¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?
Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.
El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.
Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?
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Mario Vargas Llosa, la historia secreta de un premio
Enviado por monografias.com
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Mario Vargas Llosa ha sido distinguido con el premio Nobel de Literatura 2010. No hay duda que lo ha buscado; por lo tanto, pocas veces con mayor precisión podría decirse: “Usted se lo merece”. Un muy esquemático recorrido por su trayectoria confirma esa aseveración. Sus novelas y cuentos que circulan en los años sesenta impulsados por las mareas expansivas del boom: Los jefes (1959), La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1966), Los cachorros (1967), Conversación en la catedral (1969), exhiben un conjunto de procedimientos narrativos como rasgo propio y distintivo: el monólogo interior, la fragmentación de voces y perspectivas narrativas, la ruptura de la linealidad temporal, el montaje de series que se entrecruzan. A pesar de que esos procedimientos habían sido utilizados por otros escritores latinoamericanos desde la vanguardias de los años 20, Vargas Llosa establecía un vínculo, a menudo groseramente directo, entre esa “innovación narrativa”, concebida de forma falaz y con notable ignorancia como una gesta de modernización superadora de una supuesta parálisis en la que estaba sumida la literatura latinoamericana estragada de realismo costumbrista, por una parte y, por otra, la necesidad de salir del atraso social y económico de la región incorporándose a la dinámica del mundo desarrollado.
En cambio, en lo que sí debe reconocerse a Vargas Llosa su carácter de pionero es en su alineamiento con el programa de la revolución conservadora que Reagan y Thatcher encabezaron en los años ochenta y, luego, con el consenso de Washington en la década siguiente, ningún otro intelectual latinoamericano fue más consecuente con la defensa de la libre empresa y de los intereses del capital concentrado en América Latina. En ese aspecto ha ejercido un rol que nadie alcanza igualar.
Especialmente desde La guerra del fin del mundo (1981), una versión reaccionaria del levantamiento de Antônio Conselheiro y la guerra de Canudos, e Historia de Mayta (1985), centrada en el arrepentimiento de un militante trotkista que hace una revisión crítica de su militancia, su obra de ficción puede ser leída como narrativa de tesis, articulada a partir de un elenco reducido de motivos ideológicos. Las ficciones que luego siguió publicando, cargadas de lugares comunes y reiteraciones, que su indudable talento narrativo no alcanza a disimular, han circulado en renovadas ediciones sostenidas sobre eficacia del poderoso logo Vargas Llosa.
Pero donde su programa se manifiesta de modo nítido es en su obra crítica, incluso más aún que en su actividad periodística, en particular en los ensayos La utopía arcaica (1996), sobre la obra de José María Arguedas y El viaje a la ficción (2009) en el que aborda la obra de Juan Carlos Onetti. En 1968, en la Washington State University, Vargas Llosa lee una conferencia en la que devela las claves y el proceso de escritura de su novela La casa verde, que fue luego publicada en Tusquets bajo el nombre de La historia secreta de una novela (1971). Sería quimérico imaginar que repita el mismo gesto con esos dos ensayos, es decir, que revele a sus lectores las estrategias a partir de las que ha leído críticamente la obra de Arguedas y de Onetti reduciéndolas a módulos ejemplares de un programa ideológico alejado y contradictorio de las poéticas de esos grandes escritores latinoamericanos. ( Ver mi artículo “Vargas Llosa se ha declarado en default” en http://www.sintagmas.com.ar/notas.asp?con_codigo=852&aut_codigo=240&men_codigo=17 )
El premio Nobel de Literatura no consiente ser cuestionado exclusivamente desde la literatura, hay otros componentes que participan en esa distinción. No me caben dudas de que, a lo largo de los años, Mario Vargas Llosa ha intervenido activamente en una compleja madeja de redes de influencias con el objetivo de alcanzar ese logro, para lo cual debió involucrarse en operaciones que no están directamente vinculadas a la escritura literaria. Por eso considero que después de haber bregado tanto, merece haber sido premiado. Hay muchos pocos casos de hombres públicos en los que búsqueda y consumación de un resultado estén más relacionadas que en su caso.
Roberto Ferro
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