En una época de bohemia y glamour casi olvidada, célebres escritores de lengua española se vieron atraídos por el encanto de Montevideo y sus tertulias interminables, un hechizo que los hoteles Cervantes, Carrasco y Plaza Fuerte, donde se alojaron esas figuras de la literatura universal, quieren resucitar hoy.
Los argentinos Julio Cortázar (1914-1984), Jorge Luis Borges (1889-1986) y Adolfo Bioy Casares (1914-1999) eligieron el Cervantes, un modesto establecimiento del centro de Montevideo, para pasar sus noches en la capital uruguaya, mientras que el español Federico García Lorca (1898-1936) estuvo una larga temporada en el lujoso Carrasco, en el lugar de veraneo de la alta sociedad porteña de entonces.
Es conocida la casa que el chileno Pablo Neruda (1904-1973) tenía en el balneario uruguayo de Atlántida, pero poco se sabe de los días que el poeta pasó en la capital uruguaya, casi de incógnito, bajo los techos de un coqueto hotel de la Ciudad Vieja llamado actualmente Plaza Fuerte.
De estas visitas no quedan más que leyendas, viejas anécdotas y alguna que otra placa conmemorativa. Sin embargo, a través de sus escritos y sus vicisitudes personales, es posible descubrir la huella que dejaron esos establecimientos en tan ilustres huéspedes.
UN HOTEL, DOS CUENTOS DE MISTERIO
Bioy Casares achacó la “casualidad” a un hecho del que estudiosos e intelectuales han escrito durante décadas. El cuento de Cortázar “La puerta condenada”, publicado en 1956; y el relato de 1962 “Un viaje” o “El Mago Inmortal”, de Casares son, a grandes rasgos, prácticamente idénticos. Tienen en común un personaje principal, un comerciante que viaja a Montevideo por motivos laborales, y una trama en la que misteriosas voces procedentes de una habitación de hotel turban el sueño del protagonista.
Cortázar sostuvo que en esta coincidencia había un mensaje indescifrable, una tercera voluntad, tal vez porque más allá de la concurrencia argumental, ambos relatos hacían referencia a un pequeño hotel situado en el centro de Montevideo: el Cervantes.
“A Petrone le gustó el hotel Cervantes por razones que hubieran desagradado a otros. Era un hotel sombrío, tranquilo, casi desierto”, arranca el cuento de Cortázar.
“Juraría que al chofer del taxi le ordené: “Al hotel Cervantes”. Cuántas veces, por la ventana del baño, que da a los fondos, con pena en el alma habré contemplado, a la madrugada, un árbol solitario, un pino, que se levanta en la manzana del hotel”, narra el protagonista de Bioy.
El hotel Cervantes fue inaugurado en 1927 y contaba con 63 habitaciones, un teatro independiente, dos salones y terrazas al estilo andaluz. Para cuando fue visitado por ambos escritores argentinos, unos 30 años después de su apertura, “era un lugar ya descuidado por el paso del tiempo”, explicó el crítico literario uruguayo Rodolfo Fattoruso.
TRAS LAS HUELLAS DE NERUDA
“(...) Pero el terco del conductor me dejó frente al hotel La Alhambra. Le agradecía el error, porque me agradan los cuartos de La Alhambra, amplios, con ese lujo de otro tiempo; diríase que en ellos puede ocurrir una aventura mágica”. Así continúa Bioy Casares su relato ambientado en Montevideo.
Finalmente, su protagonista se hospedará en La Alhambra, un lujoso hotel de la capital situado en la Plaza Matriz. Antes de ubicarse allí, el La Alhambra ocupaba un coqueto edificio entre las calles Sarandí y Bartolomé Mitre, en el corazón de la Ciudad Vieja.
Se trata del actual Hotel Plaza Fuerte, un centenario establecimiento que en 1995, después de ocho años en desuso, fue objeto de una costosa rehabilitación. Para entonces ya era considerado uno de los edificios más bellos y emblemáticos de la zona, más aún cuando cuenta con una curiosa leyenda, cuyo protagonista es el poeta chileno Pablo Neruda.
En 2006, el grupo español Capital Hoteles se hizo con el establecimiento y, desde entonces, su gerente, Marcelo Añón, ha movido cielo y tierra para poder dar con los documentos que acrediten la estadía del poeta en alguna de sus habitaciones.
Fue el anterior gerente del Plaza Fuerte, Miguel Cattivelli, el que le contó a Añón la curiosa historia: unos días después de la reapertura del hotel, Cattivelli recibió la visita de una mujer. Se presentó como una antigua librera del barrio y contó que años atrás, alrededor de 1945, era una asidua del Plaza Fuerte, donde acudía casi diariamente para suministrar libros siempre al mismo cliente: Neruda.
“Me he llenado de polvo revolviendo en los sótanos del hotel, hemos investigado archivos y hasta consultado con la policía”, aseguró el gerente, que aún no ha conseguido hacerse con la prueba física que indique que Neruda estuvo allí porque, como explicó, de aquel entonces el hotel no conserva registro de huéspedes. Además, las autoridades tampoco tienen recogidas las idas y venidas de la “población flotante” de la época.
En cualquier caso, a Añón no le resulta difícil imaginarse al autor de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” eligiendo su hotel para quedarse los días que pasó en Montevideo, “seguramente atraído por una mezcla de “glamour’ y bohemia que se respiraba por entonces en la Ciudad Vieja”, nombre del casco antiguo de la capital uruguaya, apostilló.
“YERMA, A ORILLAS DEL RÍO DE LA PLATA”
Para su estancia en Montevideo en 1934, Federico García Lorca prefirió el lujo y el confort del Carrasco, un monumental hotel inaugurado en 1921 y en desuso desde hace más de diez años.
Está ubicado en la zona de Carrasco, actualmente el barrio más selecto de la capital y que entonces era el lugar de veraneo más lujoso a ambas orillas del Río de la Plata, pero de sus años de esplendor hoy sólo quedan grandes salones oscuros y derruidos, además de una placa de bronce en recuerdo a la estadía del poeta, que desde una habitación con vistas al río compuso el tercer acto de su tragedia “Yerma”.
Desde hace unos meses Carrasco Nobile S.A. -integrada por el grupo español Codere y el francés Sofitel- trabaja en la rehabilitación del majestuoso edificio donde, según cuenta el escritor José Mora Gaurnido en su libro “Federico García Lorca y su mundo” (Editorial Losada, 1958), el poeta fue sometido “a una especie de amable y disimulado secuestro”. Al parecer, sus amigos en la ciudad, entre los que estaba el también poeta Enrique Díez Canedo, entonces embajador de España en Uruguay, lo perdieron de vista. Cada vez que le llamaban al hotel, les decían que el poeta no estaba. Cuando después de unos días decidieron ir a visitarle, allí se encontraba, en su habitación, concentrado en su escritorio y escribiendo el tercer acto de “Yerma”.
“Estamos trabajando en recuperar el hotel tal y como había sido pensado en su origen” , apuntó el director del proyecto, Guillermo Arcani, quien explicó que en la rehabilitación, que ya está en marcha, se combinarán las técnicas más modernas de reconstrucción con las mismas que se utilizaron para ponerlo en pie, sobre todo en su espectacular fachada de estilo afrancesado.
La mejor forma de recuperar la elegancia de la que hizo gala durante décadas. Un ingrediente que siempre acompañó al Carrasco, al Cervantes y al Plaza Fuerte, pero que no fue el único aliciente por el que tan célebres escritores llegaron hasta sus habitaciones, ya que tal y como versa la cita del Quijote con la que Bioy Casares comienza su relato montevideano: “O cómo o para qué nos encantó nadie lo sabe”.
“El Cervantes era una especie de emblema. No tenía ningún motivo para ser importante, ni por su servicio ni por una gran tradición, pero se hizo a sí mismo”, apuntó el crítico uruguayo Rodolfo Fattoruso, especializado en la literatura de otro célebre huésped del hotel, Jorge Luis Borges.
“El centro no era lo que es hoy. Había muchos bares y una suerte de bohemia de la que él (Borges) participaba”, contó el experto.
La vida en Montevideo para Borges, que pasó varias temporadas en la ciudad entre los años 1945 y 1955, giraba en torno a dos lugares: el Cervantes y El Tupí, un bar situado a pocas calles del hotel, donde “se desarrollaba la vida de las tertulias”, añadió Fattoruso.
Declarado Monumento Histórico Nacional en 2002, el viejo Cervantes se convertirá en 2011 en el cinco estrellas Esplendor Cervantes Montevideo. Con una inversión de 8 millones de dólares del grupo argentino Fën Hoteles, el nuevo hotel ya está siendo reformado para albergar 85 habitaciones, un salón de eventos, restaurante, salas de lectura y un spa.
Fiel a su herencia, la puesta en funcionamiento del Cervantes será el punto de partida para crear una nueva zona de interés cultural y turístico en la ciudad: el Barrio Literario.
“La idea es fomentar la radicación de librerías, bares literarios y otros comercios afines, apoyar proyectos de actividades literarias y artísticas, y otorgarle al área una nueva estética siempre preservando su aspecto tradicional”, dijo Eduardo Quintans, portavoz de la Intendencia de Montevideo.
TEXTOS. SHANI GERSZENZON. FOTO. EFE REPORTAJES Y EL LITORAL
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