De Borges lo sabemos todo o casi todo. Son numerosos los lectores, traductores, periodistas o amigos que se han sentido llamados a dejar constancia de sus conversaciones o recuerdos compartidos. Pero lo de Bioy Casares es caso aparte. Durante más de cincuenta años, desde que se conocieron en la casa de Victoria Ocampo a principios de la década de los treinta, cuando Borges contaba 32 años y Bioy apenas tenía 17, la íntima amistad de estos dos hombres tan aparentemente dispares fructificó en decenas de trabajos de colaboración y actuó como un poderoso estímulo para las obras respectivas. La influencia fue recíproca, como ambos reconocieron siempre, pero ninguno de los amigos de su círculo tuvo un ascendiente mayor sobre Borges, que consideraba a Adolfito parte de su propia familia.
Es ese grado de intimidad continuada lo que hace de este diario un libro único, parangonable, como dice el editor, al famoso compendio de Boswell sobre los dichos y los días del doctor Johnson. Luego de una larga expectación, el libro fue publicado por Destino en 2006, y se presenta ahora en una edición abreviada, bastante más manejable. Asegura Daniel Martino, el responsable de ambas versiones, que tanto él como Bioy pensaron siempre en una edición de páginas escogidas que "conservara lo esencial de las opiniones de Borges pero omitiera los detalles históricos y circunstanciados de la vida política, universitaria y social de la Argentina". Lo cierto es que se han eliminado asimismo, para bien, algunas reiteraciones innecesarias -del tipo "Come en casa Borges", una frase que se repetía centenares de veces- y otros pasajes no argentinos pero carentes de especial interés, de modo que el volumen ha quedado reducido a menos de la mitad de la edición original y aun así sobrepasa las 600 páginas.
Los muy devotos seguirán buscando la edición completa, pero quienes la leyeron recordarán haber pensado que Martino había llevado el empeño notarial demasiado lejos, de modo que se agradece esta versión expurgada donde no falta nada de lo fundamental, que es mucho. Desde 1947, Bioy se propuso dejar un testimonio exhaustivo de su estrecha relación con Borges, a quien veía casi diariamente, de los libros que leyeron juntos, de los proyectos que imaginaron o emprendieron, de los comentarios jocosos o admirativos sobre los escritores conocidos y las obras ajenas, de las largas horas de conversación en las que ambos se despachaban a gusto, a menudo en casa de Bioy, adonde Borges fue a cenar de forma asidua durante décadas. Estas páginas son un tesoro que evoca la erudición, la brillantez y el ingenio proverbial del maestro, también su famosa arbitrariedad y su raro talento para la injuria.
Fuente: http://www.diariodesevilla.es/
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