quise escribirte algo, y no me sale...
Porque sabés ahora que escribo y quería escribirte algo lindo,
pero no me sale...
Quise recordarte y recordarme en momentos compartidos,
pero no...
Quizá no te diste cuenta y con tu inmenso amor guardaste los recuerdos en algún cofrecito,
de ésos que siempre tenias preparados para "protegerme del mundo"
y, en otro descuido, no sabés donde pusiste la llave...
Mucho menos me acordaré yo...
Quise recordarte joven, imaginarte,
pero no....
Una risa, o quizás una lágrima compartida,
pero no...
Una canción, un juguete, una foto,
pero no...
Un cuento de esos que sabés que amo tanto y que ahora me cuento,
pero no...
Alguna fiesta de cumpleaños, un Papá Noel,
pero no....
Traté de imaginarte en tantos lugares y momentos,
pero no...
Una fiesta del cole, haciéndome algún disfraz ...
charlando con mis amigos...
(amigos... hmmm no, no tuve... cierto...)
Un club, un deporte, no, porque esos lugares no son para nenas....
¡Ah! Una excursión con los chicos del cole, no, por lo mísmo...
¿Tuve todo eso? ¿Vivimos todo eso?
Sólo te recuerdo a mis nueve años, llorando porque me "arrancaban de tu lado" para llevarme al colegio...
Sí, recuerdo el crecer de golpe y tuve trece años...
y no me gustó.
Hay cosas inolvidables que marcan la vida de cualquier persona
y estoy entre las que están marcadas por esos feos recuerdos...
salvándote dos, tres, cuatro veces, de algún micro que pasaba y vos también buscabas,
o escondiendo toda pastilla que estaba en la casa para que no la tomaras.
Temía tanto esos momentos... y, sobre todo, cuando dejabas de caminar y de hablar y sólo yo te entendía, cuando abrias los ojos tan grandes que me asustabas. ¡Qué tonta! Sólo me pedías que te cambiara la ropa interior ante la llegada de los médicos, que por supuesto conocian la dirección de memoria. Eras tan "coqueta"...
Y nuevamente internaciones, estudios...
Eso sí, internada, pero con los mejores sanatorios los mas caros, y allí acudían todos los servicios: peluquería, manicura... y joyas y más joyas...
No me sentía capacitada para manejar una casa
(nunca me enseñaste como hacerlo).
Lo que me preocupaba más era elegir los nuevos muebles a tu gusto y como siempre,
porque si no, no regresabas.
La casa con los mismos muebles te deprimía...
Y sin importante el dinero que costase, tenías toda la casa vestida de pies a cabeza como vos querías... Entonces regresabas tal cual lo haría una reina a su palacio, deslumbrante, resplandeciente de tanto oro que recibias en cada internación, cuando tu amado hacia lo imposible para concederte todo.
y yo,tenia tanto oro como vos, no se si a mi edad pesaba mas todo que eso que yo mísma y vestida de invierno.
Me puse muy contenta el día que de un tirón, me arrancaron tres cadenas de distinto grosor y varias medallitas de ese frio oro que no soportaba ni mi cuello,ni en mis dedos ni en muñecas ni en mi vida.
Y tantas veces lo mísmo...
Y asi fuí creciendo, y te presté mi vida para que la vivieras...
Decías que te faltó de todo en tu niñez y en tu juventud,
y te las presté, aunque muchas veces sentí que me las robabas.
No me gustó cambiarme el color del cabello a los trece años,
ni usar tacos, ni maquillarme,
ni ir a piano, ni a inglés, ni a francés.
Tampoco me gustaba pasear ese odioso y asqueroso perro boxer por la orilla de la calle
haciéndome la niña bien (lo que no me salía bien porque no quería parecerlo)
con mis tacos altos, mi pelo largo y rubio, maquillada, y vestida por las mejores casas del momento...
No me gustaba porque no era yo... Eras vos, creo.
Tampoco me gustaba que vinieses al baile conmigo,
pero era la única manera de poder escuchar a mi grupo preferido
o estar "desde lejos" con mis amigos.
Mientras otras chicas de mi edad ya salían solas a los "boliche de onda",
yo, en el club de barrio y con vos...
Siempre fui obediente. Por momentos me sentía esclava.
Eso sí estudié en el colegio y sabía bien su significado.
Si, en ese odioso colegio de monjas, el más caro que existía, donde no hablaban de amor ni de Dios. Dios, que tampoco me lo enseñaste y sola lo conocí en la vida, o Él me buscó... (no sé cómo es la historia todavía).
El día que me escapé de ese colegio caro entendiste mi simplicidad y lo distinta que soy.
Creo que empezaste a verme con otros ojos.
Gracias porque me escuchaste y seguí estudiando luego en una escuela en la que pude ser feliz, pese a que era precaria pero con respeto a los valores humanos. Ahí fuí feliz, porque fuí yo.
Linda época la de los bailes. Me tenía que ganar la salida, pero siempre con mi astucia de mujer lo logré. Sabías que la música era todo para mí y yo sabía que actuarías en consecuencia.
Muchas veces no tenía ganas de ir porque quizás no estaría "ese alguien" que una espera encontrar,
pero debia hacerlo por vos, porque era la única salida que tenías.
Te casaste joven, lo sé. Debe haber sido por eso, supongo.
Pero al llegar alli no la pasaba tan bien, realmente sentía vergüenza.
No me gustaba ser la risa de ellos cuando los hacías poner en "fila india"
para ver cómo estaban vestidos,
y elegir vos con quién podía y con quién no podía salir a bailar.y no solo eso, sino que al preguntarte ellos si "vos elegías" muy tranquila y mirándolos de arriba a bajo le decías todo lo que pensabas de su "aspecto"
¡Claro! Tenían que estar "a la par mía", de "la chica bien de la ciudad", "porque era la hija de"...
Según la ropa, el color de piel o su "status", podía o no bailar conmigo.
Pero, ¿sabés? Yo sólo quería divertirme, tener amigos y amigas, y ser yo...
¿Qué más se puede pedir a esa edad?.
Pero así de corta como fue mi niñez voló mi adolescencia. En un abrir y cerrar de ojos se planeó mi casamiento. ¡Claro!, con otro "chico bien" del momento y económicamente a la par nuestra o tal vez mejor.
Éramos tan chicos... Cuando nos dimos cuenta de lo que estaba pasando entre nuestros padres, decidimos enfrentarlos. Le decíamos que éramos demasiado jóvenes, que no estábamos seguros, que queríamos ser amigos eternamente porque nos queríamos sí, pero no para casarnos...
Él, otro obediente como yo.
Y de repente nos vimos vestidos de novios, no antes de que toda la ciudad supiese que se llevaba a una virgen. Eso perduró por los años y años. Me sentí realmente como un trofeo: el mejor postor, el que tenía mejor "dote", se llevaba la "nena virgen".
Continuará....
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