Borges y Margarita Guerrero, quienes ya publicaron en colaboración El "Martín Fierro" (BB.AA., Columba, 1953), nos inducen con la lectura de este extraordinario compendio fantástico a que pasemos del jardín zoológico de la realidad al jardín zoológico de las mitologías en el que recrean experiencias literarias, filosóficas, históricas e incluso sagradas, de un amplio espectro mitológico y cultural.
Nos encontramos ante una obra marginal de Borges, aunque a pesar de ello, ha sido traducida a varios idiomas, entre los que se incluyen el estonio. Hemos hallado una referencia de ello en la revista Vikekar (Arco Iris), en la que en su número 1-2 se dieron a conocer algunos fragmentos de El Manual de zoología fantástica, traducidos por Ruth Lias en el año 1997.
En 1967, según algunos estudiosos de la bibliografía borgiana y en 1968, según otros, se modifica su título como El libro de los seres imaginarios (aunque el F.C.E. reeditaría más tarde con la rúbrica original), en la que amplía el manual bajo este nuevo rótulo. Se incrementan treinta y cuatro textos más (sin duda por la inclusión de nuevos seres no zoomórficos: el doble, las hadas...). En 1969, la editorial E.P. Dutton de Nueva York inicia la publicación de las obras completas de Borges, traducidas por Norman Thomas Di Giovanni, ya con el nuevo título. En posteriores obras completas, por deseo expreso de Borges, se eliminan aquellos trabajos realizados en colaboración. En 1964 aparece la obra traducida al alemán y en 1965 en francés.
El Manual de zoología fantástica pretende ser, tal y como Borges lo expresa en el prólogo, la primera obra en su género. El Islam y la Cábala, la literatura china, la epopeya babilónica, los clásicos griegos y latinos, la Edad Media y el Renacimiento son algunas de las fuentes de que se sirven los autores (curiosamente están excluidos los Cronistas de Indias) en su descriptivo recorrido por el bestiario de la imaginación que reúne al Minotauro, la Sirena, la Quimera, el Dragón, el Basilisco, el Cancerbero, el Ave Fénix, el Grifo, el Golem, el Simurg, etc., seres que se metamorfosean en algunos casos, para, aprovechándose del cuento literario (leyendas, libros sagrados, fábulas ...), representar lo fantástico en el sentido más atávico. Los animales soñados por Kakfa, por C.S. Lewis y por Poe, tal vez como arquetipos yungianos relacionados con símbolos sexuales, o como la metáfora del mundo superior de Parménides, donde el universo es producto de un sueño, lo deífico, las metáforas de la imaginación ancestral, lo religioso y lo mágico, conforman el conjunto del desarrollo del texto.
John Ashton, Peter Lum y Joseph Wood Krutch habían publicado pocos años antes, según ha investigado Martha Paley (3), obras similares en inglés y es posible que no sea la antología de Borges la primera en castellano. El escritor peruano José Durand, publica en 1950, con propósito similar al de Borges, Ocaso de Sirenas, Manatíes en el siglo XVI (4), libro en el que se evidencia, a través de los cronistas españoles del siglo XVI, la alucinación y sorpresa de éstos ante la apasionante visión que les ofrecía no solo la geografía americana, sino su extraordinaria cosmogonía. Pero dado el prestigio internacional de un escritor con respecto al otro, será la antología de Borges la que alcance mayor resonancia e influjo en obras posteriores. Lo cierto es que a partir de esta fecha, comienzan a prodigarse los bestiarios latinoamericanos que, o bien recopilan a la manera de Borges testimonios remotos sobre seres fantásticos, o bien adoptan el mundo animal -ya sea fingido o real- como soporte y vehículo de idearios sobre el amor, las relaciones sociales o la condición humana. Transcribiremos una de las inquietantes criaturas que Borges cita en su obra.
Hemos encontrado muy poca crítica literaria en torno al Manual, aunque se han ocupado de él, Gogol [1975] que le dedica unas pocas páginas a El libro de los seres imaginarios y a Lupi [1967-1972] que elabora la taxonomía del Manual de zoología fantástica.
Por otra parte, el artista oaxaqueño Francisco Toledo (1944), presentó en el mes de noviembre del pasado año 1999, en el Palacio de Bellas Artes de México, la exposición Zoología Fantástica de Francisco Toledo, con 46 de sus tintas y acuarelas, inspiradas en El libro de los seres imaginarios. La muestra establece una relación cercana entre el progenitor de la obra y el observador y ya ha sido expuesta en 17 países, entre los que se incluyen España, en Casa de América de Madrid, diferentes lugares de U.S.A., América Latina y Oriente.
Todos ellos son deudores de la sugestión literaria por los animales reales o por los monstruos maravillosos. El animal fingido, tradicional o nuevamente creado, se convierte en un acicate para la imaginación y el animal real se convierte en pretexto de idearios o en fórmulas para exorcizar demonios propios: las bestias fantásticas conviven así con las inventadas.
El vehículo de presentación de estos textos asegura -como en las misceláneas-, una lectura fragmentaria con estructura similar a los microcuentos, tal y como Borges señala en el prólogo, "... no ha sido escrito para una lectura consecutiva. Querríamos que los curiosos lo frecuentaran como quien juega con las formas cambiantes que revela un calidoscopio"
Por:María Ángeles Vázquez
Fuente: Biblioteca de Babab.com
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