Salvador.

- En 1823 (el 1 de julio) la Asamblea Nacional Constituyente declara la independencia de las Provincias Unidas del Centro de América.


España
- En 1808 (el 2 y 3 de mayo) tiene lugar la insurrección contra la ocupación francesa en Madrid.
- En 1808 (del 5 al 10 de mayo) en Bayona, Fernando VII abdica la corona en favor de Carlos IV, quien renuncia a sus derechos a la Monarquía española y de Indias a favor de Napoleón, el cual cede la corona española a su hermano José.
- En 1810 se inician las Cortes de Cádiz para lograr la independencia de España frente a la invasión napoleónica.
- En 1812 (el 19 de marzo) se promulga en Cádiz la Constitución Política de la Monarquía Española.
- En 1814 (el 4 de mayo) Fernando VII disuelve las Cortes y anula la Constitución de 1812.
- En 1820 (el 9 marzo) Fernando VII jura la Constitución de 1812.

México
- En 1808 (el 5 de agosto) se forma la Junta conspiratoria de México para establecer un gobierno independiente.
- En 1809 (el 20 de diciembre) se descubre la “Conspiración de Valladolid” en la que buscaba lograr la independencia de la Nueva España.
- En 1810 (el 16 de septiembre) el llamado "Grito de Dolores" inicia el levantamiento armado encabezado por el cura Miguel Hidalgo y Costilla.
- En 1811 (el 26 de junio) son fusilados los insurgentes Juan Aldama, Ignacio Allende, Mariano Jiménez y Manuel Santa María y pocas semanas después (el 30 de julio) Miguel Hidalgo y Costilla es fusilado y decapitado en Chihuahua.
- En 1813 (el 14 de septiembre) se inaugura el Congreso de Chilpancingo y se leen los Sentimientos de la Nación de José María Morelos y Pavón y poco después (el 6 de noviembre) se expide en Chilpancingo el Acta solemne de la declaración de independencia de la América Septentrional.
- En 1814 (el 3 de febrero) Mariano Matamoros es ejecutado en Valladolid (hoy Morelia).
- En 1814 (el 22 de octubre) se promulga en Apatzingán el Decreto constitucional para la libertad de la América Mexicana.
- En 1815 (el 22 de diciembre) José María Morelos y Pavón es fusilado en San Cristóbal Ecatepec.
- En 1817 (el 11 de noviembre) Francisco Javier Mina es fusilado por los soldados del Batallón de Zaragoza, cerca de Pénjamo, Guanajuato.
- En 1821 (el 24 de febrero) Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero firman el Plan de Iguala donde se declara la Independencia de México. Meses después (el 24 de agosto) se realiza la Firma de los Tratados de Córdoba por O´Donojú e Iturbide. Finalmente (el 27 de septiembre) se consuma la Independencia y entrada de Iturbide y su ejército Trigarante a la Ciudad de México. Al día siguiente se firma el Acta de la Independencia del Imperio Mexicano.
- En 1822 (el 21 de julio) Iturbide es coronado emperador con el nombre de Agustín I de México. Posteriormente (el 3 de octubre) la Capitanía General de Guatemala formada por Chiapas, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica declara su incorporación al Imperio Mexicano.
- En 1823 (el 19 de marzo) Agustín de Iturbide abdica ante el Congreso por presión del Plan de Casamata liderado por Antonio López de Santa Anna.
- En 1824 (el 24 de julio) Agustín de Iturbide es fusilado en Tamaulipas por declarársele traidor a la patria. A los pocos meses (el 3 de octubre) se promulga la Primera Constitución de la República Federal Estados Unidos Mexicanos y días más tarde (el 10 de octubre) Guadalupe Victoria es el proclamado primer presidente de México.
 
Paraguay
- En 1811 (del 14 al 17 de mayo) los criollos, encabezados por José Rodríguez Francia, declaran al Río de la Plata independiente de España y se convoca a un Congreso Nacional.
- En 1813 (el 30 de septiembre) se produce una nueva declaración de independencia del Paraguay.
 
Venezuela
- En 1810 (el 19 de abril) se reúne la Junta Suprema de Caracas.
- En 1811 (el 5 de julio) el Congreso reunido en Caracas proclama la independencia.

- En 1814 (el 28 de mayo) tiene lugar la victoria de Simón Bolívar en Carabobo.
- En 1815 (el 3 de abril) Pablo Morillo llega a reconquistar Venezuela por orden del rey Fernando VII.
- En 1819 (el 17 de diciembre) el Congreso de la Angostura decreta la unión de Venezuela, Nueva Granada y Quito en la República de Colombia.
- En 1821 (el 4 de junio) Simón Bolívar, Antonio Nariño y José Antonio Páez derrotan al realista Miguel de la Torre en Carabobo.

Puede observarse que varios países no participan del grupo aunque conmemoran hechos de mayor importancia dentro de este período.

- En 1804 (el 1ro. de enero) Haití declara su independencia.
- En 1808 (el 21 de septiembre) la Junta de Montevideo es llevada a cabo por Francisco Javier de Elío.
- En 1811 (el 27 de febrero) tiene lugar en Uruguay el Grito de Asencio.

- En 1814 (el 23 de junio) José Artigas conquista Montevideo.
- En 1815 (el 6 de septiembre) Simón Bolívar publica su Carta de Jamaica.
- En 1821 (el 28 de julio) un cabildo abierto proclama la independencia del Perú en Lima y nombra a José de San Martín Protector del Perú.
- En 1824 (6 de agosto) triunfa Simón Bolívar sobre Canterac en la batalla de Junín.
- En 1824 (9 de diciembre) triunfa Antonio José de Sucre en la batalla de Ayacucho con la que se consolida la independencia de Perú.
- En 1825 (25 de agosto) se declara la Independencia de la Provincia Oriental (hoy República Oriental del Uruguay).

POESÍA - de Delfina Acosta - Asunción - Paraguay


Sólo tu voz es dulce, poesía,

porque por ella he sido yo narrada.
Con tierna obstinación tus ojos pones
donde clavé, vencida, mi mirada.
Ya te mandaron a morir, mas tú
como una flor del campo te levantas.
La hoguera preparada para ti
en tus lozanos pétalos se lava.
Porque eres mustia entre las bestias todas,
garza de invierno, yo te siento hermana.

Vestimos un amor desesperado,

que nos desnuda el pecho y las espaldas.
Debajo de borrascas vas y vienes
como una cabellera de palabras
y enferma caes de capullos nuevos,
de aroma fresco y pena enamorada.

DELFINA ACOSTA

La puerta - Un poema de Delfina Acosta


Cualquiera llama a mi pequeña puerta.

Cenar suelo con reyes y mendigos.
Ay, cómo me atareo en repartir
en dos iguales partes lo servido.

Y es entre gente que a mi casa llega
contándome unos casos divertidos,
cuando me acuerdo yo de tu anunciada
visita, bienamado, y ahorro el vino.

Mi hogar aseo día a día y pongo
sobre la mesa aroma de jacintos.
Mientras te aguardo, ¿quién también te aguarda?
Y si tú llegas, ¿cena quién contigo?

Señor, que me confundes o enterneces
con tus palabras puestas en mi oído.
¿Las cosas que me dices son las mismas
que oyen las otras y les da lo mismo?

Delfina Acosta
Asunción del Paraguay

ORQUÍDEAS PARA CLARA - Un cuento de Delfina Acosta


Por un camino de polvo uno iba a la Farmacia Lázaro, y ahí, el farmacéutico, que llevaba una vida sedentaria, te contaba algún chisme, cualquier zoncera, porque gran cosa no ocurría nunca.
Todo era un asomarse a la ventana, y mirar a la calle, que al atardecer tenía un color sombrío y apagado, y luego, cansado del triste espectáculo volver a meterse en la casa para esperar que cayera la noche y echarse sobre el lecho.
En la casa de enfrente vivía una adolescente paralítica.

A las seis en punto de la tarde, una mujer robusta, con el cabello recogido en un pañuelo de colores, la sacaba al patio que daba a la calle, y la adolescente, de rostro pálido y pecoso, se quedaba como un ave sobre un tendido eléctrico, ansiosa por volar, pues había que ver cómo se le quitaba el rostro triste, y la elocuencia, las palabras en pleno aleteo, le dibujaban un semblante feliz.
En las otras casas, que eran pocas, las puertas permanecían cerradas.
La gente no caminaba al atardecer por la calle.
Y aquella conducta de sacar al perro para que paseara no existía pues las personas eran de vivir adentro, y escuchar la radio que pasaba música internacional, pero de las salidas del fuelle de un acordeón, del viento de un trombón y de las teclas de un piano, y no las que alcanzaban los pulmones de un vigoroso tenor italiano pues la tendencia era oír sólo el clamor de los instrumentos musicales.

Clara se aburría.
Era demasiado largo el tiempo que transcurría entre los cuerpos celestes, con fogonazos y apagones de luz; ella daría lo que fuera por atraer la atención de alguien, y luego pedirle que le contara todo, desde el principio hasta el final, o sea alfa y omega, y seguir así, dale que te dale, y que fuera tarde para continuar hablando y aparecieran las primeras luciérnagas del crepúsculo, pero continuar lo mismo.

Mientras comía, a la hora del almuerzo, su invariable porción de chuleta de cerdo y de puerro, pensaba qué haría después de la siesta, en qué distracción haría vagar sus horas blancas, pero terminaba sentada en el sillón del patio, leyendo alguna vieja revista.
Durante una tarde de sol que picaba, y mucho, alguien golpeó las manos en su portón.
Fue a atender.
Era un hombre oriental. Dijo llamarse Kato Akagi. Y bajo el sol inclemente y picante como un sello salino en la frente, le fue diciendo, con suma amabilidad, que traía orquídeas de las mejores y de las más exóticas especies, y que se contentaría, en caso de que lo tomara como jardinero, con un lecho para dormir y comida. Conocía bastante de plomería y de instalaciones eléctricas además.

Clara sabía que no podría mantenerlo, pero ya le vendría una invención, una idea, una chispa hija del apuro, y lo contrató.
El oriental, que resultó ser japonés, tenía su edad: 30 años.
A los quince días Kato ya había formado bajo la enramada de la vid un sitio rectangular y parejo para las orquídeas, que él llamaba “su pueblo”. A menudo lidiaba contra las abejas que venían atraídas por el líquido dulzón de las frutas con un heroico sentido del humor.

Clara se sentía contenta. Por fin alguien con quien charlar.
Después de cenar (el japonés comía en un cuarto grande destinado a los cachivaches), le pidió que viniera a sentarse a su mesa.
Jamás supo lo que era darse aires, ni inyectar un tercio de ampolla de maldad a la gente, porque en ese pueblo de diaria consumación de la indiferencia, el necesario placer de odiar a una persona, nunca había tenido su proceso ni ocasión.
Así fue que ante la mirada de Kato, saboreó ronroneando su postre, y le comentó que lo hizo a la tarde y lo dejó enfriar, y luego, sorbiendo el jugo de durazno que hacía perfecto maridaje con el zumo de piña, cerró sus ojos largamente como si fuera que estuviera viajando y le contó que podía sentir no sólo los sabores sino también los colores.

- Esto es un manjar de los dioses. Ambrosía pura - suspiró.
Después, temiendo que Kato tomara de un salto su postre, se animó a tragar un durazno entero, y le fue contando, dale que dale, que se sentía contenta con su trabajo aunque el rociado de las flores le parecía excesivo. Pero en el momento le pidió perdón porque qué podría ella saber de orquídeas.

Y se levantó de la mesa y vio los dientes sanos de Kato mostrando una sonrisa obediente en señal de las buenas noches. Clara se sintió triunfal.
En los días sucesivos charlaba de cuando en cuando con Kato.
Le observaba hacer las cosas (vestía siempre una camiseta de frisa y pantalones a rayas) con la cabeza inclinada sobre el objeto de su propósito. Y ella pensaba, pensaba, y no se le ocurría con qué maldad darle un maltrato porque nada más se le cruzaban por la mente preguntas, que él contestaba hacendoso. Y cuanto más se volvía respetuoso y puntual y preciso en su comunicación, más Clara se irritaba.

Un día, estando la tarde calurosa, vio dos escorpiones junto a la rejilla del cuarto de baño. Los tomó con papel y los dejó dentro de un viejo tarro de pintura “Látex” donde Kato guardaba un aditivo para el abono. Se sentó a esperar mientras escuchaba música de la radio.
Y cuando ya la música le iba dejando en estado de sopor, sintió, sobresaltándose, la presencia del japonés. Le mostró los insectos acercándolos cuidadosamente a su rostro, y los bajó sobre una baldosa, y una vez que los desesperó y los indujo a muerte prendiendo fuego a su alrededor, los llevó a su boca, hizo un buche con ellos, para después escupirlos muy lejos.

- Estos bichos salen cuando hace calor - dijo. Una sonrisa burlona le blanqueó e iluminó la cara.
Pero hubo cierta hora de ese día en que Clara sentía el calor agobiante de la noche. Se imaginaba corriendo, desnuda, con el cabello suelto. Los insectos nocturnos buscaban su rostro, sin embargo ella seguía corriendo, descalza, afiebrada y ligera, y algo de la brisa y del sudor se prendían, confabulados, de su larga cabellera suelta. Y fue sin darse cuenta que paró de correr, pues estaba ya en el cuarto de Kato, quien dormía desnudo.

Ella le dijo cosas tibias en el oído para que despertara.
Y él despertó, y nombró a su esposa y a su hijo pequeño varias veces, levantando una barrera.
Pero ella no quiso escucharlo.
Esa manera suya, como de serpiente, de deslizarse, de desprenderse de la fuerza de los brazos de Clara, hasta llegar al suelo, era su forma de pedirle disculpas por no poder atender a sus requerimientos.

Tocando su sexo, lamiéndole las orejas, hablándole como desde un lugar secreto y lascivo de la noche, siguió insistiendo.
Repasó con su lengua furiosa su cuerpo y rozó con sus largos dedos finos su rostro hasta llegar a sus tetillas.
En un momento apretó sus senos contra su pecho. Se oyó a sí misma ronronear.
Fue entonces cuando bajó su capullo oscuro hasta el sexo masculino y besó en la boca a Kato. Empezó a hacer leves movimientos; ellos parecían dibujar una flor oscilante de una rama. Y aquellos movimientos sin posibles errores, aquellas olas altas y bajas, aquel placer que empezaba a formar parte de un viento que había perdido el control de sí mismo, comenzó a escurrirse como el zumo del mar librado a la oscuridad.
La quietud de la noche era grande.
Ella dibujó en el cuerpo amante la forma de un círculo.

Suspiró satisfecha mientras observaba, a la luz blanca de la luna, la silueta de un gato sobre el tejado. Los gatos le inspiraban desconfianza, pero aquel minino despertó su ternura.
Todavía su cuerpo tenía memoria del placer cuando vio a Kato, parado frente a ella.
Un ave chistó dos veces a lo lejos y voló huyendo.
El hombre sujetó fuertemente sus dos brazos mientras hundía un cuchillo en su cuello, su largo y suave cuello de cisne, que empezaba a manar sangre tibia.
Muerta, con algunos claros rojos de la sangre sobre su piel blanca, Clara parecía una rara y exquisita orquídea.

Delfina Acosta

Estalactítico - Un poema de Delfina Acosta



Y cómo cuesta no ponerme triste
en esta tarde abierta al viento norte,
no replegar mis alas y sumirme
en las suaves olas de mi lecho.

Entonces, ya acostada, hacer memoria
de algún afortunado parpadeo,
mi calculada prohibición, mi airosa
tristeza alimentada con argento.

Y cómo cuesta no volver el rostro
en dirección al fresco de violetas,
y preguntarme en dónde he malogrado
los últimos temblores de mi sangre.

Hubiera sido justo que en la hora
exacta del hechizo, cuando terso
aún tenía el rostro que tú amabas,
me hubiera vuelto yeso en la intemperie.

DELFINA ACOSTA
POETISA PARAGUAYA

"El límite" - Un cuento de Delfina Acosta

Siempre que iba a la farmacia para comprar apósitos, aspirinas, violeta de genciana y aquellas medicinas menores con las que mantenía surtido mi botiquín, me solía hacer acompañar por Ogro; era dueño de un olfato mayúsculo.

Aquel día que comenzó a las nueve de la mañana, el tránsito estaba endemoniado. Lo noté al sacar la cara.

Ante aquella impaciencia de los autos por llevarse adelante los segundos que faltaban antes de que la luz de los semáforos cambiara de amarillo a rojo, decidí no llevar al animal. No fuera que tuviera que llorar su muerte, no fuera que el tiempo me transformara en una de esas mujeres de pelo mal teñido y peor peinado con la memoria de su perro en cualquier suspenso de una charla de señoras: “Ay, él sabía la hora en que los niños del colegio comunal se desbandaban en la calle, porque sacudía el portón de hierro con las patas y en vez de ladrar hacía una suerte de bocina con su boca. ¿Arte? Tal vez simple comedia. No lo sé.”

O: “Adivinaba el menú, carne roja a la parrilla o una presa de paleta de marrano, en mis ganas y en movimientos. Ningún marido se hubiera alegrado tanto como él, que empezaba a mover la cola; derecha, izquierda, derecha, izquierda, ah.... picarón...”

El farmacéutico, un hombre de ojeras profundas y permanente olor a alcanfor, hablaba por teléfono cuando llegué a su negocio poblado por vitrinas.

- ¿Aún no se lo encontró? Cierto es que la gente desaparece y aparece después de tres días..., pero... - lo escuché decir. Tenía la preocupación colgada del rostro.

Colgó el teléfono y se acercó a mí comentando: “Es el primer caso.”

- Pero es seguro que aparecerá - contesté sin saber de qué se trataba el asunto.

Usted sabe: la gente de la ciudad es así; uno apenas espera que termine de hablar el otro, para decir ya lo suyo; estamos apremiados por el afán de cerrar el habla a los demás con la primera estupidez que nos pica la cabeza. Y vamos de ¿me entendiste? a ¿qué decís?, de “no comprendo” a “no me estás oyendo” y cuanto más comentamos menos nos escuchamos y, por supuesto, menos nos entendemos; total que nadie escucha a nadie pero eso tampoco nos importa porque ya no podemos obrar de otra manera; el vértigo, una incomprensión animal se ha instalado en nuestras existencias. Ya no somos ciudad.

Cuando regresaba para la casa, vi un grupo de seis hombres; conversaban nerviosamente frente a un bar pintado con un color azul marino. Tres fumaban y los tres restantes no hacían caso del humo de los cigarrillos que sacaban lágrimas de sus ojos.

Me acerqué a los hombres haciendo como que intentaba ponerme a resguardo del viento sur.

-No, señores. Cándido ya debería haber regresado. Son más de las diez de la mañana - dijo el hombre de cuello largo, camisa arrugada y un sombrero panameño que le echaba una condición nocturna sobre el rostro. Se notaba el trato especial que ponía en sus palabras; aquella gente angustiada por la tardanza de Cándido buscaba el favor de la inteligencia para resolver el caso.

Yo sé de individuos que desaparecieron y volvieron a aparecer. Me estoy refiriendo a personas que dejaron el aseo de su casa, el plato de escarolas, de apios y de plantas oleaginosas, y la esposa de rostro sonrosado y de buenos modales, para ir tras las pisadas de aquellas mujeres fáciles de la brumosa zona portuaria; cuando ellas se sacaban la ropa frente al espejo de luna del ropero, era como si se desprendieran de todas sus alas de aves, hasta que sólo quedaba de sus figuras el pico largo y rojizo; picoteaban durante horas, días, semanas y meses el cuerpo purpurino de sus amantes, de aquellos maridos ajenos entonces perdidos. Demonios. Esas mujeres se alimentaban de sus bocas mientras hacían el amor. Y bueno..., cuando el vientre les crecía y sus senos se agrandaban goteando leche, se convertían en pájaros de torpe andar; caminaban pesadamente por la habitación, y su voz huraña sonaba, al caer la última claridad del crepúsculo, como graznidos de cuervos.

Los hombres, desesperados, horrorizados ante aquella situación que les causaba lástima y repulsión al mismo tiempo, retornaban tristes y desilusionados a sus casas. A sus esposas.

El grupo seguía charlando. Mencionaron varias veces la palabra límite.

Aquí debo hacer un aclaración en relación al límite: Hay una casa abandonada, pintada con color sepia, a donde vienen, cuando la lluvia es grande, buscando sitio para que sus fósforos no se apaguen, los mendigos.

A diez metros de ella, aún se animan algunos niños a intentar una rayuela, una cola de cerdo, y algún juego propio de la perversidad de los pequeños.

Una niña albina suele marcar con tiza la figura del sol en el empedrado, que la lluvia pronto borra, hasta que ella vuelve a despejarlo usando crayolas de siete colores para pintar el arco iris.

Ahí termina la ciudad.

Y empieza el bosque.

En fin, los hombres de la ciudad formaron una cuadrilla.

- No queda más remedio que ir a buscarlo - dijo uno, que parecía hincar con el fuego de su cigarrillo el ánimo de los otros.

Y ellos se internaron en el sitio poblado de existencias ajenas. El viento cambió de dirección y un olor a comadrejas, a hojarasca de árboles de las más diversas especies, giró en el aire y dio un chillido de advertencia.

Los curiosos de la ciudad se quedaron en el límite, de cara a la oscuridad. Fumaban.

Pasaron tres días y tres noches.

La cuadrilla regresó cansada. Sólo pudieron encontrar el cuerpo de Cándido convertido en carne corrompida sobre un matorral; en sus cavidades parecían haber hecho nido las aves de carroña; algunas bestezuelas peleaban ferozmente por las vísceras. Eso fue lo que contaron.

Pero trajeron, colgado de un grueso alambre, el cuerpo todavía sangrante del lobo feroz abatido por los disparos de las escopetas. Eso sí.
 

Ramiro Domínguez ganó el Nacional de Literatura de Paraguay


Nuestra amiga y columnista Delfina Acosta
nos informa desde Asunción del Paraguay.

Merecido ganador del Premio Nacional de Literatura 2009


El poeta Ramiro Domínguez ha ganado, justicieramente, el Premio Nacional de Literatura 2009. El título del libro merecedor de la destacada premiación es Primeros poemas. El volumen fue publicado por la editorial Servilibro.

Para leer el texto completo de la nota hacé click en el siguiente link:
http://www.abc.com.py/abc/nota/43413-Merecido-ganador-del-Premio-Nacional-de-Literatura-2009/

La Revista del Pen Club del Paraguay


Variada y siempre prolífica obra colectiva


LIBRO DEL PEN CLUB
por Delfina Acosta
 
 
En el mes de setiembre se ha presentado al público lector la Revista del PEN Club del Paraguay. Ha llegado a constituirse en la publicación número 17, vale decir, en términos de literatura que opera dentro de un país donde las publicaciones literarias son muy difíciles de llevar a cabo, vale decir, decía yo, que estamos ante un verdadero éxito editorial.


Emi Kasamatsu es la presidenta del PEN Club. Como la Kasamatsu es una escritora que viaja permanentemente y mantiene buenas y fluidas relaciones con los escritores consagrados del exterior, en esta oportunidad ha traído para los lectores de nuestro país la palabra poética de la escritora colombiana Cecilia Balcázar, presidenta del 74 Congreso Mundial del PEN realizado en Colombia y miembro del Consejo del PEN Internacional.

A través de las palabras de la presidenta, Emi Kasamatsu, los miembros nucleados dentro de esta pluralidad literaria, hacen llegar no solamente sus obras al público, sino también un homenaje humilde pero sincero al escritor, ensayista y poeta Manuel E. B. Argüello, quien falleciera recientemente.

Semilla de ceiba

Prodigiosa semilla en las alas del viento
Pupila diminuta en el azul del día
Óvulo negro del empinado parto de las ceibas
Vuela sin rumbo fijo
en la liviana lana tejida en las alturas
Giros en las ruletas del viento de la tarde
Torbellinos, remansos
Cándido juego
en múltiples columpios suspendido
Besa la tierra y huye
Carga su propia muerte
y el azar absoluto la convierte en placenta
o en simple grano inane.

Cecilia Balcázar

2 de Octubre de 2009

"Domingo sin Francisco" - de Delfina Acosta


DOMINGO SIN FRANCISCO
cuento de
DELFINA ACOSTA

Vea usted: Yo he amado mucho. Cuánta noción de firmamento, de estrellas cayendo en silencio mientras la gente dormía, de lucero parpadeando sobre el rocío del pasto, empecé a tener desde que conocí a Francisco. Se me vino encima toda la constelación. Él me hablaba muy por debajo de su edad (ya tenía cincuenta y cuatro años) pues no le gustaba ponerse serio ni portarse como gente mayor conmigo; no se quejaba de la artritis, que comía diariamente la semilla de su salud, ni mencionaba las molestias en el pecho, que le hacían toser un color azul oscuro, pues era de fumar mucho. Me amaba. A veces se ponía a tono con la duración del noviazgo: dos años. Entonces me decía, mientras observábamos partir un barco de bandera azulada de aquel muelle de Buenos Aires donde venían a confinarse los amantes de los atardeceres, que ya conversaría con su madre, la señora Ester.
A mí, que era feliz con verlo solamente, que hablara o no de mi existencia a ella, me tenía sin cuidado. Vea usted: A su madre le habían vuelto chocha sus ochenta y siete años, y yo sabía, por confesión de él, que en la entrevista la señora sólo me confundiría con la primera novia, Margarita Escalante, reclamándome que ya era tiempo de casarme con su niño. Cada tarde lo aguardaba sentada frente al piano inglés de tres pedales. Pero él era demasiado inquieto para un Beethoven denso, sordo, revolviéndose en su silencio hasta que salieran aquellas notas musicales liadas con los ruidos de cascos de los caballos en tropel. Así que se quedaba escuchándome un rato y luego me contaba aquellas cosas que se acostumbra contar cuando se habla de casos que ocurren a los otros, sólo a los otros, y lejos. Francisco se instalaba en el sofá de respaldo ortopédico, fumaba un pucho, de los más buscados, y me besaba las manos mordiendo cariñosamente mi dedo meñique en señal de apetito. Era un seductor. En sus ojos azules me veía pequeña y aniñada. Cómo no iba a desear morir cuando me vinieron a contar que había muerto. El domingo se lo llevó, mientras los enamorados del parque tendían manteles a cuadros sobre el pasto para servirse filetes de carne empanados y vino; ah... ellos siempre tan locuaces y contentos a pesar de la insistencia de alguna abeja y dos o tres moscas que suelen ir de las hierbas a la boca de la botella y de la boca de la botella al aliento alcohólico. Se sabe que todas las historias de amor son únicas. Pero comprenda usted que nuestro amor era la razón de mi vida. Y si era la razón de mi vida, ¿cómo no voy a estar ahora fuera de mi juicio? El piano inglés, con su tapa levantada, no me dice absolutamente nada.
La brisa fresca de la tarde, que antes me inspiraba un café caliente con tostadas, para tomarlo en compañía de Francisco, mi Francisco (él soplaba por mí el vapor), hoy me arrastra hasta la cama, donde me hundo bajo dos pesados edredones.
No hago otra cosa que vivir de costado, y atrás, siempre atrás, pues soy la última, pareciera, en la fila del gentío. Cómo dejar de estar triste, si a esta hora ya solía hallarse él conmigo, mostrándome una variedad de piedras y de guijarros que juntaba avanzando por el camino de los cipreses para mí; ah... arrastraría una montaña hasta mis pies si fuera necesario. Su mejor presente fue una desdichada mariposa blanca con el ala lastimada que salvó de un pabellón de hormigas rojas que ya cruzaban la calle para arrastrarla a su nido. La arrullamos como si fuera la criatura de nuestra buena suerte.
Solíamos ir al bar chino de la esquina. Me contaba chistes divertidos; sobrepasada de alegría, yo sentía correr las lágrimas por mis mejillas, y él, contento de darme la felicidad necesaria para que lo amara y lo adorara todavía más, pedía al mozo otra botella de champán de la más selecta cosecha.. Y ahora usted me dice que la vida continúa.
Y claro que sigue, pero en sentido contrario. Cada día retorno al pasado, por ejemplo a aquella carrera que hicimos hasta llegar a la cima de la loma, desde donde se veía el campanario de la iglesia. Y me dice usted que tome vitaminas, con un vaso de agua mineral. Y tomo la medicina que viene en un envase de color verde, un verde de esperanza comercial; sin embargo el recuerdo de su rostro observándome mientras me maquillaba frente al espejo me persigue, y se repite, se multiplica en el espejo de cuerpo entero de la sala cuando paso frente a él. Querría enojarme con Francisco por perseguirme. Quiere volverme loca. Si miro el patio oscurecido de la casa, mientras me siento en el sillón, yo, madre de mi gato, siento que una música triste, como de violín perdido por su dueño y tocado por manos extrañas, como de viento arrastrado por las hojas de las veredas, viene a marcar el compás de esto que hago para no fatigar mi cansado corazón: mecerme.
Y me dice usted que no debo caer en exageraciones nerviosas, pero lo que me pasa, lo que me ocurre es una tristeza profunda, de las que le vienen a uno cuando observa caer el agua de la canaleta sobre el aljibe sin fondo.
¿Vio qué tristona suele ser la lluvia al resbalar por las ramas de la higuera? Y me explica usted que esta píldora de color azul me ayudará a tener la memoria encendida. Qué me importa a mí recordar dónde dejé los anteojos, o la cajetilla de fósforos, o el nombre de mis amigas que me llaman de vez en cuando para reprocharme por no llamarlas, o mi mismo nombre, que a veces se me antoja fuera de lugar y excesivo para mi situación actual: Aurora. Qué me importa olvidar si no puedo dejar de recordar aquel paseo con Francisco bajo la sombra de los eucaliptos, a las cinco de la tarde. Entonces nuestro enamoramiento nos hacía aspirar y exhalar el aire para llenarnos de ese querer que parecía oler a una esencia aromática. Nos queríamos tanto, y era un dolor, a veces, querernos, sobre todo cuando nos despedíamos. Cuando nos despedíamos nos queríamos demasiado. Usted sabe, doctor, que el domingo tiene un no sé qué de melancolía. Y también de desgracia. Él ya no está a mi lado. Ayer, junto a la glorieta del paseo de las mariposas, vi a una joven de rostro claro, con unas pequeñas venas azules que eran como vetas en su triste rostro de piedra; a su lado estaba un muchacho, parecido a mi Francisco, que le tomaba cariñosamente de las manos y le decía cosas tibias en el oído. Me puse tan mal. El amor de los demás prende en mí un dolor que es como un fósforo encendido; estoy devorada por dentro. Nadie puede hacer ya nada por mí. Ni usted ni yo tendremos culpa alguna si mañana amanezco muerta en la cama. “Sobredosis de barbitúricos”, dirá el médico forense. La culpa la tendrá esta tristeza horrible y espantosa como una tarántula de la que ya no puedo hacerme cargo.

El Bosque - un cuento de Delfina Acosta




EL BOSQUE
DELFINA ACOSTA


Olvidé cómo se escribe un cuento.
Solía sentarme a las siete de la mañana frente a la máquina de escribir Remington, que ocupaba la mitad de mi escritorio, a un costado de la enorme ventana que daba a la calle. Durante los primeros momentos no ocurría nada, hasta que alguien, y otra persona parecida, y muchos individuos o sombras más que se dirigían a la fábrica textil del pueblo, pasaban con prisa por la vereda; entonces me entraba la angustia por escribir las primeras líneas, aquellas frases fijas que definen el inicio de una historia.
A las diez, Cándida, la vecina que me prestaba el auto para viajar los fines de semana a alguna villa veraniega, salía a hacer una revisión minuciosa de su jardín delantero; yo solía temer que me hablara sobre los cornezuelos que a menudo desfallecían a sus caléndulas y a sus helechos porque entonces una larga distancia me separaba de mi cuento hasta que terminaba por perderlo de vista.
Y ocurría que a veces me hablaba, y otras, no. El caso es que su presencia entre esas flores agitadas por los vientos de estío o de invierno me ponía ansioso, y acababa levantándome, bruscamente, del asiento, con un cigarrillo en la boca, para observar la borrosa lejanía de la zona portuaria.
A las once, o a las once y media, entraba en el gabinete la empleada doméstica, y hacía tal silencio de mosca mientras pasaba una trapo humedecido con alcohol por el único mueble de estilo provenzal de la casa, y con el mismo silencio de mosca se retiraba, que me gustaba pensar, con un extraño sentimiento, que era un desperdicio tanta precaución de su parte; total, al meterse la mujer en la habitación, no me venía una sola línea a la cabeza.
Es difícil escribir sin interrupción.
Ocurre que alguien te llama por teléfono y te dice esas cosas que uno escucha como desde lejos: “Fue imposible hacer nada... Tendré que comprar otra camisa. La tinta no ha desaparecido ni siquiera con cloro...”.
A la hora del almuerzo, cerraba con la fuerza de un latigazo que hace brincar a la bestia, la puerta del gabinete. Debía asegurarme de que mis personajes se quedaran bien encerrados en esa habitación de luces apagadas, para que yo pudiera, sin apresurar el sabor, disfrutar de aquella tregua: un plato de milanesa de pollo y otro de escabeche de berenjenas, acompañados de una botella de buen vino rosado. Luego venía la modorra.
Como a las cuatro y media de la tarde, cuando el calor caía sobre el aljibe sin roldana del patio, yo me tendía sobre las baldosas de la sala, aguardando la visita de Adelfa. Mi amiga rubia, rubiácea, me solía hablar después de fumar un cigarrillo, sobre las virtudes y necedades de mis cuentos. A mí me daba igual que objetara la presencia de una antigua vitrola en la habitación donde sucedía la parte más densa de las acciones; para eso tienes el piano, Miguel, el viejo piano alemán de la familia; que tanteara una crítica sobre determinada situación o trama por su estilo tan apasionado, que desaprobara un nombre común como José o Pedro, y que, a veces, me restregara la muerte del protagonista de turno, quien merecía vivir, después de todo; total, con un final abierto, la obra quedaría bien igual.
No es que fuera terco. Pero yo conocía a mi criatura. Ella era un bosque donde todos los animales (ciervos de ancas ligeras y vientres suaves, leopardos de ojos relampagueantes y aves de plumaje azul mezclado con el color de la sangre) convivían en cósmica armonía; su enorme cascarón resistía maldiciendo, pero resistía, los embates y las furias de las tormentas.
Mi criatura era una luz que se abría paso entre los gajos de los eucaliptos, los algarrobos y los abedules de su propio bos que para mostrar un camino, hecho con un polvillo como de oro y de azúcar, que tentaba a los hombres y a las mujeres que intentaban cruzar el río, para que desistieran de su propósito y se internaran en él.
Al llegar la noche se me presentaban en el gabinete. Una vez fue un hombre que deseaba viajar a un pueblo donde pensaba encontrar a la mujer que había amado, y llegó, y ella estaba vestida de triste desde los pies hasta los cabellos; sentada sobre un sillón de mimbre observaba las formas humanas que tomaba el ciprés según como el viento lo cabalgara.
Entonces escribí: Se vieron y se dieron un beso.
En mis horas nocturnas se me rebelaban las profecías.
Y entre humo y humo de cigarrillo cobraban sentimientos mis personajes, y yo debía decidir, desde luego, qué harían: la libertad o la prisión; la vagancia o el encierro; y aún esos detalles ínfimos: el viaje en barco o en tren. O la simple caminata por las calles.
Perdí la manera de escribir cuentos.
Este es el relatorio que - necesariamente - debo hacer sobre la maldición que ha caído sobre mí para que mi familia comprenda la decisión que he tomado.
No puedo más.

Elvio Romero - biografía breve y un poema

En Yegros, Paraguay, nació el 12 de diciembre de 1926 Elvio Romero.
Desde muy joven escribió poesía y desde 1947, año en que tuvo que exiliarse en Argentina.
Se dedicó además a ayudar a tenderles la mano a quienes como él andaban perseguidos.
En su casa de Saenz Peña, Chaco, se ocultó más de un prófugo salvando así su vida.
Más tarde se radicó en Buenos Aires.
Su obra incluye libros de poemas como Días roturados (1947) y Esta guitarra (1960), además de exponentes de otros géneros, como una biografía de Miguel Hernández.
Tras la muerte de Stroessner regresó al Paraguay.

De él cantó Rafael Alberti:
Casi recién nacida

lumbre madura y fuerte
sabes más de la muerte
quizás que de la vida.
Y tu nombre aromado

huele más que a romero
a pólvora, a reguero
de cuerpo ensangrentado.

Y Nicolás Guillén:
Elvio Romero, mi hermano

yo partiría en un vuelo
de avión o ave marina,
mar a mar y cielo a cielo,
hacia el Paraguay lejano
de lumbre sangrienta y fina.
(…)
Que sí

me respondió Elvio Romero
que no;
hermano, será primero
que pueda ir yo.

Por lo demás, su propia poesía lo presenta:


Fiesta

Y así te pasarías
la vida,
tibia carne adorada.
Danzando,
empapada de lluvias,
los cabellos pegados a la piel,
joya desengarzada, aroma y rosa
sobre un campo de hortensias y jazmines.
Cantando,
arrebatada, risa
y ofrenda clara, elástica y hermosa,
los labios frescos en la noche, agitando
el ansia de las guitarras, tentadora
música montaraz, vivaz y airosa, dulce
codicia de forasteros,
blusa de encaje y flores sobre el hombro desnudo,
llenando el patio abierto de canciones.
Así te pasarías,
en el canto y la danza
y asombrado a los caminantes,
hija del fuego, del aire, de las tardes,
visita inesperada, brisa prometedora
de ardor y adivinanzas, apartando
y abriendo las cortinas de las ventanas, viento
marcando el calendario del amor en la aurora.
Así te pasarías,
tibia carne dorada.