Sin dificultad, Descanso de caminantes se puede dividir en dos, por un lado las enervantes anotaciones estilo Readers Digest donde Bioy señala variantes idiomáticas y hace versos costumbristas. Por otro la parte en que narra. Esa parte vale la pena. Sin apuro, Bioy describe y hace actuar a sus amantes, a sus colegas, a sus conocidos, a eventuales personajes que ve por la calle o se cruza en los comercios. Tiene oído para los diálogos, vista para los detalles. Y narra también su dinero, su casa, sus animales, sus vacaciones, sus costumbres. No hay pudor en esas narraciones que a veces suenen a fanfarronadas de viejo cazador, y a veces son honestas, sensibles y hasta patéticas confesiones. En un tercer sobre podríamos poner sus opiniones políticas. Pero por banales que sean, creo que van dentro de la parte buena del libro. Y muestran, por contraste, la calidad de observador de Bioy cuando se trata de cuestiones mundanas.
En este libro, las diferencias con Borges son claras de entrada. Todo el tiempo se citan las obras en colaboración, los cuentos fantásticos de ambos, de las “tramas geniales”. Pero la relación entre Bioy y Borges, más allá de la amistad, es una relación de opuestos. Al menos así me gusta leerlos a mí. Bioy fue un escritor prolífico, muy desparejo, sensual. A veces eficiente, a veces sintético, a veces torpe. Y estos diarios lo ubican todavía más lejos de Borges. Hay dos osilaciones que me gustaría marcar ahora. La primera es una respuesta a Borges. Las líneas que abren la breve introducción de Bioy: “Tenía alguna razón Borges cuando desaprobaba los libros de brevedades. Yo replicaba que eran libros de lectura grata y que no veía porqué se privaría a los lectores de ellos”. En ese pendular se escribe Descanso de caminantes. La segunda osilación tiene que ver con Bioy y el lugar desde el cual escribe y se relaciona con los otros. En una anotación de 1975 leemos: El prójimo. Si me dice que es feliz, pienso que es un tonto. Si me dice que es infeliz, pienso que es un pesado”.
Aunque no es muy sonoro –o quizás lo sea demasiado–, hay algo muy acertado en el título de estos diarios. En el texto y en su ánimo la idea del descanso es muy clara. Para el autor, las novelas, la ficción, supongo, implican una carrera contra el artificio, un desafío, la construcción, el trabajo. En cambio en esos apuntes, puede ser más libre, tomarse un momento para mirar el paisaje, respirar. Para el lector, sucede algo similar. ¿Es posible leer de un tirón este libro? Sí, pero su fragmentariedad lo hace ideal para viajes y breves momentos de descompresión rutinaria.
Fuente: http://hipercritico.com/content/view/3314/42/
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