Diálogo con Borges
En varios de sus Testimonios y en muchas páginas de SUR y de los principales diarios y revistas del país y del exterior Victoria Ocampo habló de Borges. Pero, quizás, el mejor reconocimiento que Victoria le dio al poeta fue Diálogo con Borges; con ese libro le demostró su amistad y su admiración.
La conversación entre Victoria y Borges, a medida que van pasando las páginas del álbum fotográfico que Leonor Acevedo de Borges le prestó a Victoria y que ellos comparten con el lector, es interesante y reveladora. Gracias a Victoria descubrimos un Borges distinto del que aparece en los libros de entrevistas (el Borges que habló con Victoria una tarde de 1967 en San Isidro solo es comparable con el que nos ofrece María Esther Vázquez en sus diálogos). Aquí, el autor de El Aleph da rienda suelta a sus recuerdos, habla de sus antepasados, de sus padres y de su hermana, de su vida, de los lugares que quiere. Como sentenció Bioy Casares, Diálogo con Borges es “un libro valioso, además de divertido” .
Manuel Mujica Lainez, amigo de Borges y de Victoria Ocampo, fue el encargado de presentar el libro. En el acto, Mujica dijo: “Es como si los diversos personajes que en el libro figuran y los dos conversadores fuesen contemporáneos entre sí y estuviesen situados, simultáneamente, en un aire, más allá de los días que convoca para la historia, en pie de igualdad, a seres cuyas existencias y cuyos pensamientos se vinculan con lo profundo del alma argentina. […] Aunque Victoria se ha empeñado en despojar al libro de intimidad y en hacer de él un testimonio lo más objetivo posible, advertimos, al ir de una página a la otra, el calor y el resplandor que brotan de los sentimientos hondos. […] No hay duda de que el libro que hoy se lanza proclama, escuetamente, sencillamente, la madurez de la literatura argentina, pues una literatura que solicita, que exige la aparición de textos como los que comentamos, reclamados por el público, ansioso de saber más y más acerca de sus escritores, ha logrado una calidad
equiparable a la que distingue en los países de alta tradición cultural, al mundo del espíritu”.
Victoria corrige a Borges
A mediados de la década de 1960, Jean de Milleret entrevistó al autor de Ficciones y luego publicó esas conversaciones bajo el título de Entretiens avec Jorge Luis Borges (Belfond, París, 1967). Nuestro escritor dijo unas cuantas inexactitudes, en lo que a SUR se refiere, y Victoria no las dejó pasar. Enseguida le pidió que corrigiera las erratas, para luego olvidarse del tema. Y cuando apareció la edición española del libro (Monte Ávila, Caracas, 1970) volvió a encresparse al comprobar, horrorizada, que nadie había tenido en cuenta sus observaciones.
Desde Mar del Plata le escribió a María Renée Cura, su gran amiga: “Querida Miné: […] No sé si viste en La Nación (suplemento) del 6 de febrero una nota sobre las Entrevistas de Borges – Milleret, traducidas y publicadas en español en Caracas. Aquí no las habían querido publicar por las cosas hirientes (gratuitamente) que Borges y Milleret se ingeniaron en juntar en ese libro. // Me resultó muy indignante volver a leerlas en español y resolví contestarlas. […] ¿Por qué hará perradas así? Vivimos en planos tan distintos que no se explica. Él no tiene motivos para sentir rivalidad con nadie y menos conmigo, que estoy como dije en otro plano. Además no debe apreciar nada de lo que yo escribo… (si es que lo leyó alguna vez, cosa dudosa)” .
La sinceridad de la carta de Victoria se pone de manifiesto en “Fe de erratas” (Testimonios, novena serie), la nota que envió a La Nación corrigiendo los dichos de Borges. Allí habla con tal simpleza que cualquier persona se hubiera puesto de su lado. Y no duda en largar algunos dardos, con puntería certera, contra Borges y sus declaraciones. Esa nota fue un desahogo y, al mismo tiempo, un acto de justicia.
Una callada amistad
En las muchas páginas que Victoria le dedicó a Borges, siempre valoró su talento, su inteligencia, sus méritos. Para ella, Borges era Borges; nunca lo llamó por su nombre ni lo tuteó, pero lo sentía su amigo. Quizás basten dos citas para ejemplificarlo: la primera (leída hace mucho en una separata de SUR que se ha perdido en mi biblioteca) dice “Lo admira, su amiga Victoria Ocampo”; la segunda: “A Borges le llevo una ventaja: lo conozco. La recíproca es improbable. Lo admiro. La recíproca es impensable” (Testimonios, novena serie).
Borges, que habló de Victoria en contadas ocasiones, dijo con motivo de su muerte: “Personalmente, le debo mucho a Victoria Ocampo. Pero le debo mucho más como argentino”. Esa declaración, publicada en La Nación en febrero de 1979, se complementa con otra que apareció en La Prensa unos meses después, que terminaba diciendo que en el momento de la muerte de Victoria Ocampo, se había dado cuenta de lo que ella había significado en su vida y que, a partir de entonces, había empezado entre ellos una “callada y verdadera amistad
1 comentario:
Excelente, me parece una nota cargada de una profunda, pero muy bien disimulada admiracion por los personajes de la misma, quien no conocen la obra de Borges o de Victoria Ocampo, seguramente despues de leer esta nota, sienten ganas de conocer la obra de estos autores, y para quienes han recorrido ya sus letras, esta nota es una gran excusa, para volver a hacerlo...FELICITACIONES
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