¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?

Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.

El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.

Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?

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Un cuento de primavera de Mora Torres

Parece que están floreciendo con ganas las violetas

La mujer que entraba aquel domingo en el cementerio de la Recoleta no llevaba paraguas.
Silvio acababa de abrir el suyo, porque la llovizna, que le permitió curiosear tranquilamente tumbas y mausoleos, inscripciones y lápidas, se había convertido en temporal.
A tal punto había sido apenas húmeda la siesta dominguera, que Silvio pudo sentarse a observar largo rato muy cerca de un panteón, a un señor con termo en ristre, que golpeaba la puerta y llamaba en voz alta: “¡Ojeda, Ojeda!”
El hombre persistía en su llamado, en el que se mezclaban cierta sorpresa y cierta preocupación.
Al rato –Silvio me lo contó- apareció uno de los cuidadores del lugar, que le dijo:
“Ojeda salió y no va a volver hasta la noche”.
El cuidador, viendo que Silvio observaba la escena, se le acercó y le contó que esta persona solía venir venía todos los domingos a la tarde, con su termo y su taza de aluminio, y que cada vez debía encontrar una historia distinta: “Ojeda pidió que no lo despierten, porque anoche no consiguió pegar un ojo”, u, “Ojeda se quedó a dormir en lo del hermano, porque la mujer tuvo familia”, o bien, “Ojeda se fue al campo, porque tenía que vender unas vacas”.
Lo curioso es que el amigo de Ojeda aceptaba siempre con simpatía estas excusas y se iba diciendo:
“Dígale que el domingo que viene vuelvo a visitarlo”.
Ojeda parecía tenerlo todo: hermana, hermano, hijos, nietos, sobrino, abuelos, padres, campos, insomnio.
Ninguna excusa le sonaba incongruente sospechosa al visitante que, además, demostraba al marcharse algo de alivio.
Pero nunca dejaba de volver.

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Por Mora Torres.

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