Las cuevas de Altamira nos probaron que la fascinación por las imágenes no es fruto de tecnologías avanzadas. La datación remite al paleolítico y su expresión inicial fue zoomórfica. Lo que es permanente es la reverencia y el temor que suscitan, o la belleza y el espasmo que provocan. Lo testimonian los jeroglíficos egipcios así como los retratos y esculturas definidos por su frontalidad plana, su visión extática, su nimia naturalidad, su dimensión colosal o su sino claustrofófico. De la mano de los griegos surgió el ideal atlético con sus rasgos ensalzando el esfuerzo, el riesgo y la fiesta al aire libre, la desnudez, la autoconservación y la anatomía. Su escultura dió vida al bronce y el mármol en la proporción y la armonía. Su gloria es la de Fidias, Praxíteles y Policleto. A los romanos les importó mas el aspecto humano, el esplendor del poder y el registro de la grandeza. Sus retratos imperiales exhiben el rsgo clave de los césares desde el inculto Claudio hasta el siniestro Caracalla, sin obviar al reflexivo Marco Aurelio y el majestuoso Adriano. La columna de Trajano es tal vez el mejor registro visual de la cultura clásica, cuyo ocaso vino de la mano con el rechazo de la idolatría de estirpe judía que el cristianísmo reivindicó en los primeros siglos de nuestra era. Tanto los padres de la iglesia como el movimiento iconoclasta del siglo VIII rechazaron el uso de imágenes y su entronización en el culto, apesar que ya desde el siglo V se les asignaba una función mágica y de que el emperador Justiniano II en e siglo VII ya había puesto la imágen de Cristo junto a la suya en la otra cara de la moneda. Los primeros cristianos no osaban representarla por el recuerdo vivo aun de su calvario. En el siglo IV se usaban imágenes con fines didacticos y solo hasta el VI y el VII adquieren caracter sagrado. La furia iconoclasta retornará en el XVI con la reforma protestante. En Bizancio no se conocerá del todo la libertad de los artistas de Occidente, pero prevalece la belleza asociada a la religiosidad ejemplificada en el PANTOCRATOR. Por su parte el islam desde sus orígenes y hasta hoy ha condenado el uso de imágenes para efectos religiosos. Su fundamento se basa en el libro sagrado donde no hay alusión explícita, hecha si por el profeta Mahoma. El paso de mongoles, turcos y helénicos por Oriente medio pudo haber cambiado la historia de una religión enfurecida recientemente por una caricatura, pero solo alcanzó a dejar en el siglo XIV la introducción de las técnicas persas y chinas en el arte de la iluminación de los manuscritos del arte timúrida cuyo VIAJE NOCTURNO DEL PROFETA reposa en Paris. Todo esto me lo contó Daniel Boortin en ese interesante libro llamado los creadores y te lo cuento a ti Ligia para agradecerte por tus fotos, forma contemporánea de atrapar en una cámara el temor, la reverencia, el asombro y la belleza de algunas cosas.
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Viajando por Nuestro Mundo
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