Kodama pleita para conocer y decidir ella la eventual edición de lo recogido por Bernés, quien se niega a revelarle lo que le confió Borges, manteniéndose dispuesto a librar combate para hacer público el legado histórico “del más grande escritor contemporáneo en lengua castellana”. Así lo define hoy este intelectual que ha pasado los 60 años, con el cráneo afeitado a lo Kojak. Responde desde su vieja casona céntrica de París, cuyo recorrido es un nostálgico flaneo por las pasiones en torno a Borges. Afiches, fotos, objetos diversos y libros, tapizan y adornan las paredes y los muebles de un amplio salón y biblioteca del primer piso con ventanas a la calle. Jalonan un trayecto que para Bernés comienza en 1975 en Buenos Aires, cuando ocupara el cargo de agregado cultural en la embajada de Francia, oportunidad en que conoció a Borges en lo de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, “y a pedido de Borges, esos tres enfants terribles decidieron que yo me integraría al grupo, a esa especie de cohabitación literaria intima”.
La mañana primaveral ahora en París es fresca. El sol asoma tras dos días de lluvias insidiosas. Un pañuelo multicolor protege el cuello del especialista internacional de Borges, diplomado y doctorado en Francia en literatura española, ciencias políticas, piano y canto. Destaca por encima de su vestimenta en la gama de los azules oscuros, con zapatos negros abotinados. Sirve amablemente café a la turca y ofrece como presente la edición de bolsillo de su conferencia en el Museo de Bellas Artes de Bruselas denominada Borges Buenos Aires. El discurso pronostica “el retorno glorioso de sus cenizas al centro secreto de la ciudad natal que tanto amaba”, una vuelta irremediable “a la capital de su corazón”, cuya segunda fundación, en 1580, “se debió a su ancestro directo, Juan de Garay”. Conversador al igual que cualquier argentino, Bernés ejercita un perfecto castellano. Le fascinan las manipulaciones lúdicas de Borges, su marginalidad, intentando “reconciliar y abrazar el infinito y la eternidad, de lo que se convirtió en historiador”, una suerte “de ciego vidente, un visionario instalado en otro tiempo y en otro espacio”.
Arrellanado en su sillón favorito, de súbito, Bernés rememora. Vuela a Ginebra, la ciudad “iniciadora” para el joven Borges durante la primera guerra mundial del siglo pasado, deone “aprendió el latín, el francés y el alemán, tomó conciencia de la política, tuvo amigos y vivió escarceos amorosos”; en la que muchos años después cerraría el ciclo vital, extinguiéndose el 14 de junio de 1986, encontrando una tumba inesperada. Bernés asistió a lo sucedido en esos meses finales. “Borges se preparaba a la muerte en literatura por citaciones interpuestas. Era una forma de entrar en la eternidad de los libros. Yo le leía obras que él seleccionaba como el último capítulo de la segunda y última parte del Quijote pues él quería reescribir el final para que el Quijote no muriera, y entonces poder escribir luego una tercera parte con el Quijote vivo. Eran delirios literarios de una prodigiosa imaginación, un juego de inconmensurable lucides. Yo fui transcribiendo lo que él me decía en pequeñas fichas, o anotando con fidelidad las palabras exactas que formulaba en los márgenes de los libros que le leía; y no me olvido de Los últimos días de Emmanuel Kant de Thomas De Quincey en la traducción de Marcel Schwob, o pasajes de Quevedo, Lugones, Ascasubi, Baudelaire y otros, lo que fue para mi ser testigo de un acto creador perpetuo.”
Finas hojas descoloridas por el almanaque con apuntes borroneados, prolijamente ordenadas en cartones, y volúmenes alineados en estantes enriquecidos con las ocurrencias de Borges configuran las pruebas documentales de los planes de publicación que Bernés aspira concretar. Y anticipa un gran descubrimiento: “en esas conversaciones de Ginebra me puso en la pista de un texto que él había leido allí en su juventud y que he encontrado por casualidad hace muy poco, tras buscarlo con mucho esfuerzo. Solo le diré que el escrito es de autor desconocido del siglo XVIII, traducido del francés al español, y ahí se encuentran muchas ideas, teorias y principios literarios que explican la dimensión y producción de Borges. Yo creo que para él la escritura es la reescritura, toda su obra parte de las lecturas de sus semejantes”.
Autor o editor de unas ocho publicaciones sobre Borges, Bernés espera culminar los trabajos respecto a su “amigo argentino” con una trilogía. Planifica Los últimos días de Jorge Luis Borges que reflejaran los acontecimientos entre los meses de enero a junio de 1986, cuando secundó al escritor moribundo, preparando la edición de sus obras completas en francés, que aparecieron en dos tomos de la colección La Pleïade del sello Gallimard, en 1993 y 1999 respectivamente. “Será la imagen que guardo del ocaso de la vida de Borges en Ginebra, mis recuerdos, que fui redactando cotidianamente en cuadernos, lo que me comunicaba, sus juicios de valor, lo que me pedía que le consiguiera o las visitas que realizara en su nombre a lugares y personajes, los tangos que me cantaba, las lecturas que le hacía y sus reacciones como lector, su llanto emocionado al escuchar los párrafos del Suarez y Olavarría de José Juan Biedma, al llegar a la bóveda familiar de los Borges en el cementerio la Recoleta en Buenos Aires los restos de su bisabuelo, el coronel Suarez, héroe de la independencia de Argentina, quien pereciera en el exilio uruguayo, que por las simetrías, versiones y perversiones del destino, en el tiempo circular que se complacía imaginar Borges, como un mago profeta, entreveía un retorno de sus propias cenizas virtualmente programadas, porque sin reservas ni equívocos, él se identificaba con su ciudad y me recitaba: siempre estuve y estaré en Buenos Aires…los años pasados en Europa son ilusorios… ”.
Por otra parte Bernés también espera publicar una biografía que llevará por título solo “Borges”, que se haya en proceso de preparación. Se trata de “un libro infinito, esencialmente literario, para el que siempre aparecen nuevos datos, un texto que mejoro continuamente”. Sin embargo, no encuentra editor por las repercusiones, asegura, del escándalo con Kodama (“en Gallimard, que estaban a punto de publicarla, me declararon que la dsechaban a causa de María Kodama y me dijeron que son sus rehenes, a lo que yo simplemente agregué que era el rehen de los rehenes”). Pero, sobre todo, están esas cintas con las memorias de Borges, varias decenas de horas de “conversaciones privadas deseadas por él”, complicidades, “como si hablaramos en un café literario”, de cuyo formato editorial Bernés no deja destilar ningún indicio (“el destino sabrá hacerlo”), descontando su incierto porvenir a raíz del juicio entablado por Kodama (“desearía que se den a conocer después de mi muerte”)
Precavido y desconfiado Bernés no indica en cual de esos tres proyectos apareceran las confidencias sexuales que le trasmitió Borges, las que según su hipótesis remiten a una virginidad escondida (“para él no era un problema importante, se refería por alusiones literarias, discretamente y con un inmenso pudor, era su verdad secreta, detalles y circunstancias sin mayores incidencias aunque difíciles de hablar cara a cara porque desde niño le inculcaron que de algunas cosas no se habla, lo cual se vincula con el miedo que tenía por haber sido engendrado por un acto carnal, al término de una copulación”). Tampoco señala donde figuraran sus terribles sueños (“pesadillas abominables que aún no se si tendré el coraje de escribirlas, en las que él era protagonista de una violencia entre hombres que muestran un malestar repetido, su tristeza y desasosiego, relatados con un cierto masoquismo por el placer con el que me lo contaba, como si las reviviera, espantoso…”). Asimismo resta saber que lugar le será acordado en esa trilogía anunciada a la vida privada, “pobre y triste”, y a las mujeres que contaron en la existencia “gris y solitaria”, de un individuo “atípico y que molestaba”, marcado por una adolescencia “contrariada”, cuya “verdadera familia eran los escritores”, y que como en todo hombre de letras “hay mucha mitomanía”
Cumplir la misión que entiende le confió Borges, le han ocasionado los problemas judiciales con María Kodama, que han interrumpido su labor de editor para Gallimard y lo tienen bloqueado como autor, cuestiones “que han quebrado y destruido mi vida, y como diría Borges todo el resto es mi silencio que lo dirá”. No entiende por qué Kodama se ensaña con él, y saca a relucir una nota de La Nación del 16 de noviembre de 1986, en la que ella dice: “agradesco en nombre de Borges a Jean Pierre Bernés por todos sus viajes a Ginebra durante meses y por la felicidad que le proporcionó trabajando juntos”. Sin embargo, a Bernés le queda aún el consuelo en sus oidos de un Borges agradecido por aquellos diálogos, “porque Ud. es un gran amigo que me ha ayudado a morir en literatura; gracias por todo, estas grabaciones son suyas”. Trazan las huellas “de nuestras charlas en el hospital, en la Clínica de l’Arve o en el Hotel l’Arbalète de Ginebra, sus regalos generosos, lo que quiso compartir conmigo, y aquello que siempre reiteraba: es necesario que se sepa, habrá que decir un día… pues yo lo hago, que se conozca la verdad, paso su mensaje con fidelidad y sin traicionarlo”.
REVES DE KODAMA EN ESPAÑA
Instalada “en un olimpo borgiano en el que se siente inmune”, María Kodama Schweitzer, como la retratara El Periódico de Catalunya, el principal cotidiano de Barcelona, acaba de ser notificada de una sonada derrota penal en esa ciudad. Los jueces vienen de ordenar retirar de librerias Un ensayo autobiografico que Galaxia Gutenberg (Grupo Bertelsmann) publicó unicamente con la firma de Borges, sin reconocer la coautoría de Norman Thomas di Giovanni. El editor intentó deslindar su responsabilidad arguyendo que actuó “con el consentimiento de Kodama”. El dictamen estipula el cese de la explotación del libro, indemnizar a Norman Thomas di Giovanni y publicar la sentencia en tres diarios de distribución nacional. Cabe recordar que el texto original apareció en inglés en The New Yorker en septiembre de 1970, y tuvo una edición en Argentina en 1999 con el titulo de Autobiografía, publicada en Buenos Aires por El Ateneo. Esta versión admitía la coautoría de di Giovanni, reproduciendo a modo de ilustración algunas páginas del manuscrito original en ingles y de las pruebas de imprenta con las correspondientes correcciones, manifestando expresamente que había sido dictado en inglés por Borges a di Giovanni y que “juntos esbozaron un plan de trabajo y después di Giovanni guió el dictado de Borges para cumplir ese plan”, lo cual “fue un proceso lento y minucioso”.
Juan Gasparini es autor de Borges, la posesión póstuma (Foca, Madrid, 2000),una investigación periodística sobre los naufragios de la vejez y los misterios que rodean la muerte de Borges en Ginebra.
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2 comentarios:
bueno poste :)
Muy buen post, estoy casi 100% de acuerdo contigo :)
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