
Puso su corazón sobre la mesa.
Y lo dejó latir…
Y le otorgó licencia a su cerebro,
Para que no piense…
Los dos se rebelaron en su contra:
El corazón negaba sus latidos,
Y el cerebro negaba su licencia.
El no los escuchó.
Qué importancia tenían,
un viejo corazón gastado,
y un cerebro agotado,
ante EL AMOR…
El dolor del primero ante el desprecio,
Alertando el segundo la mentira.
Dos nimiedades puestas en tu contra,
No apagan tu sonrisa…
Y así fue el monstruo, de tu negro espíritu,
Manejando con saña a su muñeco.
Ora que baile, porque me divierte,
Ora que llore, para su tormento.
Pero llegó el final, cuando el veneno,
Comenzó a intoxicar todo su cuerpo.
Se murió el corazón, gritó el cerebro,
Y su apacible espíritu vistió,
La coraza y el casco de un guerrero…
Helo aquí, frente a ti, erguido y fuerte.
Con su espada fraguada en el dolor,
Ligera y refulgente.
Y su coraza impenetrable y dura,
Armada con retazos, de su corazón muerto.
Tu monstruo lo creó a su imagen,
Sin piedad, soberbio, invulnerable, necio.
Intenta manejarlo ahora…
¡Es tu muñeco!
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