¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?

Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.

El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.

Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?

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Semblanza de algunos escritores - por Delfina Acosta

Madame Bovary es una novela que ningún escritor debe dejar de leer. Su autor, Gustave Flaubert (1821-1880), se sumergió en un proceso creativo que le llevó casi cinco años de su vida. La mitad de una década.
A menudo se hace encuestas entre escritores y personalidades de la “realeza literaria” buscando saber cuáles son los libros de su preferencia, y Madame Bovary sale gananciosa, en un preciado segundo lugar, después de Don Quijote, escrito por don Miguel Cervantes Saavedra (1547 - 1616)(en la imagen de la nota). Se dice de la novela que es parte del movimiento llamado romanticismo tardío. No. Yo creo que no se puede clasificarla porque eso significaría aprisionarla en algún grado. Madame Bovary es una obra que permanentemente servirá de inspiración a los lectores y escritores pues la vida, sus pasiones, sus arrebatos, sus vaivenes, su dulzura, sus prejuicios, sus dramas pasan por ella. Y si bien Gustave Flaubert fue su autor (decía su familia que a veces se manifestaba como un hombre neurótico), los dioses pusieron el hilo de sus estrellas en sus páginas.
La metamorfosis, del escritor Franz Kafka (1883- 1924), es una obra que está siendo injustamente relegada en estos tiempos que corren.

Entre la magia y el oficio consumado, la obra cuenta la historia de un hombre que despierta convertido en cucaracha. Y es el lenguaje, que aborda una suerte de realismo mágico, el que va registrando los primeros movimientos de Gregorio Samsa cuando intenta, convertido ya en insecto, levantarse del lecho. Ah..., el susto de la familia al ver a su Gregorio convertido en una horrible cucaracha, y la irritación —después— de los familiares que reniegan de la situación, son captados con un lenguaje que a mi modo de ver, es una especie de pequeño meteorito literario caído en la literatura universal. Meteorito que deslumbra a los lectores, los escritores y los críticos literarios.
Y luego está Don Quijote, obra maestra, madre de todas las criaturas que nos lleva a regiones infinitas de la revelación literaria, porque el lenguaje con que fue concebido es un ejemplo de Arte, pura excepción. ¿No son acaso un verdadero divertimiento para el alma triste aquella estadía del caballero andante en el hostal o la posada donde se resiste, caída ya la noche, a los empeños amorosos de una moza, pues su corazón pertenece solamente a Dulcinea del Toboso?
Quien leyó Don Quijote termina cavilando sobre lo “inexplicable” que resulta que se hayan podido escribir dos enormes tomos de una obra genial, considerando que no hay desperdicio en hoja alguna, y que todo en la novela revela un lenguaje cuyo flujo y reflujo literario provoca admiración en críticos, escritores y lectores.

¿Y qué decir de los entremeses?
¿Y de la novela La Galatea?

¿En qué tiempo escribió tanto y haciendo uso de tan extraordinaria manera o modo?
Entonces, pues, considerando que tenemos maestros tan dignos como ejemplares, no nos rindamos los escritores, y busquemos la forma que enamora, si poesía escribimos; y la prosa que deslumbra, si pergeñamos un cuento.
 

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