¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?

Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.

El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.

Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?

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Cortázar y los derechos de autor - De una entrevista de Hugo Guerrero M.

-Volviendo a la literatura, es común escuchar a lectores y críticos hablando de la promoción que tienen los escritores en nuestros días. Yo, como trabajo en la radio, podría referirme a la maquinaria de promoción montada en torno a los artistas de la música popular. Se ha hablado también de que un mecanismo similar funciona respecto de los pintores y escritores. ¿Es cierto que las grandes editoriales se preocupan de promover al escritor como si fuera una star de cine de los años 30?


-Bueno, eso tendría que preguntárselo a aquellos escritores que, se dice, están promocionados por sus editores. En lo que respecta a mí, empecé a escribir mi obra en la más profunda soledad, sin el menor contacto con los editores. Un buen día, quienes me descubrieron no fueron los editores, fueron los lectores. El hecho de que yo haya llegado a ser un best-seller en varios países se explica porque la mecánica editorial llegó después de esa especie de toma de conciencia por parte de los lectores. En América latina, éstos, de golpe, empezaron a tener confianza en los escritores de sus propios países. Y éste me parece un fenómeno realmente extraordinario porque es un fenómeno revolucionario. Mire, lo he dicho veinte veces y pienso que tal vez no será inútil repetirlo: cuando yo era joven, los editores argentinos hacían su dinero con traducciones de obras del extranjero y, a veces, por una especie de caridad, por una razón de amistad y de prestigio, editaban a autores nacionales con reducidas tiradas. Y eso que usted llama promoción no existía. Yo le podría mostrar los anuncios de mi editor cuando me marché del país, el mismo mes en que salió mi libro Bestiario. Entonces, el anuncio consistía en publicar con grandes letras las últimas novedades de François Mauriac, Graham Greene y Lin Yutang, los autores que estaban de moda por esa época; al final, con una letra muy pequeña decía "Novedades nacionales. Julio Cortázar, Bestiario; y con la misma letra pequeñita Felisberto Hernández, Nadie encendía las lámparas". El resultado era que esos libros caían automáticamente al sótano. Mi editor se reía, el otro día, cuando yo le recordaba que la primera liquidación de derechos que tuve, estando en París, fue de 14 pesos y centavos; o sea que casi costaba más el franqueo para devolver el recibo firmado que el dinero que había resultado de Bestiario. Es decir que no hubo absolutamente ninguna promoción, hubo algo mucho más extraordinario: esos libros, por razones que no soy yo quien debe juzgarlos, sino ustedes, los lectores, comenzaron a abrirse camino en la conciencia latinoamericana. Un día, digamos entre los años 50 y 55, de repente, se empezó a hablar mucho y cada vez más, eso que se llama bola de nieve. Se empezó a hablar de Miguel Ángel Asturias, se empezó a hablar de Carlos Fuentes, se empezó a hablar de Mario Vargas Llosa, se empezó a hablar de mí y de Alejo Carpentier... y es entonces cuando empezaron a venir los editores, no antes, ¡ojo!, esto es muy importante.


El boom, en su plano comercial, empezó después. Los editores son gente que están ahí para ganar dinero, forman parte del sistema capitalista, y de golpe palparon ese interés popular: la gente buscaba libros que no existían en las librerías, la gente se prestaba los libros porque habían sido tiradas muy pequeñas... Los editores se dieron cuenta de que eso era negocio para ellos. Entonces comenzaron las reediciones v comenzó esa política que usted llama de promoción y que era absolutamente inevitable. Pero sostener que el boom es una maniobra editorial es una calumnia tonta, porque se niega el valor revolucionario del boom. Es que todo un continente, de golpe, empezó a tener confianza en sus escritores, los descubrió. Ahora los anuncios de los editores dicen: "Mario Vargas Llosa, Conversación en la Catedral", con letras muy grandes. Luego, probablemente con letras más pequeñas, anuncian la última novela de Francois Sagan. Hace veinte años hubiese sido lo contrario.
 
-Su primera liquidación fue de 14 pesos y monedas. Ahora sus liquidaciones, ¿le permiten vivir cómodamente como escritor?


-Mis liquidaciones me permiten vivir, sí, como escritor... lo de cómodamente es un adverbio que depende de la persona a quien se aplique. Yo pienso que hay mucha gente que no podría vivir cómodamente con mis derechos de autor: es la gente a quien le gusta un sistema de vida que supone muchos gastos. Yo no he cambiado mi manera de vivir; es decir, que vivo siempre en una casa muy pequeña y tengo un ranchito igualmente muy pequeño en el sur de Francia para pasar el verano; eso que, en algún diario argentino, se calificó de "suntuosa residencia", me encantaría que el periodista que escribió eso se viniera algún día a tomar un trago a mi "suntuosa residencia", para ver...

La vuelta a Julio Cortázar en 80 preguntas

Entrevista realizada por Hugo Guerrero Marthineitz, en Buenos Aires.
Difundida en el programa El show del minuto, en radio Continental y más tarde publicada en la revista Siete Días, Bs. As., 1973.

Juan Cruz Ruiz en una nota de Héctor M. Guyot para ADN Cultura

Por Héctor M. Guyot

Fuente: ADN Cultura
Más información: http://www.lanacion.com/

N. de la R.: Esta nota de Héctor M. Guyot es realmente una maravilla digna de integrar una antología. Es por eso que decidimos, pese a su extensión, reproducirla totalmente. Porque con el pretexto de escribir sobre Juan Cruz Ruiz y su "Egos Revueltos" nos va mencionando muchos más protagonistas de nuestra cultura referenciados en este libro que describe a fondo la personalidad de un puñado de creadores del más alto nivel. (El destaque en negrita - bold - es nuestro).
En la fotografía: Juan Cruz Ruiz

***
Conoció a Camilo José Cela en marzo de 1972, cuando él era un periodista de poco más de veinte años y el autor de La familia de Pascual Duarte gravitaba como una figura de peso de la literatura española. El novel cronista acudió al aeropuerto de Tenerife junto con dos intelectuales de la isla a recibir al visitante ilustre, cuya presencia imponía un temor reverencial: "Tenía esa quijada poderosa de caballo manso, y la frente protuberante (como su barriga) avanzaba con la seguridad de un paquidermo que fuera el jefe de los de su especie". Era dueño de una voz bronca y fuerte. Pero de pronto, tras los saludos, se sintió desvalido y pidió un asiento. "Estoy jodido", dijo. Ya en el hotel, el médico diagnosticó fiebre y ordenó guardar cama. Suspendida la cena de bienvenida y amenazada la conferencia del día siguiente, acompañaron a Cela hasta su habitación y allí, como un niño, el escritor confesó que no podía estar solo. Los dos intelectuales miraron al joven periodista y uno de ellos dijo: "Juanito". De modo que Juan Cruz Ruiz cargó con la misión de acunar al novelista, que apenas ganó la posición horizontal ordenó: "Habla, no dejes de hablar, necesito que me hablen para poder dormir".

Después de rescatar su infancia, su juventud y su encuentro con el mundo en libros como Retrato de un hombre desnudo , Ojalá octubre y Muchas veces me pediste que te contara esos años , Juan Cruz propone ahora una memoria personal de la vida literaria en Egos revueltos , volumen que se alzó con el XXII Premio Comillas de la editorial Tusquets y que el mes que viene se distribuye en el país. Allí el escritor canario desanda el camino espiralado de sus recuerdos en una narración que desatiende la cronología para abandonarse a los flujos y reflujos de una memoria prodigiosa. Pero para recordar primero hay que haber vivido, y en su triple condición de periodista, escritor y editor (trabaja en el diario El País de Madrid desde su fundación en 1976 y fue director de la editorial Alfaguara entre 1992 y 1998), Juan Cruz parece el hombre indicado para fraguar este backstage literario que ofrece perfiles íntimos y reveladores de muchos de los grandes autores del último medio siglo. Testigo perfecto, siempre estaba ahí donde debía para contarlo luego. Por eso el libro es también, y sobre todo, el retrato de una devoción: la suya, que lo empujó desde muy joven al mundo de la escritura y los escritores, en el que supo ver, en medio de sus miserias y grandezas, con ojos compasivos pero nunca ingenuos, una danza de egos de todos los tamaños y colores.

Aquel ego en reposo del hombre que el periodista dejó dormido en el hotel Mencey de Tenerife, por ejemplo, iba camino a convertirse, a medida que se acercaba el Premio Nobel y crecía la fama, en el ego más "denso" de los que Juan Cruz habría de conocer jamás. Quince años después se dieron cita en un lujoso restaurante. Vestido con corbata y camisa roja a rayas, con "la altivez de un hombre que se sabe especialmente poderoso", Cela escuchó frente a unos mariscos una proposición del periodista, que entonces ya trabajaba en El País : el diario quería que el narrador viajara por las Cinco Villas de Aragón y lo contara en una serie que iba a ser publicada durante el verano. Algo habitual, invitar a los literatos a escribir en el periódico.

Cela, sin embargo, planteó condiciones propias de un divo del canto lírico o de una estrella de rock, que pasó a enumerar sin demora: quería disponer de un auto Testarrosa, y las camas de los hoteles debían tener determinadas dimensiones; exigió, de paso, un trabajo en la Cadena Ser para Marina Castaño, entonces su ayudante y luego su esposa, que a la sazón estaba allí, compartiendo el almuerzo. No hubo crónicas, claro.

En el retrato que hace de Cela, Juan Cruz señala que el escritor podía ser generoso. "Ayudó siempre, hasta el final. Ayudó a Francisco Umbral a ganar el premio Cervantes; ayudó a José García Nieto a ganar el mismo premio; ayudó a gente a entrar en la Academia; y ayudó a que otra gente no entrara. Era, en ese sentido, como un campesino con poder, animado siempre a ofrecer a sus vecinos, y a sus fieles, el apoyo que le permitían sus contactos y sus influencias. Y estaba dispuesto, también, a pedir la destitución de aquellos que no le rindieran la pleitesía a la que su larga historia le hacía acreedor... Don Camilo era como una poderosa industria."


El Nobel que llegó por mar


Hubo otro futuro Nobel que llegó a Tenerife ante la mirada deslumbrada del joven Juan Cruz. Fue en 1970, y éste no vino por aire sino por mar, como corresponde a alguien que, al avistar desde la costa un tablón mecido por el oleaje, quizá resto de un naufragio, le dijo a su mujer: "Matilde, el océano le trae la mesa al poeta. Ve por ella". Era Pablo Neruda, que regresaba de Cannes a Chile para apoyar la campaña que llevaría a Salvador Allende al poder. Cuando un grupo de notables, entre los que estaba el joven periodista del diario local con su anotador en mano, lo invitó a bajar al puerto de la isla, Neruda se negó. ¿Acaso en España no gobernaba aún Franco, un dictador contra el cual él había luchado? Alguien le recordó que había bajado ya en Barcelona, para pasear por la ciudad junto con su amigo Gabriel García Márquez. Hubo un silencio, que otro aprovechó para decirle que abajo lo esperaban artistas republicanos. El poeta lo pensó. De pronto, le preguntó a Matilde Urrutia: "¿Tú crees que acá abajo habrá arepas?". Sólo la irrupción de ese antojo hizo que el vate descendiera por la escalerilla del Cristoforo Colombo del brazo de su mujer. Escoltado por la comitiva, se dirigió con su "sonrisa de perro tranquilo" hacia el bar Atlántico, donde comió sus arepas rodeado de escritores locales que siguieron solícitos el recitado de sus propios poemas, a los que Neruda ("acaso uno de los egos más grandiosos que dio la historia de la literatura que uno ha podido tocar") volvía cada vez que dejaba de ser el centro de atención. El episodio remite a aquella anécdota que tiene como protagonista a un celebrado escritor argentino: una noche en que compartía una cena con otros diez comensales, su esposa pasó bajo la mesa un papelito urgente donde había anotado: "Hace rato que no hablan de él y se está deprimiendo".

Entre los escritores, la comida y la bebida son cosa seria. Cuando Juan Cruz era ya editor, muchos años después, le tocó compartir un almuerzo en Isla Negra con Marcela Serrano, Arturo Pérez-Reverte y Carlos Ossa, un editor chileno. En busca de pescado fresco, habían dado con el único restaurante decente del lugar. Venían de visitar la casa de Neruda, donde habían visto aquel tablón legendario y los mascarones de proa que el mar le regalaba periódicamente al poeta. "¡Carlos, no hay limones!", gritó de pronto la Serrano, indignada y ante el estupor de todos. Y lo gritó dos veces. "Lo que había sucedido -cuenta Juan Cruz- fue que la novelista chilena le había preguntado en voz baja al camarero si había limones; ella no comería pescado sin limones, y en el mecanismo de relación entre su mente y la necesidad frustrada de los cítricos había un culpable claro, allí presente, el editor... Es muy serio contradecir a un escritor, sobre todo si se encuentra en un lugar propio y se siente defraudado."

Decálogos y caprichos

Precisamente en aquella comida, Juan Cruz ensayó un decálogo para regir las relaciones de los editores con los escritores de su editorial, y fue entonces cuando Pérez-Reverte dijo que podría hacerse un libro que tratara de los egos revueltos de los escritores ("y de los editores, y de los periodistas, que todos cultivan su propio ego", agregó el autor). Quince años más tarde, con este libro, llega la respuesta a ese desafío.

Para un editor, dice Juan Cruz, el incumplimiento de un capricho puede traer consecuencias nefastas. Pero el antojo también puede cambiar de signo y jugar a favor. En otro almuerzo, esta vez en Montevideo, habían reunido a Pérez-Reverte con Mario Benedetti en la presunción de que congeniarían. Era juntar al joven autor con el veterano escritor, dos generaciones y dos estilos bien distintos. La idea no contravenía lo que Juan Cruz había aprendido a respetar como un principio elemental de las relaciones públicas en el mundo editorial: a menos que se junten por gusto, los iguales se repelen. Todo iba bien hasta que Pérez-Reverte preguntó al mozo: "¿Tienen ustedes dulce de batata?". Desolado, el mozo admitió que no. Ahí mismo el dulce de batata adquirió la importancia de una carencia, cuenta Juan Cruz: "Arturo miró a Fernando [Esteves], el editor local, con una decepción muda, no hay dulce de batata, ya me parecía a mí que algo iba a faltar en este maldito restaurante tan bueno". El almuerzo siguió su curso y hasta Pérez-Reverte olvidó su antojo. Pero a la hora de los postres, cuando nadie lo esperaba, el mozo depositó en la mesa un plato con dulce de batata. Ante la sorpresa de todos, señaló a Esteves y contó que el editor local había salido a la calle subrepticiamente para volver con aquello que calmaría el paladar consentido del autor de La tabla de Flandes.

Esteves tenía 22 años, y dice Juan Cruz que aquel almuerzo cimentó una carrera que lo llevaría a ser director de Alfaguara en la Argentina y a dirigir la división de Ediciones Generales de Santillana en México.

Benedetti también tenía lo suyo en materia de comida. Lo que no sacó a relucir en ese almuerzo de Montevideo aparecía cada vez que la editorial lo llevaba a Madrid para presentar sus libros. "Era muy meticuloso con el pescado: odiaba las espinas. No era una manía circunstancial; Mario lo exigía, y era muy preciso en eso: ´Juan, recuerda que no quiero espinas´. Y no habría espinas. Y si por casualidad aparecía una en el pescado, Mario levantaba la mirada, enfurecido." El autor de La tregua era un ego irritable oculto tras el velo de la humildad.
 
Por el contrario, el mexicano Octavio Paz, inclinado a creer que había pocos como él en la historia del siglo XX, no era un hombre humilde y no consideraba oportuno ocultar su grandeza con la falsa modestia, observa Juan Cruz. Un día, a principios de los años ochenta, le tocó entrevistar a la mujer de Paz, Mary Jo, pintora, que exponía en Madrid. A pedido de ambos, les alcanzó el texto que había escrito luego de hablar con la artista. Sin decir permiso, concentrado como un relojero, el poeta lo corrigió palabra por palabra, "con la delicadeza de un corrector, la rapidez de un linotipista y la autoridad de un director", hasta darle a aquella entrevista ajena "su propia impronta literaria, periodística o poética". A Paz, sin duda uno de los ensayistas en lengua española más lúcidos de los últimos tiempos, le gustaba ordenar el mundo alrededor suyo y aplicaba esa capacidad de control en todo (en esto se parecía a Cela, también un hombre "capaz de organizar a los otros en torno a su figura"). Años después, Juan Cruz fue a verlo para que colaborara en una serie de suplementos sobre las relaciones entre América y Europa que El País publicaría bajo la dirección del académico inglés John Elliot. El autor de El arco y la lira quiso saber qué otros escritores colaborarían. Juan Cruz sacó una lista y Paz se la quitó de las manos. Con el mismo bolígrafo con que había corregido la entrevista a su mujer, empezó a tachar nombres.

"Don Octavio -señaló el periodista-, ésos son nombres decididos por John Elliot." Paz sentía por Elliot una correspondida admiración. Algo notable, ya que su admiración era un tesoro de mucho quilates, escribe Juan Cruz, porque no se prodigaba hacia los lados sino hacia adentro. Finalmente, devolvió el papel. "Si no puedo tachar no colaboro", dijo.

Tras la huella de Cortázar

Cada vez que la memoria de Juan Cruz rescata un nombre, con él viene una historia. En el curso de todos esos años, escribe, fue como un saltimbanqui involuntario buscando miradas con las que completar la suya. Entrevistar a escritores en su condición de periodista, atenderlos en su calidad de editor, era para él una aventura. Y si el trabajo no le ponía escritores en el camino, se los conseguía por su cuenta. Cortázar, por ejemplo. Lo había buscado en su juventud por la calles de París, jugando con la posibilidad de un encuentro fortuito al modo de Oliveira y La Maga, y lo había entrevistado luego. Pero ahora, años después de su muerte, Juan Cruz salía en busca del fantasma del autor de Rayuela . Junto con el escritor Manuel de Lope, peregrinó rumbo a Saignon, donde Cortázar había vivido sus veranos y escrito algunos de sus libros. Sin una dirección que los orientase, consultaron en el municipio los planos catastrales. Tuvieron suerte y al rato estaban tocando el timbre en una casa de la zona. Abrió la puerta una mujer alta, en traje de baño, mojada y con una toalla sobre los hombros. Era Ugné Karvelis, lituana, una editora de Gallimard que había sido pareja de Cortázar.

Muchos de los amigos del escritor la tenían por una personalidad difícil y hasta maliciosa, pero los hizo pasar amablemente y los condujo hasta una habitación espartana. "Ahí escribía", dijo, y señaló una mesa desnuda en la que Cortázar se sentaba de cara a la pared y de espaldas al ventanal que daba al jardín. Miraron la mesa vacía, en callado homenaje, y de algún lado llegó un aroma a jazmines.

Después, durante una conversación con Juan Carlos Onetti a la vera de la cama que el autor de La vida breve ya no quiso dejar, éste le dio su opinión respecto del ego de Cortázar, de quien había sido amigo. "Mirá, te voy a decir que él siempre se mostró como un hombre muy humilde, muy desinteresado, y de eso no hubo nada... -dijo el escritor uruguayo-. Era de una vanidad tremenda, y una muestra fue la polémica que tuvo con mi amigo peruano José María Arguedas." La cosa, parece, fue como sigue. En medio de una ardiente discusión acerca del compromiso del intelectual latinoamericano, Cortázar pretendió poner en su sitio al autor de esa novela maravillosa que es Los ríos profundos , tan celebrada por Mario Vargas Llosa: "Usted toca una quena en Perú y yo dirijo una orquesta en París", disparó el argentino. Para Onetti, que también escribía mirando la oquedad de una pared, aquello era imperdonable.

Livianos como el aire

Así como entre los escritores hay egos inflados y poderosos que, según el caso, se exhiben o se esconden, existen otros que de tan livianos parecerían destinados a evaporarse en el aire.

Dice Juan Cruz que Jorge Luis Borges era una de las personas menos pedantes que ha conocido. A principios de los años 80, cuando no sabía aún que los editores eran sobre todo acompañantes, durante dos días le tocó hacer de lazarillo de ese hombre al que leía y admiraba. Era un fin de semana de verano, y junto con su mujer y su hija paseó a Borges por Madrid y lo llevó a bares y restaurantes donde el autor de El libro de arena cantó en islandés algunas endechas que recordaba de memoria. Entonces Juan Cruz sintió la alegría de descubrir que los genios pueden ser gente bastante normal. Siempre con su libreta a mano, el periodista tomó muchas notas durante esos días, frases de Borges que no quería dejar escapar. Entre otras, la que sigue: "Le dije a un visitante mexicano que se quejó de mi casa: ´Usted está en ella cinco minutos, yo vivo en ella desde hace setenta años, no se queje.´ Me dijo: ´Octavio Paz no vive así´. Y yo le repliqué: ´Es que, modestamente, yo soy Borges´".

No hay escritor que carezca de ego, advierte el autor.

Sin embargo, entre aquellos que lo llevan ligero incluye a John Berger, a Miguel Delibes (fallecido la semana pasada a los 89 años) y a Leonardo Sciascia ("uno de los tipos más sencillos y desprendidos que he conocido"). Y también a Paul Bowles, a quien, cuando ya era editor, fue a visitar a Tánger para convencerlo de que viajara a España a presentar su nuevo libro. Lo encontró sentado sobre una alfombra, fumando kif en una larga pipa y con temor de que un pájaro que andaba revoloteando fuera se metiera dentro de la casa. Bowles estaba más interesado en su música -era también compositor- que en su literatura, pero a sus 83 años aceptó la invitación. Flaco y debilitado, "con sus ojos azules velados por la tristeza y la perplejidad", viajó a Madrid, donde presentó su libro y se organizó un concierto con su música. El editor también le consiguió un cirujano que lo atendió de un dolor en la rodilla que en Tánger no había podido curar.

Por necesidad, Juan Cruz se volvió un experto en misiones especiales. Lo mismo podía conseguirle un dentista a Berger que un fisioterapeuta a Vargas Llosa. Hecha su fama, una madrugada lo despertó el llamado telefónico de Carmen Balcells. La célebre agente literaria le rogó que consiguiera un helicóptero: la escritora brasileña Nélida Piñón viajaba de Barcelona a Madrid, donde debía tomar un avión para regresar a su tierra sin demora, pero la nieve había dejado varado su taxi en el camino. Desde su casa en Tenerife, Juan Cruz intentó lo imposible y casi lo logra, pero los pilotos no se atrevieron a volar con semejante tormenta. En lugar de un helicóptero, le consiguió a la escritora un hotel en Soria donde pasar la noche. "Por lo que les escuché al posadero y a la propia Nélida, esa noche de tanta nieve la autora de Corazón andariego durmió en un puticlub de carretera", confiesa.

En el sube y baja

Pero sin duda quien sometió al abnegado editor a una actividad extenuante fue Susan Sontag, que viajó a España en 1995 para presentar su novela El amante del volcán . Le había contado a Juan Cruz que tenía dos ídolos europeos, John Berger y José Saramago, y que le gustaría conocer al escritor portugués. Quienes la esperaban en Madrid pensaron que llegaría agotada del viaje, pero le sobró energía para ir al Museo del Prado, comer mariscos y firmar ejemplares en la Feria del Libro, con tanta buena suerte que era la única autora firmando cuando apareció nada menos que la reina Sofía. Hubo entre ellas una charla amable, hubo firma de ejemplar y hubo un fotógrafo de El País que tomó la imagen que, al otro día, vestiría la tapa del diario. El editor Juan Cruz estaba en la gloria pero sin tiempo para festejos, porque enseguida viajaron a Lanzarote, donde Saramago y su mujer, Pilar del Río, recibieron a la Sontag con los brazos abiertos y la pasearon por la isla. "Hubo un solo revuelo en el espacio amplio de su ego, cuando ella entendió que el hotel que le buscamos podría no estar a la altura de sus merecimientos", cuenta el editor. Fue cuando el delegado de Alfaguara en Canarias preguntó, inocentemente: "¿Por qué se han alojado en este hotel?". Sontag detectó la palabra "hotel" y le preguntó a Juan Cruz: "¿Quiere decir que estoy en un hotel que no resulta adecuado para mí?". Regresaron cansados del viaje, pero la escritora quiso ir a cenar con Pedro Almodóvar. Radiante y feliz, esa noche ella le contó a su amigo su paso por Lanzarote, pero el cineasta, que estaba en un día sombrío, le dijo que aquello quizá no había sido una buena idea. La Sontag buscó a Juan Cruz con los ojos: "¿Y por qué me has llevado a Lanzarote?", inquirió. "Pasaba de un estado de ánimo al otro con las violencia de las ventoleras -escribe el autor-, y nosotros teníamos que poner en marcha un sensor secreto para que no nos tomaran desprevenidos sus cambios de humor."

Sin embargo, nada de todo esto hacía mella en el editor, cuyo entusiasmo -y paciencia, hay que decirlo- parecía entonces el mismo de aquel cronista primerizo e inquieto que esperaba que Neruda se decidiera a poner un pie en tierra o que Cela se entregara al sueño. A Juan Cruz, que hace unos años regresó al periodismo a tiempo completo, le cuadra la imagen del editor que trazó Manuel Vicent. Posiblemente haya sido él quien la ha inspirado. Dice el autor de Tranvía a la Malvarrosa que los editores son como esos chinos de circo que mantienen en el aire varios platos a la vez, que deben hacer girar sin descanso para que no se caigan. La manera en que Juan Cruz ha celebrado con autores y periodistas, y con la escritura misma, una suerte de perpetua y exaltada comunión desmentiría la teoría de los egos. Éste es el libro de un hombre generoso que parece haber advertido lo que decía el poeta: por mucho que se aspire a la inmortalidad, por mucho que se crea haberla alcanzado, todo, y todos, pasan.


Héctor M. Guyot
ADN Cultura

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Traducción de Julio Cortázar
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LA FERIA DEL LIBRO 2010








BUSCA INSPIRACIÓN
EN EL BICENTENARIO


"Festejar con libros 200 años de historias", así en plural, es el eslogan que la Fundación El Libro eligió para la 36a. Feria Internacional del Libro, que será inaugurada el 22 de abril próximo y se extenderá hasta el 10 de mayo. La Feria no tendrá este año el pabellón ocre, por lo que el ingreso al predio de La Rural no se hará por Plaza Italia. Sólo estarán habilitados los ingresos por avenida Sarmiento y por la calle Cerviño.

La entrada tendrá un leve aumento. Será de $ 12 pesos de lunes a jueves y de $ 15 de viernes a domingos. Como el año pasado, quien compre por $ 120 recibirá el descuento de lo pagado por la entrada.

Para celebrar los 200 años, la Feria tomará cinco obras salientes de la literatura argentina, a cuyos autores rendirá un homenaje. Fragmentos de estas obras ilustrarán la campaña de la Feria. Se trata de Rayuela, de Julio Cortázar; Manuelita la tortuga, de María Elena Walsh; Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato; El oro de los tigres, de Jorge Luis Borges, y Martín Fierro, de José Hernández.

Cuando aún no se disipa la sorpresa por su pase de Anagrama a Grupo Planeta, el catalán Enrique Vila-Matas traerá su nueva novela Dublinesca (Seix Barral). También vendrá el escritor colombiano Fernando Vallejo, con El don de la vida (Alfaguara). La embajada de Estados Unidos y Ediciones B ya aseguraron la visita del best seller John Katzenbach. Y el poeta Antonio Gamoneda, Premio Cervantes en 2006, será figura saliente del V Festival de Poesía. También vendrá el italiano Alessandro Baricco, de renombre mundial con su novela Seda (Anagrama).

Grandes y pequeñas editoriales centrarán sus actos en los escritores locales. Es el caso de Editorial Norma que apuesta fuerte por La despedida, la nueva novela de Marcelo Birmajer, y Gentiles criaturas, el nuevo trabajo literario de Jorge Accame.

Alfaguara jugará, como el año pasado, una carta fuerte con otro inédito de Julio Cortázar, Cartas a los Jonquieres, que muestra a un Cortázar íntimo. Y también estará la novela Asedio, lo nuevo de Arturo Pérez-Reverte. De la mano de Random House, la cineasta Lucía Puenzo presentará La furia de la langosta, y Marcos Aguinis, Elogio del placer.

Kier llegará a su stand con la nueva colección 60 minutos, para despertar el interés por los temas de la vida interior. V&R Editoras lanzará un libro de título kilométrico:1000 datos insólitos que un chico debería conocer para saber que en el mundo están todos locos, de Aníbal Litvin. Su carta más valiosa será Nerds, una novela para adolescentes.

También El Ateneo tendrá dos lanzamientos fuertes: El corazón de Dolli, de Gustavo Nielsen, y Breve historia de la economía argentina, de Daniel Muchnik. Y Anagrama presentará en su stand El Tercer Reich, de Roberto Bolaño, y El tiempo envejece deprisa, de Antonio Tabucchi. Fondo de Cultura Económica invitó a François Dosse, autor de Gilles Deleuze y Félix Guattari. Biografía cruzada, y a Roberto Mangabeira Unger, brillante ex ministro de Planificación del presidente Lula da Silva, que presentará El despertar del individuo.

Por Susana Reinoso
Fuente: La Nación
Más información: http://www.lanacion.com/
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Madrid (España): Taller de Lectura de la obra de Julio Cortázar


"El viaje como iniciación"

Comienza en febrero un taller sobre la obra del prolífico escritor argentino Julio Cortázar, coordinado por Mariángeles Fernández.

En la vida de Julio Cortázar, viajar primero fue un anhelo y después, como resultado de la experiencia, un tema presente a lo largo de toda su obra literaria.

Cortázar escribió cientos de cartas, cuentos, poemas y todo tipo de textos que testimonian la importancia que siempre otorgó al viaje en tanto iniciación y posibilidad de conocimiento.

Gracias a su sensibilidad, originalidad narrativa y sentido del humor ese valioso material, del que no están excluidos el extrañamiento, la pérdida o el asombro está presente en situaciones, paisajes, o escenarios de cuentos como “Lejana”, “Cartas de mamá”, “Las armas secretas”, “El ídolo de las Cícladas”, “La isla a mediodía” o en textos como “Apocalipsis en Solentiname”, “Turismo aconsejable” o Los autonautas de la cosmopista.

Oliveira, en Rayuela, émulo de Odiseo, es devuelto a las costas rioplatenses por las autoridades francesas, mientras Los Premios es la representación de una travesía por mar que no llega a realizarse.

Esta nueva convocatoria del Taller de Lectura está pensada tanto para quienes deseen abordar por primera vez la obra de Julio Cortázar como para lectores que quieran volver a los textos desde una perspectiva distinta, lúdica y consciente.

Martes, de 20 a 22 hs.
Comienza el 2 de febrero.
Clase abierta de presentación: martes 26 de enero.
Todos los martes de febrero, marzo y abril.
PLAZAS LIMITADAS A 10 ASISTENTES.

Galileo, 52  - 28015  - Madrid
34-914298363
centrodeartemoderno@telefonica.net
Horario: Ma - Sa 11 - 14 / 17 - 21

Acceso: Metro: Línea 1 estaciones Atocha o Antón Martín

Fuente: hispanoargentinos.com

Vivamos la literatura - por el Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez



Hay una frase que moldeó, de alguna manera, mi condición de lector, pertenece a la escritora belga Marguerite Yourcenar y se encuentra en la novela “Memorias de Adriano”: “La vida me enseñó los libros”. Leer libros sin vivir es sin duda un acto en extremo vacío y carente como es lógico de alguna significación.

A medida que se vive se percata uno de las diferencias notables que se establecen en la realidad literaria y en la realidad cotidiana. Quizá buena porción de aquello a lo que denominamos literatura fantástica surge a raíz de experiencias vivenciales sumidas en la noche del alma.

Allí están los cuentos de Poe, Horacio Quiroga, Cortázar, que son material ilustrativo de primera mano, donde un hecho real pone en marcha todo el engranaje fantástico camuflado en la cotidianeidad, y no quiero hablar del Maestro, con mayúsculas, Juan Carlos Onetti y su Santa María, como decimos en el Río de la Plata, “un fenómeno”.

El realismo mágico instaurado en la literatura por Gabriel García Márquez, con discípulos más o menos falaces como Laura Esquivel e Isabel Allende, no es más que la constatación metafórica de una realidad que está en el ambiente cotidiano.

Un ejemplo clásico es ese cuento del ángel que viene a buscar al niño enfermo. Hasta ahí lo real. Luego viene García Márquez y patentiza a ese ángel, que es una superstición religiosa en boca de los abuelos, y lo convierte en un anciano con alas al que encierran en un gallinero.

Nuestra vida está conectada con “algo” que sobrepasa los razonamientos lógicos. A ese algo lo llamamos magia, azar, y otro conjunto de nombres que designan lo innombrable.

Si muchos autores utilizan la materia prima de esa realidad (que se escapa a las miradas atentas, que ablanda los objetos, que materializa los ángeles y demonios, que metaforiza el amor y los sueños) para escribir sus novelas, es necesario como lector leer las vicisitudes propias de esa realidad fantasmagórica, para comprender muchos personajes como el Quijote, Madame Bovary, Los Tres Mosqueteros, Frankenstein, etc.

Este juego de espejos entre lo real y lo fantástico tiene muchas variantes y forma parte tanto de la literatura como de nuestra vida diaria. Por esa razón Borges se pregunta y se responde: ¿En qué reside el encanto de los cuentos fantásticos?

Reside, creo, en el hecho de que no son invenciones arbitrarias, porque si fueran invenciones arbitrarias su número sería infinito, reside en el hecho de que, siendo fantástico, son símbolos de nosotros, de nuestra vida, del universo, de lo inevitable y misterioso de nuestra vida y todo ello nos lleva de la literatura a la filosofía.

Pensemos en las hipótesis de la filosofía, aún más extrañas que la literatura fantástica; en la idea platónica, por ejemplo de que cada uno de nosotros existe porque es un hombre arquetípico que está en los cielos. Pensemos en la doctrina de Berkeley, según la cual “toda nuestra vida es un sueño y lo único que existe son apariencias”.

La literatura en sus más variados géneros, intenta darle cuerpo a todo ese conjunto de dudas que desde hace bastante tiempo carcome el universo reflexivo del hombre. Trata si se quiere, en darle una significación más honda y trascendente a todo eso que parece deslizarse sobre la superficie de nuestra piel y que nos hiere sutilmente.

El hombre más que hecho de piel, alma y huesos está confeccionado de memoria, palabras e imaginación y es a través de ese inagotable invento, conocido como libro, que ha podido desdoblarse para leerse y escribirse.

Paulo Freire decía: “La lectura del universo antecede a la lectura de la palabra y por eso la anterior lectura de esta no puede prescindir de la continua lectura de aquél. Lenguaje y realidad están unidos dinámicamente. La comprensión del texto que se obtiene por la lectura crítica implica la percepción de las relaciones entre el texto y el contexto”.

Todo esto nos lleva a pensar que la escritura no es un acto fortuito, mucho menos es una actividad para domesticar el ocio de fin de semana. Ningún texto es inocente debido a que implícito tiene una lectura del mundo, una observación escrita de esos momentos cruciales o insignificantes que a cualquiera le toca vivir.

El peregrinaje personal que se realiza, para leer una buena porción de libros, responde a motivaciones particulares de cada cual; no obstante el acto de leer posee un rasgo característico: leer es un acto solitario, sin pautas ni parámetros preestablecidos.

La lectura de libros más que empujar hacia la vileza te empuja hacia la alegría. Se vive para comprender lo leído, para sentir en carne propia que sintió Don Quijote cuando armado de caballero se dispuso cristalizar en la realidad el mundo virtual de caballeros, damas en peligro, magia y gigantes de las novelas de caballería.

El gesto de Alonso Quijano desechaba por completo esa idea idílica de la literatura como ornamento intelectual, para devenir en actividad desgarrada que se traspapela con los sueños y la vida de los lectores.

Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez: Escritor. Poeta. Ensayista. Investigador Licenciado en Periodismo. Analista de Información Internacional. Catedrático Universitario.
© Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez para Informe Uruguay

El perseguidor de Cortázar, 50º Aniversario de la primera edición














Julio Cortázar publicó El perseguidor en 1959, en el libro de relatos Las armas secretas. Como homenaje al 50.º aniversario de su primera edición, Libros del Zorro Rojo publica por primera vez una versión ilustrada de la obra, a cargo del eximio dibujante José Muñoz, Gran Premio del Festival de Angoulême 2007.


El perseguidor es uno de los mayores logros literarios de Julio Cortázar y un clásico de la literatura del siglo xx. Con un trasfondo existencial magistralmente tratado, la historia describe los últimos días de Johnny Carter, virtuoso saxofonista cuya vida discurre al filo de la lucidez y la destrucción.

José Muñoz, uno de los ilustradores más admirados del presente, ha sabido interpretar toda la profundidad de esta ficción donde el jazz, las noches insomnes y el París de los años 50 constituyen el marco de una historia memorable.

La inauguración de la exposición de las ilustraciones de «El perseguidor» se hará el día 17 de diciembre a las 19:30 h, en Espacio Sins Entido, c/ Válgame Dios 6, Madrid.

14-12-2009
Fuente: Iberarte
Recibido de Escribirte.com.ar

Poe: una vida truncada - Nueva biografía



EDGAR ALLAN POE:
UN HUÉRFANO PERPETUO EN EL MUNDO



EN ESTE FRAGMENTO DE "POE. UNA VIDA TRUNCADA",
BIOGRAFÍA QUE EDHASA DISTRIBUYE EN ESTOS DÍAS,
EL AUTOR NARRA LA DIFÍCIL INFANCIA DEL CÉLEBRE POETA Y CUENTISTA.



A 200 AÑOS DE SU NACIMIENTO, LA EDITORIAL LANZA ADEMÁS SUS CUENTOS COMPLETOS EN LA RECORDADA TRADUCCIÓN DE JULIO CORTÁZAR

Edgar Allan Poe se ha convertido en la imagen misma del poète maudit, del alma maldita, del vagabundo. El suyo fue un destino muy duro, y su vida resultó casi insoportable. Desde el momento de su nacimiento no dejaron de lloverle los golpes. En cierta ocasión dijo que "para revolucionar de repente la esfera del pensamiento humano universal", bastaba con "escribir y publicar un libro muy breve. Su título sería muy sencillo, unas pocas palabras: Mi corazón puesto al desnudo . Pero ese libro debía ser fiel a su título".



Poe no escribió nunca semejante libro, pero su vida se pareció bastante. Lo que lo atormentaba, una mezcla de angustia implacable y un anhelo no menos desesperado, afloró en él muy temprano. Su madre ya había contraído la tuberculosis antes que Poe naciera, y cabe suponer que durante el embarazo el feto no estuviera suficientemente bien alimentado. Los riesgos de un espacio muy reducido, donde una víctima respira con dificultad, tienen gran presencia en sus relatos. Sus padres, David y Eliza Poe, también penaron por los sinsabores constantes fruto de la pobreza. Aquella tensión ambiental afectó sin duda el feto. Así, puede decirse que la vida azorada de Poe empezó ya antes de nacer. "Creo que Dios me dio una chispa de genio -manifestó unas semanas antes de morir-; pero la apagó en la miseria."



Poe nació un día frío de 1809, el 19 de enero, en una casa de huéspedes de Boston. [...] Sus padres eran actores ambulantes, es decir, poseían un estatus sólo un poco superior al de vagabundos. Puede que le pusieran el nombre de pila de Edgar por el empresario del grupo teatral con que trabajaban los Poe.


Algunos de sus coetáneos notaron que, en años posteriores, Poe exhibía cierto aire teatral, casi histriónico. "El mundo será mi teatro -escribió en cierta ocasión-. Debo conquistarlo, o morir." [...] La vida errante de los Poe surtió un efecto inmediato en su hijo: a poco de nacer, lo enviaron con sus abuelos paternos, que residían en Baltimore (Maryland), que lo cuidaron durante varios meses. Fue éste el primero de los múltiples rechazos sufridos por Poe.


Sin embargo, tal vez a consecuencia de ello, siempre sintió veneración por su madre. En cierta ocasión, en un artículo que escribió para un periódico, afirmó que era "hijo de una actriz, y siempre me he vanagloriado de ello; ningún conde estará nunca más orgulloso de su condado que yo de proceder de una mujer que, aunque de alta cuna, no dudó en dedicar al drama su breve carrera de genio y de belleza". Estaba dando aquí la mejor versión de la conducta materna.



Vidas de artistas



Por supuesto, Eliza Poe no provenía en absoluto de una buena familia. Había zarpado en 1796 de Inglaterra rumbo a América en compañía de su madre, una actriz de Covent Garden, con la esperanza, o las expectativas, de encontrar en el nuevo país mayores oportunidades en las artes dramáticas. Aunque sólo contaba nueve años en la época de su migración, no tardó en convertirse en una "artista" consumada. A los tres meses de su llegada a Estados Unidos, ya estaba actuando sobre un escenario. [...] En 1802, a los quince años, se casó con otro actor, Charles Hopkins, que murió tres años después. El 14 de marzo de 1804, a los seis meses de la muerte de su primer marido, la joven actriz contrajo matrimonio con David Poe en Richmond (Virginia), en unas circunstancias al parecer algo apresuradas. El novio tuvo que pedir dinero prestado para la ocasión. Destinado a cursar la carrera de derecho, sus ambiciones teatrales lo apartaron de ese camino. Sin embargo, dichas expectativas se vieron sólo colmadas en parte (en los periódicos puede leerse entre líneas que no estaba a la altura de su bonita y joven esposa). Según una revista, "no se hallaba preparado para los altos vuelos del drama". Tres años mayor que su mujer, contaba veintiuno en el momento de la boda. Sin embargo, para entonces ya era un hombre impetuoso y derrochador, además de aficionado a la bebida. A menudo se cancelaban las representaciones, con muy poco margen de tiempo, a causa de lo que el empresario teatral llamaba una "súbita indisposición" del señor Poe, eufemismo empleado para ocultar una intoxicación total. Actualmente se debate si la propensión a beber en grandes cantidades, o la propensión al alcoholismo (que no es lo mismo) pueden heredarse. La única carta que ha llegado hasta nosotros de puño y letra de David Poe es una desesperada petición de dinero, con la promesa de que "sólo una angustia extrema podría empujarme a cursar esta solicitud". Exactamente el mismo tipo de carta que su hijo se vio obligado a escribir en años sucesivos.



Podría decirse que Poe se convirtió en una especie de eco de su padre, relación tan fantasmagórica como muchas de sus obras de ficción. [...] En el verano de 1809, David y Eliza volvieron a Baltimore por el pequeño Edgar. Sin embargo, no fue una feliz reunión familiar. Marido y mujer habían contraído la tuberculosis, enfermedad agravada por la pobreza y el sustento incierto. [...] Poco después, en determinado momento de la primavera o de principios del verano de 1811, David Poe desapareció, y jamás volvió con su mujer ni con su familia. Según el Norfolk Herald del 26 de julio, la señora Poe "se quedó sola..., sin amigos y sin protección". [...] Por esta época, Eliza se hallaba en los inicios de la fase terminal de la enfermedad. El pequeño Edgar debió de ser dolorosamente consciente de la desaparición paterna y del progresivo debilitamiento materno. Aunque puede que no comprendiera del todo lo que ocurría, en esos años tempranos se vio ciertamente inmerso en un clima de amenaza y fatalidad. La angustia fue sin duda el compañero de juegos de su infancia. Fue testigo directo del gradual deterioro de la salud de su madre, en medio de dolorosos accesos de tos y de vómitos de sangre. Imágenes éstas que nunca lo abandonarían. En muchos de sus cuentos, Poe resucitará las facciones consumidas por la tisis de la mujer amada. Entre julio y octubre de 1811, Eliza Poe aún apareció sobre el escenario de un teatro en Richmond. Luego, en noviembre, se metió en la cama para no volver a salir de ella. A principios de dicho mes, un ciudadano de Richmond manifestó que se hallaba "enferma" y "en extrema necesidad". A finales de noviembre, el Richmond Enquirer anunció que "La señora Poe, condenada a guardar cama por enfermedad y rodeada de sus hijos, pide ayuda, y la pide tal vez por última vez". Nueve días después, murió. [...] Aunque difícilmente podía saber entonces lo que suponía la muerte de su madre, con el paso de los años la sensación de dolor y de pérdida irreparable fue resultándole a Poe cada vez más opresiva. Había algo importante que faltaba. Algo precioso había desaparecido. Poe fue un huérfano perpetuo en el mundo. Tanto su vida como sus escritos parecen atados, con un vínculo de fuego, a estas primeras experiencias de desamparo y soledad. La imagen de la mujer muerta o moribunda, joven, bella y bondadosa se halla en toda su obra de ficción.



Por Peter Ackroyd
Fuente: ADN Cultura
Más información: http://www.lanacion.com/

Recibido de Gacemail - TEA Imagen

Un fragmento de Julio Cortázar

Andrée, yo no quería venirme a vivir a su departamento de la calle Suipacha. No tanto por los conejitos, más bien porque me duele ingresar en un orden cerrado, construido ya hasta en las más finas mallas del aire, esas que en su casa preservan la música de la lavanda, el aletear de un cisne con polvos, el juego del violín y la viola en el cuarteto de Rará. Me es amargo entrar en un ámbito donde alguien que vive bellamente lo ha dispuesto todo como una reiteración visible de su alma, aquí los libros (de un lado en español, del otro en francés e inglés), allí los almohadones verdes, en este preciso sitio de la mesita el cenicero de cristal que parece el corte de una pompa de jabón, y siempre un perfume, un sonido, un crecer de plantas, una fotografía del amigo muerto, ritual de bandejas con té y tenacillas de azúcar...

de "Carta a una señorita en París" - Cuento

Homenaje a Julio Cortázar en Roma

Con ocasión del 25 aniversario de la muerte de Julio Cortázar y de la publicación de los textos inéditos “De Cronopios y de Famas, tres nuevas historias”, Sapieza Università di Roma, Instituto Cervantes di Roma y Centro de Arte Moderno de Madrid, en colaboración con la Embajada de la República Argentina en Roma, invitan a la jornada el 21 de mayo de 2009. Más Información.

Premio Iberoamericano Julio Cortázar

Octava edición del Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar
30 de junio de 2009

El Instituto Cubano del Libro, la Casa de las
Américas y la Fundación ALIA convocan a la octava
edición del Premio Iberoamericano de Cuento Julio
Cortázar, creado por la prestigiosa escritora y
traductora Ugnè Karvelis, con el objetivo de
estimular a los narradores de Iberoamérica. El
premio, que tiene una frecuencia anual, fue
concebido además como un homenaje al gran
escritor argentino, uno de los mayores de nuestra lengua.

Mayor información: abrace@infocom.ausa.cu

VUELTA A JULIO CORTÁZAR EN DOS DÍAS:

OTRA ACTIVIDAD DEL PROYECTO ´BUENOS AIRES 48´

POR MEDIO DE UNA SERIE DE ACTIVIDADES, EL GOBIERNO DE LA CIUDAD HOMENAJEARÁ A JULIO CORTÁZAR LOS DÍAS 27 Y 28 DE SEPTIEMBRE, EN EL MARCO DE "BUENOS AIRES 48".

LA PROGRAMACIÓN COMPLETA.