¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?

Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.

El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.

Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?

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La Jirafa de azúcar - Poldy Bird

Poldy Bird
La Jirafa de azúcar
Para mi tía Sarita

Bueno, tu familia también tiene su historia, ¿eh mamá?
Por ejemplo, tu tía Sarita... ¿Cuántos años vivió metida en la cama, sin salir a la calle?
Oído así parece grave...
No sé cuántos años... muchos. Desde que yo tenía siete, hasta que se murió.
Y aunque parezca mentira, nunca me pareció “encerrada” en la casa. Veo a un montón de personas encerradas en prisio­nes verdaderas mientras caminan por las calles, engañan o son engañadas, fuman rabiosas en mesas de bares, llevan la soledad y el odio pintados en los ojos.
Jamás se conmovieron por sencillas his­torias de amor teatralizadas por la radio. No sueñan. No creen. No hablan más que de “pertenencias materiales”, su status es una etiqueta de marca cosida en el trasero del jean, o bordada en el bolsillo de la camisa...
A ella nunca le importaron esas cosas.
-Pero se lavaba las manos con alcohol.
-¿Y qué? Se lavaba las manos con alco­hol, pero no las usaba para contar dinero de coimas v negociados. Sus manos “sin micro­bios” no golpearon a nadie.
-Tampoco acariciaron.
-Ella no usaba las manos para acari­ciar, pero me acariciaba con cientos de cosas que son caricias para una niñita... ¿Con qué te acarician tus normales y sanas tías?
¿Cuál de ellas le puso a tu alma un par de alas de mariposa para que volara con la músi­ca de Brahms y Wagner? ¿Te hablaron de las copas de cristal rotas por una aguda nota de la garganta de María Barrientos? ¿Te hicieron entornar los párpados mientras pasaban un disco de Enrico Caruso por la radio? ¿Te contaron, como si fueran cuentos las histo­rias inolvidables de las óperas, mientras las transmitían desde el teatro Colón? ¿Te explicaron los colores de la selva de Tarzán?
Sentadita a los pies de su cama, yo me maravillaba con el tamaño que cobraban las mosquitas cuando ella las veía, ¡ocupaban una habitación cada una!
Con mi tía Sarita podía hablar de cual­quier cosa: de mi mamá muerta, de los fan­tasmas que te tiran de los pies y te despier­tan, de la mala de Isabel que me pegó un caramelo en el pelo durante el recreo de las diez.
Ella creía lo que yo decía y yo le leía mis versos y no me avergonzaba de llorar teatralmente para impresionarla.
En un mundo en el que todos estaban apurados, ella tuvo tiempo para la niña que le ponía demasiada manteca a los scons.
Para ella fui preciosa, inteligente, sensible, creativa.
Cuando aún no estaba en cama, cuando, todavía iba al centro en tren, me compraba a malitos de azúcar: unas confituras preciosas coloreadas que me comía de a poquito, así duraban más.
La que me gustaba era la jirafa, a la jirafa le dibujaba pestañas...
Ella, mi tía Sarita, me enseñó lo que es la confianza.
Jamás se le ocurrió imaginar que su espo­so Pascual, que vivía con su hermano François (Fransuá, el francés que regresó vivo de la segunda guerra, a la que fue a com­batir voluntariamente) hubiese podido siquiera “mirar” a otra mujer; aunque con ella no convivía desde que la “neurosis obse­siva” la confinó a una cama.
Todos los jueves y domingos, durante los años que vivió, Pascual la visitaba, con su bandeja de masas para el té, su voz alegre y alta, sus entusiastas “¡Bravo, bravo!” cuando algo le parecía interesante. Jamás faltó. Jamás se quejó.
Y a ella le brillaban los ojos claros al oír el timbre de las cinco menos diez cada jueves, cada domingo.
Él, mi tío Pascual, me enseñó lo que es el respeto...
Como verás, mi familia también tiene su historia.
De la más dramática, aprendí a amar a Chopin y Paganini, a Verdi y Beniamino Gigli, a llorar por la Traviata y Madame Butterfly, a aplaudir sin ruido los pasajes armoniosos de Sílfides, de Pedro y el lobo, a cerrar los ojos para “mirar” las historias de la radio...
Viajé más kilómetros sentada a los pies de la cama de mí tía Sarita, a los ocho y nueve años, a los diez años... que los que recorrí después, durante el resto de mí vida...
Imaginate...
Una jirafa de azúcar...

Poldy Bird
Poldy Bird: Escritora nacida en Paraná, Entre Ríos en 1941. Vive en Buenos Aires.
Autora de clásicos adolescentes como "Cuentos para leer sin rimmel" o "Cuentos para Verónica" -que se convirtió en la segunda obra más vendida en el país después del "Martín Fierro"-, la escritora Poldy Bird regresa a la literatura con un nuevo libro, "Pasa una mujer", al que se le suma la flamante reedición de otros cinco títulos.
Revista Mapuche - osvaldorisso12@yahoo.com.ar

1 comentario:

erica preiswerk dijo...

La Jirafa de azucar me recuerda a mi Abuela que hace un año se fue de este mundo. siempre leo tus palabras Poldy! y a mi tambien me gusta escribir! erica preiswerk