¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?

Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.

El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.

Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?

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El lenguaje de la flores

Todas las flores cuentan con un lenguaje propio,y con cada una de ellas podemos transmitir un mensaje diferente.
Desde la antigüedad, las flores han sido una noble vía para dar a conocer y transmitir sentimientos. El lenguaje de las flores tiene sus orígenes en Oriente y se ha transmitido de generación en generación y de cultura en cultura, pasando por el Antiguo Egipto, la Edad Media, el Renacimiento, hasta llegar al Romanticismo, época ésta en que tuvo su máximo apogeo.Fue en Oriente donde surgieron las claves ocultas del lenguaje de las flores y a través de los siglos pasando por los egipcios, edad media, renacimiento, llego hasta la época del más puro y fino romanticismo, entonces surgió con todo su esplendor el antiguo recurso de hacer hablar a las flores, recurso que pasaba de madres a hijas como un delicioso secreto familiar.
Era tan extenso su significado que traspasaba los limites simplemente amorosos.

.Amapola

Como planta del opio, simboliza el sueño y la muerte. Dice una leyenda popular europea que las amaploas nacieron de la sangre de los sodados muertos en la batalla de Waterloo.

Anémona


Esta flor, cuyo nombre driva del griego "anemos" significa "viento" y representa lo efímera que es la vida. En la mitología griega , las anémonas nacen de la sangre de Adonis y simbolizan la muerte.

Azucena


En el mundo occidental, la azucena es el símbolo más difundido de la puereza y la perfección. Es también símbolo de la paz, la divinidad y la inocencia


 
Clavel


Los aztecas aseguran que esta flor se tiñó con la sangre de los indios muertos durante la conquista. En la cultura oriental, es símbolo de la longevidad. .En China, es símblo del matrimonio



Crisantemo

 


En China y Japón, el crisantemo es emblema otoñal. Simboliza una larga vida y la erudicción. La leyenda asegura que el crisantemo guarda el secreto de la vida eterana. Los japoneses adopataron esta flor como emblemana nacional e insignia de la familia imperial


Girasol


El el mito griego, Clita se convierte en esta flor veneradora del sol, como consecuencia de su amor ciego por Apolo: por esta razón, la flor se asocia con la pasión.Otros simbolismos: Algunos ecologistas han adoptado al girasol como emblema identificatorio.
 Jacinto


De acuerdo a la mitología griega, esta flor fue creada por Apolo con la sangre de su amado amigo Jacinto, que murió asesinado mientras ambos lanzaban discos. El jacinto es además, el símbolo cristiano de la prudencia
Jazmín

La flor del jazmín ha sido famosa durante milenios en muchas culturas debido su aroma evocador y sensual. Los Reyes de Afganistán, Nepal y Persia ya cultivaban el jazmín en el siglo XV. En la india la flor del jazmín es el símbolo hindú del amor, su potente aroma representa la elegancia, la gracia, y la sensualidad, y también como la pequeña flor blanca, la modestia. Las flores del jazmín pueden ser de un blanco cremoso, o de un tono amarillo similar al de la mantequilla. En el calor de los climas tropicales, esta flor a menudo anuncia su presencia con su perfume mucho antes de ser vista, y es considerada el recuerdo de un amante.


Lirio


El lirio recibió su nombre latino Iris de la diosa griega del arco iris. La diosa transportaba las almas de las mujeres al mundo subterráneo. Por eso el lirio se utilizaba para ornamentar las tumbas. Luis VII adoptó el lirio en su emblema durante las curzadas, de manera tal que su nombre fue evolucionando de "flor de Luis" a "flor de lis", cuyas tres hojas fueron luego simbolo de la verdad, la sabiduría y el valor.

Loto

Emblema ancestral del arte asiático, la flor de loto simboliza la creación y la puereza. Su largo tallo es el cordón umblical que une al hombre con su origen. Del mismo modo, la flor, por su perfección, representa la iluminación, la aspiración esencial de alma humana.
El loto de muchos pétalos representa el sol que emerge del océano cósmico. El sol y el agua son vitales para su crecimiento.
El loto es el símbolo del nacimiento divino, ya que el dios Brahama emerge del ombligo de Vishnú sentado sobre una flor de loto para crear el universo.
Representa también el sol y la rueda de renacimientos: el valor simbólico de esta flor se acentúa aún más por la particularidad de abrir y cerrar sus pétalos en el amanecer y en el ocaso.

Madreselva


Es la flor que los franceses entregaban a sus amadas para simbolizar la unión y representa el amor más generoso. 
 Magnolia


Símbolo oriental de la delicadeza y la belleza femenina. En la antigua China, la planta era propiedad exclusiva del emperador. Por lo tanto, si se obsequiaba a un súbdito una magnolia, el gesto era sumamente significativo.
Margarita


Representa la inocencia y es el emblema de la diosa escandinava Freya. 
Narciso


En la antigüedad se creía que el dulce y embriagador causaba la locura. Narcisismo significa vanidad y la flor simboliza justamente ese peligro. En la mitología griega, Narciso desesperó de amor por Eco y fue castigado por los dioses que hicieron que se enamorara de su propia imagen. Por eso murió ahogado mientras se contemplaba en un lago.
En China, como florece el día de año nuevo, se la considera una flor de buen augurio.

Nomeolvides


Dice una leyenda de origen europeo que un joven se ahogó en un río después de haber cotado esa flor para su enamorada. Y como sus últimas palabras fueron "no me olvides", la flor es símbolo del amor desesperado.
Orquidea

En China, la orquídea es considerada símbolo de perfección. En Inglaterara, las manchas púrpuras, representan la sangre de Cristo.   

Pensamiento


El nombre viene del francese "pensés" (pensamientos) y la flor está poéticamente relacionada con los recuerdos. Cuenta la leyenda que si ésta flor se coloca sobre alguien que está domirmida, la flor hará que cuando esa persona despierte, éste se enamorará de la primera persona que vea. Es el pensamiento una flor sagrada ligada a San Valentín y también el emblema cristiano de la Trinidad.

Rosa


La rosa es quizá la más simbólica de todas las flores. Incluso en distintas culturas, suele representar juventud, pureza, perfección, amor terrenal e incluso renacimiento.
La rosa es la flor por excelencia del cortejo. Pero también del matrimonio y hasta de la muerte.
Las esencias extraídas de las rosas han sido útiles para fabricar perfumes, cosméticos, tes, remedios medicinales y hasta pociones para el amor.
En la antigüedad clásica, las rosas rojas se consgraban a Venus y fueron como la diosa misma, un símbolo arquetípico del amor y la belleza. Y aun hoy en día, esta asociación sigue vigente.
La rosa blanca, emblema de la casa de York en la guerra medieval de las dos rosas, es considerada la flor de la luna o de la luz y simboliza la puereza, el encanto y la discresión. En contraste con el fuego de la rosa roja, la rosa blanca representa el agua.
Las rosas amarillas suelen asociarse con los celos y la infidelidad, pero en rigor, son el emblema del estado de Texas

Violeta:
De acuerdo a la mitología griega una ninfa que escapó de la lujuría de Apolo, se convirtió en una violeta

Ernesto Sabato en un documental hecho por su hijo

Ernesto Sabato, mi padre es un retrato íntimo del escritor, que aborda su vida no desde una mirada biográfica y distante, sino desde la cercanía que un hijo tiene con su padre. En el documental, Ernesto Sabato habla sobre algunos de sus grandes temas, como, por ejemplo, la existencia y la muerte. Se ven imágenes de sus paseos por su casa natal en Rojas, donde recuerda a sus hermanos. Entre otros aspectos, el escritor comenta que en su familia confluían todas las tendencias políticas y menciona, totalmente alejado del bronce, cómo eran aquellas reuniones familiares. También se lo ve en el salón de actos de la escuela primaria de Rojas a la que asistió y en el Instituto de Física donde realizó su doctorado. Luego recorre lugares que compartió con su gran compañera de la vida, Matilde, y relata cómo comenzó el inquebrantable vínculo afectivo: en ese momento aparecen imágenes de décadas atrás, de un viaje a Europa que compartieron.


Más cercano a la actualidad, se lo ve contento en una reunión con los nietos y bisnietos, donde se exponen los valores que les transmitió: el sentido de la amistad, la libertad, la necesidad de la justicia y la compasión. Quienes conocen la obra del escritor se encontrarán con aspectos desconocidos de Sabato, sobre todo por la riqueza de imágenes inéditas que contiene el documental. “Me resultaba imprescindible no tomar distancia”, dice Sabato (h) acerca del abordaje. “No simulé distancia ni traté de parecer objetivo porque esto es el retrato que un hijo hace de su padre. Y el valor, si lo tiene, es la cercanía. Y eso implica la deformación del afecto, la exposición a los sentimientos, incluso la imprecisión sobre fechas. Pongo los recuerdos tal como los tengo, no me preocupa tanto la historia, sino cómo yo la sentí”, expresa el realizador.
 
De una nota realizada por Oscar Ranzani

Fuente: Página 12
Más información: http://www.pagina12.com.ar/
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Toc Toc - De Clara Castillo - Un comentario de Guido Bee

Para poder comenzar de manera coherente mi reseña, debo decir que Toc Toc no es un libro para cualquiera; sí cualquiera lo puede comprar y leer, pero definitivamente es un libro hecho para todos nosotros los "anormales" de este mundo, pero más que un libro, un relato en primera persona, una sucesión de capítulos, y una compilación de escritos, es un viaje por la reflexión, el pensamiento y los sentimientos de todos nosotros. Al leerlo la personas "normales" podrían creer que fue escrito por una escritora y que habla de ella misma, pero no es así, la escritora habla de Mí, de ella, de vos y de nosotros, es ella la que puede traducir en palabras muchas de esas cosas que sentimos y que nos hacen quienes somos, así de diferentes, especiales y jodidos como somos.


Recomiendo que si sos una persona que se siente incómoda con muchas de las cosas que se ven en la sociedad actual, te animás a pensar distinto, y más de una vez levantás tu voz por encima del silencio de la masa, te arrimes a Toc Toc porque lo escribió una amiga para vos, para que no te sientas solo, para que sepas que se puede ser distinto y que distinto es bueno, igual no creas que todo te va a gustar y tampoco creas que vas a estar en todo de acuerdo con ella, pero sino no sería un buen libro.

Toc Toc es un amigo que llegó para quedarse, me llena de felicidad haberlo leído, pero a la vez me queda un sentimiento de tristeza porque ya lo terminé...

Más sobre el libro: http://claratoctoc.blogspot.com/

Novela:De un mundo a otro.Adolfo Bioy Casares

I
Después de que almorzaran en un restaurante de la calle Guido fue a dormir la siesta con su novia Margarita, en casa de ella. Esa tarde, parecida a tantas otras en que Margarita durmió entre sus brazos, de algún modo fue excepcional: jamás como entonces Javier Almagro tuvo la convicción de que Margarita se le entregaba tan enteramente. Por algo se dice que para todo, en este mundo, hay un término. A las cuatro y media de la tarde, puntualmente, se levantaron, se vistieron y cada cual partió a sus obligaciones: ella, a dar el último examen de la carrera de astronauta; Almagro, a la redacción del diario en que trabajaba.



Seguro de que Margarita había aprobado su examen, Almagro dejó pasar horas antes de felicitarla. A eso de las once de la noche trató de llamarla por teléfono. Mientras formulaba mentalmente una excusa para su tardanza, oía el consabido, insistente, rumor de llamada... Tuvo que resignarse a una desagradable conclusión: Margarita había salido. ¿Adónde? ¿Con quién? Por más que se repetía: "Margarita me quiere", "Margarita no me engaña", "Margarita es leal", desesperó. Emprendió obstinadas idas y venidas, levantó los brazos y meció los pocos pelos de su cabeza. Comprendió que no toleraba la situación, que un remedio provisorio, pero remedio al fin, sería meterse en un cinematógrafo. Vio en el diario que en el Astral había función de trasnoche. Reflexionó: "Pasando de una función de cine a otra, el mismo camino hacia la muerte sería, para mí, llevadero". Se largó, pues, al Astral.



Mientras miraba por la ventanilla del taxi que lo llevaba, ocurrió un hecho extraño. Al ver el comportamiento normal de la gente en la calle, pensó que él era el único trastornado y logró reaccionar. Esforzándose un poco, razonó: que Margarita no estuviera en su casa no era prueba de que estuviera con otro hombre. Las palabras "otro hombre" despertaron pasajeramente su ansiedad.



En el hall del Astral tuvo que esperar un rato, hasta que la función anterior concluyera. De pronto vio con alivio que los acomodadores abrían las puertas y, en seguida, empezó a salir un río de gente un poco deslumbrada por la luz del hall y seguramente comentando la película que habían visto. Súbitamente la escena se animó. Sorprendido, atónito, vio con desesperación lo que había imaginado: a dos pasos de él, hablando animadamente con un desconocido, pasó Margarita.





II


Desayunaron en La Rambla, como todos los días. En un tono que pretendía ser despreocupado, Javier comentó:



-Ayer a la tarde, después de la siesta, creí que ibas a dar un examen (en ese momento, sin advertirlo, levantó la voz), pero no que ibas a encontrarte con un hombre.



Sonriente, nada perturbada, Margarita le tomó las manos y dijo: -Si lo que te importa es que no te haya engañado, no te hagas mala sangre. Nunca he sentido ganas de engañarte. Si alguna vez me da por ahí, te avisaré.



La última frase disgustó un poco a Javier, pero entendió que debía dejarla pasar. No pudo, sin embargo, omitir la pregunta:



-¿Quién es el individuo que te acompañaba?



-Un muchacho de la facultad. No te preocupes. No me gusta.



Como si tuviera un arranque de inspiración, Javier arremetió con una arenga que sin duda ella estaría cansada de oírle: esencialmente consistía en asegurar que si ella lo quisiera como él la quería serían felices.



-Lo somos- aseguró Margarita y, mirándolo con ternura, explicó:



-Yo creo que tuve mucha suerte de encontrarte, pero a veces desearía que hubieras aparecido en mi vida un poco después. Soy muy joven, hay una sola vida y no quisiera morir sin haberla vivido plenamente; pero no hagas caso de lo que te digo. Nunca me consolaría si te perdiera.

III
Esa misma tarde Javier consiguió que el director del diario lo recibiese. El personaje es bastante ridículo: tiene una barriga prominente y con sus brazos cortos, sus piernas largas, parece una rana; es flaco, se diría contraído, y a cada rato se agita en contorsiones nerviosas, que han de ser intentos de aflojarse. Según Javier, todo pretexto es bueno para irritar al director; pero nada lo irrita como la entrevista pedida por cualquier persona que trabaja en el diario. Cuando Javier le dijo que se había enterado de que el gobierno respaldaba un proyecto de lanzar una nave a un vuelo interplanetario, estremeciéndose de furia el hombre exclamó:



-Este país no tiene arreglo. Cuando hay tanto por hacer, ¡gastar millones en semejante fantochada!



Javier tuvo que hacer un esfuerzo para no renunciar a su propuesta. Dijo: -En mi modesta opinión, prestigiaría al diario que uno de sus cronistas viajara en esa nave y enviara notas exclusivas...



-Su modesta opinión me tiene sin cuidado -replicó el director-. Por nada permitiré que mi diario se haga cómplice de tan absurdo proyecto.







Yo, Bioy Casares

Prólogo a "La invención de Morel"

Stevenson, hacia I882, anotó que los lectores británicos desdeñaban un poco las peripecias y opinaban que era muy hábil redactar una novela sin argumento, o de argumento infinitesimal, atrofiado. José Ortega y Gasset ­La deshumanización del arte, I925­trata de razonar el desdén anotado por Stevenson y estatuye en la página 96, que "es muy difícil que hoy quepa inventar una aventura capaz de interesar a nuestra sensibilidad superior", y en la 97, que esa invenaión "es prácticamente imposible". En otras páginas, en casi todas las otras páginas, aboga por la novela "psicológica" y opina que el placer de las aventuras es inexistente o pueril. Tal es, sin duda, el común parecer de 1882, de I925 y aún de I940. Algunos escritores (entre los que me place contar a Adolfo Bioy Casares) creen razonable disentir. Resumiré, aquí, los motivos de ese disentimiento.



El primero (cuyo aire de paradoja no quiero destacar ni atenuar) es el intrinseco rigor de la novela de peripecias. La novela característica, "psicológica", propende



a ser informe. Los rusos y los discípulos de los rusos han demostrado hasta el hastío que nadie es imposible: suicidas por felicidad, asesinos por benevolencia, personas que se adoran hasta el punto de separarse para siempre, delatores por fervor o por humildad... Esa libertad plena acaba por equivaler al pleno desorden. Por otra parte, la novela "psicológica" quiere ser también novela "realista": prefiere que olvidemos su carácter de artificio verbal y hace de toda vana precisión (o de toda lánguida vaguedad) un nuevo toque verosímil. Hay páginas, hay capítulos de Marcel Proust que son inaceptables como invenciones: a los que, sin saberlo, nos resignamos como a lo insípido y ocioso de cada día. La novela de aventuras, en cambio, no se propone como una transcripción de la realidad: es un objeto artificial que no sufre ninguna parte injustificada. El temor de incurrir en la mera variedad sucesiva del Asno de Oro, de los siete viajes de Simbad o del Quijote, le impone un riguroso argumento.



He alegado un motivo de orden intelectual; hay otros de carácter empírico. Todos tristemente murmuran que nuestro siglo no es capaz de tejer tramas interesantes; nadie se atreve a comprobar que si alguna primacia tiene este siglo sobre los anteriores, esa primacía es la de las tramas. Stevenson es más apasionado, más diverso, más lúcido, quizá más digno de nuestra absoluta amistad que Chesterton; pero los argumentos que gobierna son inferiores. De Quincey, en noches de minucioso terror, se hundió en el corazón de laberintos , pero no amonedó su impresión de unutterable and self-repeating infinities en fábulas comparables a las de Kafka. Anota con justicia Ortega y Gasset que la "psicología" de Balzac no nos satisface; lo mismo cabe anotar de sus argumentos. A Shakespeare, a Cervantes, les agrada la antinómica idea de una muchacha que, sin disminución de hermosura, logra pasar por hombre; ese móvil no funciona con nosotros. Me creo libre de toda superstición de modernidad, de cualquier ilusión de que ayer difere íntimamente de hoy o diferirá de mañana; pero considero que ninguna otra época posee novelas de tan admirable argumento como The turn of the screw, como Der Prozess, como Le Voyageur sur la terre, como ésta que ha logrado, en Buenos Aires, Adolfo Bioy Casares.



Las ficciones de índole policial­otro género típico de este siglo que no puede inventar argumentos­refieren hechos misteriosos que luego justifica e ilustra un hecho razonable; Adolfo Bioy Casares, en estas páginas, resuelve con felicidad un problema acaso más dificil. Despliega una Odisea de prodigios que no parecen admitir otra clave que la alucinación o que el símbolo, y plenamente los descifra mediante un solo postulado fantástico pero no sobrenatural. El temor de incurrir en prematuras o parciales revelaciones me prohíbe el examen del argumento y de las muchas delicadas sabidurías de la ejecución. Básteme declarar que Bioy renaueva literariamente un concepto que San Agustín y Orígenes refutaron, que Louis Auguste Blanqui razonó y que dijo con música memorable Dante Gabriel Rossetti:



I have been here before,



But when or how I cannot tell:



I know the grass beyond the door,



The sweet keen smell,



The sighing sound, the lights around the shore...



En español, son infrecuentes y aún rarisimas las obras de imaginación razonada. Los clásicos ejercieron la alegoría, las exageraciones de la sátira y, alguna vez, la mera incoherencia verbal; de fechas recientes no recuerdo sino algún cuento de Las fuerzas extrañas y alguno de Santiago Dabove: olvidado con injusticia. La invención de Morel (cuyo título alude filialmente a otro inventor isleño, a Moreau) traslada a nuestras tierras y a nuestro idioma un género nuevo.



He discutido con su autor los pormenores de su trama, la he releido; no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta.



Jorge Luis Borges




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Novela:La invención de Morel, Adolfo Bioy Casares

Edición electrónica (texto completo)




Adolfo Bioy Casares (1914-1999) es uno de los más brillantes representantes de la generación argentina de entreguerras, ligada a la gran revista Sur, que adquirió resonancia internacional. Al grupo pertenecían, entre otros, Jorge Luis Borges, Victoria y Silvina Ocampos (con la que se casaría Bioy), Eduardo Mallea, José Bianco, Oliverio Girando, etc. Fue Bioy colaborador estrecho de Borges, con quien compuso algunas obras, y es, como Borges, uno de los padres de la literatura fantástica contemporánea en castellano. Recibió el Premio Cervantes en 1990.

Entre sus novelas y cuentos de asunto fantástico destacan La trama celeste, La invención de Morel, Diario de la guerra del cerdo, Un campeón desparejo, Una muñeca rusa



RESUMEN ARGUMENTAL



Un fugitivo de la justicia, arbitrariamente condenado, arriba a una isla desierta, o casi, y allí conoce a un grupo de personas, o de supuestas personas, entre las cuales él destaca a una hermosa mujer, Faustine. Pero nadie nota su presencia y se da cuenta de que todo se repite: las acciones, los diálogos, incluso el sol y la luna (hay dos soles, dos lunas). Morel, un científico que habita en la isla,comunica al fugitivo su invento: ha creado una máquina que puede reproducir todos los sentidos juntos. Su único inconveniente es que, para reproducir a un ser, éste debe morir. El fugitivo pone en marcha la máquina y se graba durante una semana al lado de Faustine; muere, pero será inmortal en la eterna repetición de la imagen.



VALORACIÓN



La invención de Morel , una novela corta, está considerada un clásico de la ciencia ficción: ciencia ficción es la máquina inmortalizadora de Morel. Bioy no recurre,como Mary Shelley, al mito de Frankestein; se vale del cine: La máquina que inventa Morel ---ha escrito el autor--- registra a una persona en el momento en que es filmada No pretende otra eternidad. Morel registra una semana de vida en la isla: él, Faustine y sus amigos vivirán, para siempre, esa semana. Mediante el cine Bioy revive el viejo sueño de la inmortalidad. También el mito nietzscheano del eterno retorno. Octavio Paz ha dicho al respecto: El tema de Adolfo Bioy Casares no es cósmico sino metafísico: el cuerpo es imaginario y obedecemos a la tiranía de un fantasma. El amor es una percepción privilegiada, la más total y lúcida, no solo de la irrealidad del mundo, sino también de la nuestra: corremos tras de sombras, pero nosotros también somos sombras



Borges equiparaba la grandeza y originalidad del argumento de Bioy a las grandes invenciones de Henri James o Kafka. Pero es una obra muy triste, como confirma el ruego último del fugitivo, ya convertido en espectro: Al hombre que, basándose en este informe, invente una máquina capaz de reunir las presencias disgregadas, haremos una súplica. Busquemos a Faustine y a mí, hágame entrar en el cielo de la conciencia de Faustine. Será un acto piadoso



Fuente:

Madri+d Reseñas. Sección dirigida por Miguel García-Posada

http://www.madrimasd.org/cienciaysociedad/Resenas/novelas/Novela.asp?id=122

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Yo, Bioy Casares

Acerca de mis cuentos, por Jorge Luis Borges

Acaban de informarme que voy a hablar sobre mis cuentos. Ustedes quizás los conozcan mejor que yo, ya que yo los he escrito una vez y he tratado de olvidarlos, para no desanimarme he pasado a otros; en cambio tal vez alguno de ustedes haya leído algún cuento mío, digamos, un par de veces, cosa que no me ha ocurrido a mí. Pero creo que podemos hablar sobre mis cuentos, si les parece que merecen atención. Voy a tratar de recordar alguno y luego me gustaría conversar con ustedes que, posiblemente, o sin posiblemente, sin adverbio, pueden enseñarme muchas cosas, ya que yo no creo, contrariamente a la teoría de Edgar Allan Poe, que el arte, la operación de escribir, sea una operación intelectual. Yo creo que es mejor que el escritor intervenga lo menos posible en su obra. Esto puede parecer asombroso; sin embargo, no lo es, en todo caso se trata curiosamente de la doctrina clásica.

Lo vemos en la primera línea -yo no sé griego- de la Iliada de Homero, que leemos en la versión tan censurada de Hermosilla: "Canta, Musa, la cólera de Aquiles". Es decir, Homero, o los griegos que llamamos Homero, sabía, sabían, que el poeta no es el cantor, que el poeta (el prosista, da lo mismo) es simplemente el amanuense de algo que ignora y que en su mitología se llamaba la Musa. En cambio los hebreos prefirieron hablar del espíritu, y nuestra psicología contemporánea, que no adolece de excesiva belleza, de la subconsciencia, el inconsciente colectivo, o algo así. Pero en fin, lo importante es el hecho de que el escritor es un amanuense, él recibe algo y trata de comunicarlo, lo que recibe no son exactamente ciertas palabras en un cierto orden, como querían los hebreos, que pensaban que cada sílaba del texto había sido prefijada. No, nosotros creemos en algo mucho más vago que eso, pero en cualquier caso en recibir algo.
El Zahir 
Voy a tratar entonces de recordar un cuento mío. Estaba dudando mientras me traían y me acordé de un cuento que no sé si ustedes han leído; se llama El Zahir. Voy a recordar cómo llegué yo a la concepción de ese cuento. Uso la palabra «cuento» entre comillas ya que no sé si lo es o qué es, pero, en fin, el tema de los géneros es lo de menos. Croce creía que no hay géneros; yo creo que sí, que los hay en el sentido de que hay una expectativa en el lector. Si una persona lee un cuento, lo lee de un modo distinto de su modo de leer cuando busca un artículo en una enciclopedia o cuando lee una novela, o cuando lee un poema. Los textos pueden no ser distintos pero cambian según el lector, según la expectativa. Quien lee un cuento sabe o espera leer algo que lo distraiga de su vida cotidiana, que lo haga entrar en un mundo no diré fantástico -muy ambiciosa es la palabra- pero sí ligeramente distinto del mundo de las experiencias comunes.

Ahora llego a El Zahir y, ya que estamos entre amigos, voy a contarles cómo se me ocurrió ese cuento. No recuerdo la fecha en la que escribí ese cuento, sé que yo era director de la Biblioteca Nacional, que está situada en el Sur de Buenos Aires, cerca de la iglesia de La Concepción; conozco bien ese barrio. Mi punto de partida fue una palabra, una palabra que usamos casi todos los días sin darnos cuenta de lo misterioso que hay en ella (salvo que todas las palabras son misteriosas): pensé en la palabra inolvidable, unforgetable en inglés. Me detuve, no sé por qué, ya que había oído esa palabra miles de veces, casi no pasa un día en que no la oiga; pensé qué raro sería si hubiera algo que realmente no pudiéramos olvidar. Qué raro sería si hubiera, en lo que llamamos realidad, una cosa, un objeto -¿por qué, no?- que fuera realmente inolvidable.

Ese fue mi punto de partida, bastante abstracto y pobre; pensar en el posible sentido de esa palabra oída, leída, literalmente in-olvidable, inolvidable, unforgetable, unvergasselich, inouviable. Es una consideración bastante pobre, como ustedes han visto. Enseguida pensé que si hay algo inolvidable, ese algo debe ser común, ya que si tuviéramos una quimera por ejemplo, un monstruo con tres cabezas, (una cabeza creo que de cabra, otra de serpiente, otra creo que de perro, no estoy seguro), lo recordaríamos ciertamente. De modo que no habría ninguna gracia en un cuento con un minotauro, con una quimera, con un unicornio inolvidable; no, tenía que ser algo muy común. Al pensar en ese algo común pensé, creo que inmediatamente, en una moneda, ya que se acuñan miles y miles y miles de monedas todas exactamente iguales. Todas con la efigie de la libertad, o con un escudo o con ciertas palabras convencionales. Qué raro sería si hubiera una moneda, una moneda perdida entre esos millones de monedas, que fuera inolvidable. Y pensé en una moneda que ahora ha desaparecido, una moneda de veinte centavos, una moneda igual a las otras, igual a la moneda de cinco o a la de diez, un poco más grande; qué raro si entre los millones, literalmente, de monedas acuñadas por el Estado, por uno de los centenares de Estados, hubiera una que fuera inolvidable. De ahí surgió la idea: una inolvidable moneda de veinte centavos. No sé si existen aún, si los numismáticos las coleccionan, si tienen algún valor, pero en fin, no pensé en eso en aquel tiempo. Pensé en una moneda que para los fines de mi cuento tenía que ser inolvidable; es decir: una persona que la viera no podría pensar en otra cosa.

Luego me encontré ante la segunda o tercera dificultad... he perdido la cuenta. ¿Por qué esa moneda iba a ser inolvidable? El lector no acepta la idea, yo tenía que preparar la inolvidabilidad de mi moneda y para eso convenía suponer un estado emocional en quien la ve, había que insinuar la locura, ya que el tema de mi cuento es un tema que se parece a la locura o a la obsesión. Entonces pensé, como pensó Edgar Allan Poe cuando escribió su justamente famoso poema El Cuervo, en la muerte hermosa. Poe se preguntó a quién podía impresionar la muerte de esa mujer, y dedujo que tenía que impresionarle a alguien que estuviese enamorado de ella. De ahí llegué a la idea de una mujer, de quien yo estoy enamorado, que muere, y yo estoy desesperado
Una mujer poco memorable

En ese punto hubiera sido fácil, quizás demasiado fácil, que esa mujer fuera como la perdida Leonor de Poe. Pero no decidí mostrar a esa mujer de un modo satírico, mostrar el amor de quien no olvidará la moneda de veinte centavos como un poco ridículo; todos los amores lo son para quien los ve desde afuera.

Entonces, en lugar de hablar de la belleza del love splendor, la convertí en una mujer bastante trivial, un poco ridícula, venida a menos, tampoco demasiado linda. Imaginé esa situación que se da muchas veces: un hombre enamorado de una mujer, que sabe por un lado que no puede vivir sin ella y al mismo tiempo sabe que esa mujer no es especialmente memorable, digamos, para su madre, para sus primas, para la mucama, para la costurera, para las amigas; sin embargo, para él, esa persona es única.

Eso me lleva a otra idea, la idea de que quizás toda persona sea única, y que nosotros no veamos lo único de esa persona que habla en favor de ella. Yo he pensado alguna vez que esto se da en todo, si no fijémonos que en la Naturaleza, o en Dios (Deus sirve Natura, decía Spinoza) lo importante es la cantidad y no la calidad. Por qué no suponer entonces que hay algo, no sólo en cada ser humano sino en cada hoja, en cada hormiga, único, que por eso Dios o la Naturaleza crea millones de hormigas; aunque decir millones de hormigas es falso, no hay millones de hormigas, hay millones de seres muy diferentes, pero la diferencia es tan sutil que nosotros los vemos como iguales.

Entonces, ¿qué es estar enamorado? Estar enamorado es percibir lo que de único hay en cada persona, eso único que no puede comunicarse salvo por medio de hipérboles o de metáforas. Entonces por qué no suponer que esa mujer, un poco ridícula para todos, poco ridícula para quien está enamorado de ella, esa mujer muere. Y luego tenemos el velorio. Yo elegí el lugar del velorio, elegí la esquina, pensé en la Iglesia de la Concepción, una iglesia no demasiado famosa ni demasiado patética, y luego al hombre que después del velorio va a tomar un guindado a un almacén. Paga, en el cambio le dan una moneda y él distingue en seguida que hay algo en ella -hice que fuera rayada para distinguirla de las otras. Él ve la moneda, está muy emocionado por la muerte de la mujer, pero al verla ya empieza a olvidarse de ella, empieza a pensar en la moneda. Ya tenemos el objeto mágico para el cuento. Luego vienen los subterfugios del narrador para librarse de esa que él sabe que es una obsesión. Hay diversos subterfugios: uno de ellos es perder la moneda. La lleva, entonces, a otro almacén que queda un poco lejos, la entrega en el cambio, trata de no fijarse en qué esquina está ese almacén, pero eso no sirve para nada porque él sigue pensando en la moneda.

Luego llega a extremos un poco absurdos. Por ejemplo, compra una libra esterlina con San Jorge y el dragón, la examina con una lupa, trata de pensar en ella y olvidarse de la moneda de veinte centavos ya perdida para siempre, pero no logra hacerlo. Hacia el final del cuento el hombre va enloqueciendo pero piensa que esa misma obsesión puede salvarlo. Es decir, habrá un momento en el cual el universo habrá desaparecido, el universo será esa moneda de veinte centavos. Entonces él -aquí produje un pequeño efecto literario- él, Borges, estará loco, no sabrá que es Borges. Ya no será otra cosa que el espectador de esa perdida moneda inolvidable. Y concluí con esta frase debidamente literaria, es decir, falsa: "Quizás detrás de la moneda esté Dios". Es decir, si uno ve una sola cosa, esa cosa única es absoluta. Hay otros episodios que he olvidado, quizás alguno de ustedes los recuerde. Al final, él no puede dormir, sueña con la moneda, no puede leer, la moneda se interpone entre el texto y él casi no puede hablar sino de un modo mecánico, porque realmente está pensando en la moneda, así concluye el cuento

El libro de arena
Bien, ese cuento pertenece a una serie de cuentos, en la que hay objetos mágicos que parecen preciosos al principio y luego son maldiciones, sucede que están cargados de horror. Recuerdo otro cuento que esencialmente es el mismo y que está en mi mejor libro, si es que yo puedo hablar de mejores libros, El libro de arena. Ya el título es mejor que El Zahir, creo que zahir quiere decir algo así como maravilloso, excepcional. En este caso, pensé antes que nada en el título: El libro de arena, un libro imposible, ya que no puede haber libros de arena, se disgregarían. Lo llamé El libro de arena porque consta de un número infinito de páginas. El libro tiene el número de la arena, o más que el presumible número de la arena. Un hombre adquiere ese libro y, como tiene un número infinito de páginas, no puede abrirse dos veces en la misma.

Este libro podría haber sido un gran libro, de aspecto ilustre; pero la misma idea que me llevó a una moneda de veinte centavos en el primer cuento, me condujo a un libro mal impreso, con torpes ilustraciones y escrito en un idioma desconocido. Necesitaba eso para el prestigio del libro, y lo llamé Holy Writ -escritura sagrada-, la escritura sagrada de una religión desconocida. El hombre lo adquiere, piensa que tiene un libro único, pero luego advierte lo terrible de un libro sin primera página (ya que si hubiera una primera página habría una última). En cualquier parte en la que él abra el libro, habrá siempre algunas páginas entre aquélla en la que él abre y la tapa. El libro no tiene nada de particular, pero acaba por infundirle horror y él opta por perderlo y lo hace en la Biblioteca Nacional. Elegí ese lugar en especial porque conozco bien la Biblioteca.

Así, tenemos el mismo argumento: un objeto mágico que realmente encierra horror.

Pero antes yo había escrito otro cuento titulado "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius". Tlön, no se sabe a qué idioma corresponde. Posiblemente a una lengua germánica. Uqbar surgiere algo arábigo, algo asiático. Y luego, dos palabras claramente latinas: Orbis Tertius, mundo tercero. La idea era distinta, la idea es la de un libro que modifique el mundo.

Yo he sido siempre lector de enciclopedias, creo que es uno de los géneros literarios que prefiero porque de algún modo ofrece todo de manera sorprendente. Recuerdo que solía concurrir a la Biblioteca Nacional con mi padre; yo era demasiado tímido para pedir un libro, entonces sacaba un volumen de los anaqueles, lo abría y leía. Encontré una vieja edición de la Enciclopedia Británica, una edición muy superior a las actuales ya que estaba concebida como libro de lectura y no de consulta, era una serie de largas monografías. Recuerdo una noche especialmente afortunada en la que busqué el volumen que corresponde a la D-L, y leí un artículo sobre los druidas, antiguos sacerdotes de los celtas, que creían -según César- en la transmigración (puede haber un error de parte de César). Leí otro artículo sobre los Drusos del Asia Menor, que también creen en la transmigración. Luego pensé en un rasgo no indigno de Kafka: Dios sabe que esos Drusos son muy pocos, que los asedian sus vecinos, pero al mismo tiempo creen que hay una vasta población de Drusos en la China y creen, como los Druidas, en la transmigración. Eso lo encontré en aquella edición, creo que el año 1910, y luego en la de 1911 no encontré ese párrafo, que posiblemente soñé; aunque creo recordar aún la frase Chinese druses -Drusos Chinos- y un artículo sobre Dryden, que habla de toda la triste variedad del infierno, sobre el cual ha escrito un excelente libro el poeta Eliot; eso me fue dado en una noche.

Y como siempre he sido lector de enciclopedias, reflexioné -esa reflexión es trivial también, pero no importa, para mí fue inspiradora- que las enciclopedias que yo había leído se refieren a nuestro planeta, a los otros, a los diversos idiomas, a sus diversas literaturas, a las diversas filosofías, a los diversos hechos que configuran lo que se llama el mundo físico. ¿Por qué no suponer una enciclopedia de un mundo imaginario?

Una enciclopedia imaginaria

Esa enciclopedia tendría el rigor que no tiene lo que llamamos realidad. Dijo Chesterton que es natural que lo real sea más extraño que lo imaginado, ya que lo imaginado procede de nosotros, mientras que lo real procede de una imaginación infinita, la de Dios. Bueno, vamos a suponer la enciclopedia de un mundo imaginario. Ese mundo imaginario, su historia, sus matemáticas, sus religiones, las herejías de esas religiones, sus lenguas, las gramáticas y filosofías de esas lenguas, todo, todo eso va a ser más ordenado, es decir, más aceptable para la imaginación que el mundo real en el que estamos tan perdidos, del que podemos pensar que es un laberinto, un caos. Podemos imaginar, entonces, la enciclopedia de ese mundo, o esos tres mundos que se llaman, en tres etapas sucesivas, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. No sé cuántos ejemplares eran, digamos treinta ejemplares de ese volumen que, leído y releído, acaba por suplantar la realidad; ya que la historia que narra es más aceptable que la historia real que no entendemos, su filosofía corresponde a la filosofía que podemos admitir fácilmente y comprender: el idealismo de Hume, de los hindúes, de Schopenhauer, de Berkley, de Spinoza. Supongamos que esa enciclopedia funde el mundo cotidiano y lo reemplaza. Entonces, una vez escrito el cuento, aquella misma idea de un objeto mágico que modifica la realidad lleva a una especie de locura; una vez escrito el cuento pensé: "¿qué es lo que realmente ha ocurrido?" Ya que, qué sería del mundo actual sin los diversos libros sagrados, sin los diversos libros de filosofía. Ese fue uno de los primeros cuentos que escribí. Ustedes observarán que esos tres cuentos de apariencia tan distinta, "Tlön, Uqbar; Orbis Tertius", "El Zahir" y "El libro de arena", son esencialmente el mismo: un objeto mágico intercalado en lo que se llama mundo real. Quizás piensen que yo haya elegido mal, quizás haya otros que les interesen más. Veamos por lo tanto otro cuento:

"Utopía de un hombre que está cansado". Esa utopía de un hombre que está cansado es realmente mi utopía. Creo que adolecemos de muchos errores: uno de ellos es la fama. No hay ninguna razón para que un hombre sea famoso. Para ese cuento yo imagino una longevidad muy superior a la actual. Bernard Shaw creía que convendría vivir 300 años para llegar a ser adulto. Quizás la cifra sea escasa; no recuerdo cuál he fijado en ese cuento: lo escribí hace muchos años. Supongo primero un mundo que no esté parcelado en naciones como ahora, un mundo que haya llegado a un idioma común . Vacilé entre el esperanto u otro idioma neutral y luego pensé en el latín. Todos sentíamos la nostalgia del latín, las perdidas declinaciones, la brevedad del latín. Me acuerdo de una frase muy linda de Browning que habla de ello: «Latin, marble's languaje» -latín, idioma del mármol. Lo que se dice en latín parece, efectivamente, grabado en el mármol de un modo bastante lapidario. Pensé en un hombre que vive mucho tiempo, que llega a saber todo lo que quiere saber, que ha descubierto su especialidad y se dedica a ella, que sabe que los hombres y mujeres en su vida pueden ser innumerables, pero se retira a la soledad. Se dedica a su arte, que puede ser la ciencia o cualquiera de las artes actuales. En el cuento se trata de un pintor. Él vive solitariamente, pinta, sabe que es absurdo dejar una obra de arte a la realidad, ya que no hay ninguna razón para que cada uno sea su propio Velásquez, su propio Shakespeare, su propio Shopenhauer. Entonces llega un momento en el que desea destruir todo lo que ha hecho. Él no tiene nombre: los nombres sirven para distinguir a unos hombres de otros, pero él vive solo. Llega un momento en que cree que es conveniente morir. Se dirige a un pequeño establecimiento donde se administra el suicidio y quema toda su obra. No hay razón para que el pasado nos abrume, ya que cada uno puede y debe bastarse. Para que ese cuento fuese contado hacía falta una persona del presente; esa persona es el narrador. El hombre aquél le regala uno de sus cuadros al narrador, quien regresa al tiempo actual (creo que es contemporáneo nuestro). Aquí recordé dos hermosas fantasías, una de Wells y otra de Coleridge. La de Wells está en el cuento titulado "The Time Machine" -"La máquina del tiempo"-, donde el narrador viaja a un porvenir muy remoto, y de ese porvenir trae una flor, una flor marchita; al regresar él esa flor no ha florecido aún . La otra es una frase, una sentencia perdida de Coleridge que está en sus cuadernos, que no se publicaron nunca hasta después de su muerte y dice simplemente: "Si alguien atravesara el paraíso y le dieran como prueba de su pasaje por el paraíso una flor y se despertara con esa flor en la mano, entonces, ¿qué?"

Eso es todo, yo concluí de ese modo: el hombre vuelve al presente y trae consigo un cuadro del porvenir, un cuadro que no ha sido pintado aún. Ese cuento es un cuento triste, como lo indica su título: Utopía de un hombre que está cansado


Referencia: http://www.apocatastasis.com/jorge-luis-borges-acerca-de-mis-cuentos.php#ixzz0jRGQyyzy  
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