Como genio que fue, su pensamiento se avivó naturalmente con la poesía, el teatro, la pintura, la investigación histórica, el ensayo, la narrativa, la cerámica, la crítica de arte, el periodismo y hasta la locución radial.
Fue tantas veces premiada internacionalmente. Su poesía es clásica y va creciendo con el correr del tiempo, agigantada por la creatividad, la lucidez, la belleza, los conceptos vertidos en torno al diario existir, la capacidad humana universal. Sin desprenderse de la voz auténtica que se debía a sí misma supo hallar la fórmula para extender, para dar un vuelo de ave de todas las geografías a su palabra.
Gabriela Mistral, una presencia magistral de la narrativa y la poesía chilena, diplomática, pedagoga, ganó con sobrados méritos el Premio Nobel de Literatura en 1945.
Tal vez ese premio, que también lo merecía y cuánto, Josefina Plá, marcó una diferencia injusta entre ambas mujeres ante los ojos de los demás. Tal vez...
A la luz de los hechos puede decirse que Josefina cumplió con todos los deberes, pues honró al arte en sus variadas expresiones.
Formó parte o pieza fundamental de la generación del 40 (quizás la mejor que tuvo nuestro país) junto con Hérib Campos Cervera, Augusto Roa Bastos, Oscar Ferreiro, Elvio Romero y otros.
Iba ella, en su humilde vivienda ubicada en la esquina de las calles República de Colombia y Estados Unidos, de creación en creación, pues vivía en estado de pensamiento, de ideas, de necesidad de llenar papeles y más papeles de periódicos, semanarios, revistas y libros.
¿Cómo entender que en un país marcado por un destino particular, alguien pudiera desprenderse de la mediocridad del ambiente en poemarios como El precio de los sueños, aparecido en 1934, en obras de cerámica, en estudios sobre la historia, la literatura, donde su pensamiento crítico semejaba un trazo firme, sin temblor alguno del pulso?
Tuvo ética.
Vivió dignamente.
Abrió un camino para nuevas generaciones.
Nota de Delfina Acosta
22 de Enero de 2012
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