La música de luto: Ayer murió Chango Farías Gómez
Adiós a un brujo del folklore argentino
Por Mauro Apicella | LA NACION
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La enfermedad lo perseguía desde hacía un tiempo, pero para la mayoría de la gente la noticia cayó de sorpresa, como tantas cosas que en su vida hizo este músico genial. Ayer, a los 73 años, falleció Chango Farías Gómez, luego de permanecer internado en la clínica Otamendi desde el sábado, por el enfisema pulmonar que padecía.
En las familias de músicos siempre hay un integrante que se destaca. Puede haber unos más afinados que otros, o más simpáticos y con carisma, y hasta algunos que alcancen más fama o notoriedad que el resto. Pero sólo uno es el bendecido con el mayor de los talentos, con el más alto don de creatividad. En la familia de los Farías Gómez todo eso recayó sobre Chango. El fue, sin duda, un hombre con talento y un músico por condición natural, no por formación. Por algún motivo que a veces es difícil explicar, todas esas invenciones y locuras en las que se embarcó y que luego terminaron incorporadas como parte de la música de raíz folklórica surgieron más desde la inspiración y de la valentía de tomar decisiones arriesgadas que de mecanismos formales.
Chango y sus hermanos (entre ellos hay dos que son músicos: Pedro y Marian) crecieron en Buenos Aires pero con una santiagueñidad muy arraigada. Marian suele decir que fueron criados como santiagueños, a pesar de haber vivido en San Telmo. Quizás haya sido por eso que Chango pintó en Buenos Aires con los colores que traía de Santiago. Aunque suene infantil pensarlo así, ésa quizá sea una manera de explicar el trabajo de este gran innovador del folklore, que se atrevió a lo que pocos y abarcó muchas áreas: la música vocal, los desafíos armónicos instrumentales, las licencias estilísticas y los cambios tímbricos, con la inclusión de guitarras eléctricas y baterías.
Nacido en 1937, hijo de músicos (Enrique Napoleón Farías Gómez y Pocha Barros), Juan Enrique fue desde muy chico conocido como Chango. En 1960 creó el revolucionario conjunto vocal Los Huanca Hua, con su hermano Pedro, Hernán Figueroa Reyes, Guillermo Urien y Carlos del Franco Terrero. Al poco tiempo ingresó Marian, en reemplazo de su primo Figueroa Reyes. Con los Huanca Hua Chango grabó cuatro discos, incluido uno dedicado a La Misa Criolla. Pedro continuó con el proyecto hasta 1991; en cambio, el inquieto Chango buscó nuevos horizontes.
A mediados de los sesenta trabajó con el Grupo Vocal Argentino y luego con diversas sociedades. Porque al más talentoso de los Farías Gómez nunca le gustó andar solo. Recién en 2003 grabó por primera vez lo que se puede denominar un disco solista, Chango sin arreglo, que es otra vuelta de tuerca a sus innovaciones y, a la vez, una especie de síntesis de una labor de varias décadas. Un gran trabajo que quedó como testimonio de su madurez artística.
Las sociedades artísticas continuaron. En 1975 creó un trío con Kelo Palacios y Dino Saluzzi. Un año después grabó con su hermana Marian una placa en dúo. En los setenta, su militancia peronista le costó el exilio. Se fue a Europa, participó en todos los proyectos que pudo y hasta grabó un álbum con otros músicos radicados en Francia, como Gustavo Beytelmann y Juan José Mosalini.
Otra vez en la Argentina, en 1982, volvió al estudio, con Marian y con el pianista Manolo Juárez, para registrar lo que denominaron Contraflor al resto. Y en 1985 plasmó en música una nueva aventura que venía dando vueltas en su cabeza. Con Músicos Populares Argentinos -fue conocido, simplemente, como M.P.A., y alistó a Peteco Carabajal, Verónica Condomí, Rubén Izarrualde y Jacinto Piedra-, incorporó al folklore batería y guitarras con cuerdas de acero y efecto chorus. La banda dejó dos LP grabados, uno de estudio y otro en vivo.
Como ya había sucedido en los sesenta con los Huanca Hua, tuvo tantos seguidores como detractores. Pero nunca se sintió amedrentado. Hasta el final del siglo compuso para teatro y cine (también actuó), hizo programas de radio y creó un nuevo grupo, La Manija.
Fue un músico integral que supo esquivar toda escolástica. Difícilmente se pueda volver a escuchar a alguien tocar chacareras con batería o bombo de murga con el swing que él tenía. O esas versiones de zambas lentas que encaraba con su limitada técnica guitarrística y una sensibilidad tan extrema. Chango fue un músico enorme. Un brujo (mote que se ganó desde que comenzó con Peteco Carabajal, a fines de los 90, el extenso ciclo de conciertos Encuentro de brujos). Pero no todo fue música en la vida de Chango. Lejos de querer dar un paso al costado de su pensamiento político, con la vuelta de la democracia se interesó por la función pública y la labor legislativa. Fue director nacional de Música, a principios de los 90, y legislador porteño entre 2003 y 2007. No le faltaron contradicciones: era un menemista declarado que con el tiempo se convirtió al kirchnerismo.
En la Legislatura su voto fue decisivo para la destitución del jefe de gobierno Aníbal Ibarra, pero su tarea fue especialmente dedicada a temas de cultura. A él se le deben, en buena medida, la vuelta del feriado de carnaval a la ciudad y el proyecto de ley marco de cultura. Es que Chango siempre pensó en la música como un actor colectivo de la cultura. Durante el último año, lejos de todo consejo que pudieran darle empresarios y economistas, en vez de salir a tocar solo o con un grupo reducido de manera que el espectáculo resultara más rentable, fue recorriendo escenarios porteños con un conjunto numeroso que llamó Orquesta de Música Popular de Cámara. Allí otra vez volvió a poner a prueba su ingenio para seguir, bien a su estilo, revitalizando la música de raíz folklórica.
Desde ayer por la tarde, sus restos son velados en Defensa 372. Las exequias serán hoy, cuando a las 12 parta el cortejo hasta el panteón de Sadaic del cementerio de la Chacarita.
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