¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?

Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.

El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.

Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?

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Guerero de la Luz online de Paulo Coelho

Anotaciones en aeropuertos

 Moisés separa las aguas

-A veces la gente se acostumbra a lo que ve en las películas, y termina olvidándose de la verdadera historia -dice un amigo, mientras observamos juntos el puerto de Miami -. ¿Te acuerdas de “Los diez mandamientos”?

-Claro que me acuerdo. Moisés (Charlton Heston) en un momento dado levanta su bastón, las aguas se separan, y el pueblo hebreo pasa a través de la gran masa de agua.


-En la Biblia no ocurre eso – comenta mi amigo – Allí Dios le ordena a Moisés: “Diles a los hijos de Israel que caminen” y sólo después de haber comenzado todos a andar, Moisés levanta el bastón y el Mar Rojo se abre.

»Sólo la valentía durante el camino hace que el camino se manifieste.

San Agustín y la lógica

San Agustín se convirtió por una sencilla señal. Durante años buscó en varias corrientes filosóficas una respuesta para el sentido de la vida. Cierta tarde, en el jardín de su casa de Milán, reflexionaba sobre el fracaso de toda su búsqueda. En ese momento, escuchó que un niño cantaba en la calle: “¡Tome y lea! ¡Tome y lea!”

Aunque siempre se había regido por la lógica, resolvió – en un impulso – abrir el libro que le quedaba más cerca. Era la Biblia, y allí leyó un pasaje de San Pablo que incluía las respuestas que estaba buscando.

A partir de entonces, en el pensamiento de Agustín, la lógica le dejó un lugar también a la fe, de manera que ésta tuviese también su participación. Fue por esto por lo que él llegaría a ser uno de los mayores teólogos de la Iglesia.


El sentido de la verdad

En nombre de la verdad, la especie humana ha cometido sus peores crímenes. Hombres y mujeres fueron quemados vivos. Se destruyó la cultura de civilizaciones enteras. Se marginó a los que buscaban un camino diferente.

Uno de ellos, en nombre de la “verdad”, acabó crucificado. Pero, antes de morir, nos dejó la gran definición de la Verdad.

No es lo que nos da certezas. No es lo que nos da profundidad. No es los que nos hace mejores que los demás. No es lo que nos mantiene en la prisión de los prejuicios.

La verdad es lo que nos da la libertad. “Conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres”, dice Jesús.


Artistas de la vida

He de vivir todas las gracias que Dios me ha dado hoy. Las gracias no se pueden ahorrar. No existe un banco en el que poder depositar las gracias recibidas, para ir empleándolas de acuerdo a nuestro deseo. Si no disfruto de estas bendiciones, voy a perderlas irremediablemente.

Dios sabe que somos artistas de la vida. Un día nos da un formón para esculpir, otro, pinceles y un lienzo, y otro día nos da una pluma para escribir. Pero nunca conseguiremos usar el formón en telas, o plumas en esculturas. A cada día, su milagro. He de aceptar las bendiciones de hoy, para crear lo que tengo; si hago esto con distanciamiento y sin culpa, mañana recibiré más.

El sapo y el agua

Un abogado amigo mío, Renato Pacca, me envía un texto interesante: varios estudios biológicos demuestran que un sapo colocado en un recipiente con el agua de su propia laguna, se queda inmóvil mientras estamos calentando el líquido. El sapo no reacciona al gradual aumento de la temperatura (cambios de ambiente) y muere cuando el agua hierve, hinchado y feliz.

Por otro lado, otro sapo que dejemos caer en ese mismo recipiente con el agua ya hirviendo, saltará fuera inmediatamente. Medio chamuscado, ¡pero vivo!

En ocasiones, somos sapos hervidos. No nos damos cuenta de los cambios. Nos parece que todo marcha muy bien, o que lo que no anda bien va a pasar, que es sólo cuestión de tiempo. Estamos a punto de morir, pero nos quedamos flotando, estables y apáticos, en el agua que no deja de calentarse minuto a minuto. Acabamos muriendo, hinchaditos y felices, sin haber llegado a sentir los cambios que se producían a nuestro alrededor.

Hay sapos hervidos que aún creen que lo fundamental es la obediencia, y no la competencia: manda quien puede, y obedece quien tiene juicio. En definitiva, ¿dónde está la vida de verdad? Es mejor salir medio chamuscados de una situación, pero vivos y listos para la acción.

Junio de 2001


La vida es como una gran carrera de ciclismo, cuya meta es hacer realidad la Leyenda Personal.

En la salida partimos juntos, llenos de camaradería y entusiasmo. Pero, a medida que la carrera se desarrolla, la alegría inicial deja su lugar a los verdaderos desafíos: el cansancio, la monotonía, las dudas sobre la propia capacidad.

Nos damos cuenta de que algunos amigos ya han desistido, y de que otros apenas siguen corriendo porque no pueden parar en mitad de una carretera. Estos son numerosos, y todos pedalean al lado del coche de apoyo, conversan entre sí y cumplen una obligación.

Terminamos por distanciarnos de ellos; y entonces nos vemos obligados a enfrentar la soledad, las sorpresas con las curvas desconocidas, los problemas con la bicicleta. En un momento dado, tras algunas caídas sin tener a nadie cerca para ayudarnos, terminamos preguntándonos si vale la pena tanto esfuerzo.

Sí, sí que vale la pena. Tan sólo hay que persistir

Fuente: Guerrero de la luz online. edición Nº 221

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