¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?

Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.

El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.

Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?

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El Aleph, Babilonia, Babel


Todos conocemos la trascendencia de los escritos de Borges en el universo literario de la cultura. Se sabe mucho menos de la actualidad que registran en el mundo de los científicos y en el hemisferio Norte. Es interesante por eso referir algunos ejemplos de la singular presencia de este argentino en libros, publicaciones y citas de personalidades de la ciencia que relacionan logros de su imaginación y su talento con propias disciplinas y problemas. Veamos tres ejemplos.


Primer ejemplo. A mediados del 2006, Francisco Walter Molina, un argentino Ph.D. en Systems Science que trabaja en la universidad de California en Los Ángeles (UCLA) publicó en "La Nación" una nota titulada "De El Aleph a internet", en la que muestra la insólita relación anticipatoria que manifiesta el cuento que Borges publicó en 1949 donde describe el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, con el origen de internet. Relataba el trabajo de un grupo de su universidad dirigido por el Dr. Leonard Kleinrock que abrió el proceso de la invención de internet. Fue el logro en 1969 de que dos computadoras conectadas a través de líneas telefónicas intercambiaran mensajes utilizando la técnica de "conmutación de paquetes" de información que constituyó el inicio de un curso complejo de pautas progresivas en fechas diferentes hasta los 90. Nuestro compatriota quería mostrar, por un lado, que el profesor Leonard Kleinrock es el padre indiscutible de internet (algo que confirmaría, anotamos, su obtención en el 2008 de la National Medal of Science). Por el otro lado, que "El Aleph", el famoso cuento en el que Borges desafiaba a sus lectores metiendo todo el universo y toda la historia en una esfera del tamaño de un ojo humano –sin saber que su observatorio de la calle Garay se convertiría en una realidad tecnológica– es una anticipación literaria providencial de lo que vendría a ser internet. "Jorge Luis Borges – escribe eufóricamente el doctor Molina en su artículo– es el primer nativo del continente americano que puede ser considerado junto con el italiano Leonardo da Vinci (1452-1519), el francés Julio Verne (1828 -1905) y el inglés H. G. Wells (1866-1946), uno de los precursores de los grandes avances tecnológicos del siglo XX". Cierra: "¡Qué observatorio formidable, señor Borges! Qué observatorio formidable, doctor Kleinrock!"



Segundo ejemplo. Steven Pinker, catedrático del Massachussetts Institute of Technology, psicólogo evolucionista, lingüista y miembro de la National Academy of Sciences, publicó en el 2002 un libro que en traducción lleva por título "La tabla rasa" y por subtítulo "La negación moderna de la naturaleza humana". Su capítulo 4, que se ocupa de la cultura (a la que define como "un fondo común de innovaciones tecnológicas y sociales que las personas acumulan para que les ayuden a vivir la vida"), está encabezado por una transcripción del párrafo inicial de "La lotería de Babilonia". Allí Borges presenta su historia con palabras memorables: "Como todos los hombres de Babilonia, he sido procónsul, como todos, esclavo; también he conocido la omnipotencia, el oprobio, las cárceles. Miren, a mi mano derecha le falta el índice"… Pinker quiere hacer clara la metáfora. La lotería de Borges, explica, empezó como el juego familiar en que un cartón se lleva el bote. Pero, para aumentar el suspense, los organizadores agregaron unos pocos números que a quien los tenía en su cartón le suponían una multa, en vez del premio. Luego impusieron penas de cárcel a quienes no pagaran las multas, y el juego se extendió hasta convertirse en un sistema no monetario de premios y castigos. La lotería llegó a ser autónoma, ineludible, omnipotente y cada vez más misteriosa. La gente empezó a especular sobre su funcionamiento e incluso sobre si seguía existiendo. Pinker juzga que el relato borgeano, esa feliz metáfora de la lotería, "tal vez sea la mejor representación de la idea de que la cultura es una serie de roles y símbolos que descienden misteriosamente sobre unos individuos pasivos".



Tercer ejemplo. El físico Freeman Dyson firmó en la "New York Review" del 10 de marzo de 2011 un análisis del libro de James Gleick titulado "The Information: A History, a Theory, a Flood" (La información: una historia, una teoría, una inundación). Dyson comenta, luego de un amplio análisis de su parte histórica, la apreciación del libro sobre la existencia de dos visiones sobre el futuro del mundo: una, la de una infinita serie de secuencias de científicos explorando encantados una interminable oferta de información; otra, la de quienes –artistas y escritores entre ellos– ven nada atractivo un futuro en el que deban nadar en un mundo inundado de datos. "Una visión más oscura de un universo dominado por la información, escribe el físico de Princeton, fue descripta en el famoso relato "La biblioteca de Babel" por Jorge Luis Borges en 1941". El libro de Gleick tiene un epílogo titulado "El retorno del sentido" expresando la preocupación de la gente que se siente alienada de la cultura científica que prevalece. El enorme éxito de la teoría de la información provino de la separación entre la información y el sentido; el dogma central declara que este último es irrelevante. (Claude Shannon, el autor de la teoría, quiso significar que la información puede ser vista con mayor libertad si es tratada como abstracción matemática independiente del sentido. La consecuencia de esta libertad es la inundación en que nos ahogamos). La información en tamañas cantidades nos recuerda, escribe Gleick, "la biblioteca de Babel extendiéndose infinitamente en todas las direcciones, la imagen de Borges para la condición humana".




Doctor en Filosofía
HÉCTOR CIAPUSCIO


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BIBLIOTECAS ESCOLARES, A CAPA Y ESPADA.


ESCRIBE ÁNGELA PRADELLI


SON EL VERDADERO CORAZÓN DE LAS ESCUELAS. OJALÁ TODAS ESTUVIERAN NUTRIDAS Y BIEN EQUIPADAS. PARA LA MAYORÍA DE LOS CHICOS SON LA VÍA PRIVILEGIADA DE APROPIARSE DE LAS POSIBLES LECTURAS DEL MUNDO.

Muchas veces me he preguntado por una definición posible de biblioteca escolar. Una definición que, como nos enseñó el filósofo Gastón Bachelard, pudiéramos abordar desde una poética del espacio. Cuáles serían las notas para esa definición si la pensáramos como signo; cuál es la intervención de su "cuerpo" en la vida de las escuelas, su articulación con los edificios dentro de los cuales funciona.

Sabemos que Borges se figuraba el paraíso bajo la especie de una biblioteca, pero ¿qué imagen construimos de las bibliotecas escolares los alumnos, los docentes, los padres, los escritores, los directores? Cómo observamos a ese organismo que algunos definen como el verdadero corazón de una escuela.

En varios de sus trabajos, el escritor y profesor George Steiner ensaya una hipótesis que resignifica el mito de Babel. Dice Steiner que, lejos de lo que siempre se afirma, la multiplicidad mil veces mayor de lenguas recíprocamente incomprensibles que antaño se hablaron en esta tierra no es una maldición. Steiner afirma que Babel es, por el contrario, una bendición. Y un júbilo. Y que todas y cada una de las lenguas son ventanas abiertas al ser y a la creación.

Tomemos esta idea de Steiner para poder pensar en espejo el concepto de biblioteca. Me refiero a las lenguas no sólo como los idiomas sino sobre todo como la multiplicidad de voces. A los múltiples lenguajes que hay incluso dentro de cada lengua. La biblioteca, que reúne varias lenguas y concentra muchos lenguajes, ¿no es una Babel bendita que nos permiten ver otros mundos a través de las lenguas?

La construcción lingüística dibuja en cada escuela una cartografía que une lenguas. "Llegué de Italia a los 12 años, cuenta el escritor Antonio Dal Masetto, y aprendí el idioma leyendo en una biblioteca de Salto, el pueblo donde habíamos ido a vivir con mis padres. Iba a la biblioteca porque me interesaban los libros. Había leído a Salgari, a Verne. Frente a la circunstancia de cambiar de idioma los libros sirvieron para incursionar en esta nueva lengua. No sé cómo habrán llegado los libros ahí, había de todo. Yo entraba y miraba los estantes y por ahí un título me sonaba, y a lo mejor era un título ilegible para mí, porque era filosofía. Pero me lo llevaba, intentaba, lo devolvía, volvía por otro".

Un chico de 12 años aprendiendo un idioma en el espacio de una biblioteca. Se trata del aprendizaje de una lengua, así que no son sólo palabras sino también matices, música, tonos, silencios. Dal Masetto, que luego será una de los más grandes escritores y hará de la lengua un oficio, aprende a hablar en una biblioteca. Ya no es una madre y un padre los que acercan las palabras sino que son los autores a través de sus libros y ese reemplazo resignifica la escritura.

Por otra parte, ¿alguien puede enseñar a hablar a otro si no lo ama? Si en la transmisión de una lengua siempre está presente el amor como vehículo, habría que pensar que en este relato de Dal Masetto el aporte quizás más importante sea la presencia del amor en quienes dan su palabra a los otros. Tendríamos entonces que pensar la biblioteca en términos de discurso, o mejor, de "fragmentos de un discurso amoroso".

Somos muchos los que, cada vez que entramos en una biblioteca, experimentamos una sensación física. Nada más poner un pie adentro para sentir en el cuerpo una perturbación leve. Aun en el silencio más absoluto se percibe una densidad en la atmósfera y llega a conmovernos. Allí, sobre sus estantes, en una espera que pudo haber sido infinita y jamás cesará, están las historias, las geografías, las religiones, los líderes, los dioses, los mártires, los santos, los dictadores. Cómo no sentir entonces al entrar cierta pesadez en la densidad de la atmósfera. El lenguaje que allí habita supo darle un valor a las palabras. Entrar en una biblioteca es como dar un paso a un vacío insondable, pero allí adentro somos sujetos que se desplazan para internarse siempre en la oscuridad remota y más propia.

Las palabras que allí habitan construyeron subjetividad y seguirán haciéndolo cada vez que alguien las pronuncie. Por eso cada uno de los discursos que habitan las bibliotecas intenta ordenar un cierto caos y espesan el pensamiento. Cómo no perturbarnos al entrar si en definitiva es nuestra interioridad lo que está en juego al contacto con el vigor de esas palabras.

Sobre la fusión de palabra y silencio amalgamados se instala la biblioteca en la escuela y desarrolla su vida en la que, como en un aleph exquisito, se superponen las presencias simultáneas de los escritores de todos los siglos.

Por eso, tal vez, una biblioteca puede ser una oscuridad insondable que al mismo tiempo nos ilumina.

Por: Angela Pradelli escritora y docente, premio Clarin de novela
Fuente: Clarín
Más información: http://www.clarin.com/
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