Querida María Elena:
Buscando un papel que guardé dentro de un libro, encontré una tarjeta del día que te homenajearon en la Academia Argentina de Letras. “Vení, si podés. Va a estar lindo”, me dijo Barcia cuando me la entregó en su despacho, dos días antes del acto. Pero no pude ir. Ahora es tarde para lamentos o para buscar justificativos.
Hoy, cuando supe la noticia, se me escapó un NO incontenible. Cambié de canal el televisor; revisé los diarios digitales. Todos los medios se encargaron de confirmarlo. Entonces me dieron ganas de sentarme al piano y empezar a tocar tus canciones.
Con vos, María Elena, se fue una parte de mi infancia y de mi adolescencia, la de Canciones para mirar y Novios de antaño, Juguemos en el mundo y Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes. Y aunque no llegué a conocerte personalmente, me había acostumbrado a hablarte cada tanto por teléfono, para conversar unos minutos cuando estabas de ánimo como para hacerlo. (La última vez, hace poco, me habías contado unos recuerdos de Victoria Ocampo, cuando homenajeó a Indira Gandhi en San Isidro.)
A Leopoldo (“Brizuelita”) le debo haber conversado con vos. Una tarde, acá en Necochea (caminando por la playa, a la altura de la Rambla donde estrenaste Canciones para mirar, en 1961), hablábamos de Tejiendo agua. Me contó que le habías regalado una mochila para que fuera repartiendo ejemplares por la calle Florida, como habías hecho con Otoño imperdonable, cuarenta años antes. Y entonces le pregunté por vos. Me dijo “Con María Elena nos quisimos de entrada, ¿sabés? Fue muy generosa conmigo. Yo la conocí en el ’78, en plena dictadura. Nos veíamos muy seguido, me recomendaba lecturas. Le debo mucho a María Elena”. Seguramente le habré dicho que me interesaría conocerte, porque a la mañana siguiente me llamó por teléfono y me dijo “Anotá. El número de María Elena es … y la dirección …. Llamala.”
Creo que el primer llamado fue a fines del verano, cuando todavía las flores inundaban de olor el jardín lleno de plantas (jazmines y madreselvas, pero bien criollos, no de España ni de Portugal). Hablamos poco, pero pude decirte cuánto admiro tu obra, y que crecí con ella.
¿Cuántas veces habré tocado “Manuelita”? Miles. “Postal de guerra” y “Sin señal de adiós”, muchas más. Ahora mismo, mientras te escribo, tengo la sensación de escucharte cantando:
Porque tu presencia seguirá entre nosotros, María Elena. Siempre vas a estar acá, con los que crecimos con tu música, tus cuentos, tus versos, tus novelas.
Imagino que allá arriba todavía te estarán dando abrazos de luz. Seguramente ya habrás recibido los de Victoria Ocampo y Gandhi, tu caro Wolfgang y el señor Juan Sebastián, los de Andersen, Perrault, Proust y los de tantos chicos y grandes que te quisieron en todo el mundo. En uno de esos abrazos anónimos, encontrarás, también, el mío. ¡Hasta siempre, María Elena!
A María Elena Walsh, coronada de gloria y de luz
Axel Díaz Maimone
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5 comentarios:
Gracias, queridísimo amigo, por confiar tus sentimientos íntimos a este lugarcito. Tenés casi la edad de mis hijos y ellos, como vos, la querían muchísimo y siguen estando tristes mientras cantan sus temas que ahora comparten con sus propios hijos. Hace apenas unos días, tres generaciones estábamos cantando Manuelita. ¡Fue hermoso! Gracias por tan lindo recuerdo. No dudes que los abrazos de luz seguirán tocando su alma, pero ella mísma irradiaba luz propia y la compartía con nosotros. Hay personas en nuestras vidas que dejan huellas profundas en el alma. Mucha luz para vos, amigo de mi alma. Mucha luz para María Elena.
P/D: Estoy segura de que ya sabe de tu carta y está feliz. Este es un lugar mágico.
¡Qué hermoso poder compartir estos sentimientos íntimos! Esa voz que habla en las líneas que van llenando la carta, cautiva con su ritmo, con sus palabras tan llenas de añoranza y amor, de respeto y admiración. Me ha conmovido...
Gracias Guerrera de Luz, por llevar tu mensaje hasta lugares donde te podemos alcanzar.
Nos dejó una inmensa obra a grandes y chicos, nos enseñaste, nos alegraste, enterneciste, acompañaste y formaste desde nuestra infacia a mi generación, a la de nuestros hijos y nietos .. que más pedirte ! te recordaremos con respeto, alegría y ternura. Gracias !!!!
Era una gran mujer, humilde, nos dejó toda su literarura, tenía la humildad de los grandes.
Cuando hizo la canción de la cigarra que la cantaba Mercedes Sosasiempre pensaba dos ídolas, dos grandes.
Hoy se han juntado en el cielo.
Gracias por dedicarle un lugarcito en este blog a tan bellísima persona.
Hasta siempre Maria Elena
Bienvenida Lector cómplice y gracias por tu comentario.Realmente sería un honor tenerte como mi camarada de camino en esta rayuela hermosa que es la vida mísma. Gracias a ti amiga.
Exactamente María. Axel ha expresado en su carta mucho de lo que sentimos .Siempre Maria Elena, al igual que otra Grande como lo es Mercedes,estarán en nosotros.Un beso y gracias por tu comentario
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