¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?

Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.

El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.

Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?

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Paulo Coelho - Una historia de Navidad


Estimado (a) lector (a),
Como una manera de agradecer el apoyo recibido en el año 2009 y manteniendo la tradición de los años anteriores, les estoy enviando un cuento de Navidad que escribí para las columnas que tengo en diversos periódicos del mundo.
Que Dios los ilumine en el 2010,
Paulo Coelho

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Cuenta una antigua y conocida leyenda, cuyo origen no pude verificar, que una semana antes de Navidad, el arcángel San Miguel pidió que sus ángeles visitasen la Tierra, pues deseaba saber si estaba todo listo para la celebración del nacimiento de Jesucristo.

Los envió en parejas, siempre un ángel mayor con otro más joven, de manera que pudiesen transmitirle una opinión más completa de lo que ocurría en la Cristiandad.

Una de estas parejas fue enviada a Brasil, y acabó llegando cuando ya era muy de noche.

Como no tenían dónde dormir, pidieron abrigo en una de las grandes mansiones que pueden verse en ciertos lugares de Río de Janeiro.

El dueño de la casa, un noble al borde de la ruina (lo que, por lo demás, ocurre con mucha gente que vive en esta ciudad), era un fervoroso católico, y reconoció de inmediato a los enviados celestiales por las aureolas doradas que se veían alrededor de sus cabezas.

Pero estaba muy ocupado preparando una gran fiesta para celebrar la Navidad, y no quería estropear la decoración ya casi terminada: les pidió que fuesen a dormir al sótano.

Aunque las tarjetas navideñas están siempre ilustradas con nieve cayendo, la fecha en Brasil cae en pleno verano.

En el sótano que se les indicó a los ángeles hacía un calor terrible y el aire, lleno de humedad, era casi irrespirable.

Se tumbaron sobre un suelo duro, pero, antes de comenzar sus oraciones, el ángel de más edad se dio cuenta de que había una grieta en la pared.

Se levantó, la arregló empleando sus poderes divinos, y volvió a sus oraciones nocturnas.

Pasaron la noche como si se encontraran en el infierno, del calor que hacía.

Durmieron muy mal, pero tenían que cumplir la misión que Dios les había encomendado.

Al día siguiente, recorrieron la gran ciudad, con sus doce millones de habitantes, sus playas y montañas, sus contrastes, sus bellos paisajes y sus rincones más horribles.

Rellenaron informes y, cuando empezó a caer la noche, partieron hacia el interior del país.

Sólo que, confundidos por la diferencia horaria, una vez más se encontraron sin lugar para dormir.

Llamaron a la puerta de una casa humilde, donde una pareja vino a recibirlos.

Como no tenían acceso a los grabados medievales que retrataron a los mensajeros de Dios, no reconocieron a los dos peregrinos, pero afirmaron que, si necesitaban un lugar para pasar la noche, la casa era suya.

Prepararon una cena, les presentaron al pequeño bebé recién nacido, y les ofrecieron su propio cuarto, pidiendo disculpas porque eran pobres, el calor era grande, y no tenían dinero para comprar un
aparato de aire acondicionado.

Cuando despertaron al día siguiente, encontraron al matrimonio bañado en lágrimas.

El único bien que poseían – una vaca que daba leche, queso y sustento para la familia – había aparecido muerta en el campo.

Se despidieron de los peregrinos, avergonzados porque no podían prepararles un desayuno.

Mientras caminaban por la carretera de barro, el ángel más joven manifestó su disconformidad:

-¡No consigo entender esa manera de actuar! El primer hombre tenía todo lo que necesitaba, y a pesar de eso lo ayudaste. ¡Y por esta pobre pareja, que nos recibió tan bien, no has hecho nada para aliviar su sufrimiento!

- Las cosas no son lo que parecen – dijo el ángel más veterano -. Cuando estábamos en aquel sótano horrible, me di cuenta de que había mucho oro almacenado en la pared de aquella mansión, escondido allí por un antiguo propietario. Por la grieta se veía parte del tesoro, y decidí ocultarlo de nuevo, porque el dueño de la casa no sabía ayudar al que lo necesitaba. Ayer, mientras dormíamos en la cama que nos ofreció el matrimonio, noté que un tercer invitado había llegado: el ángel de la muerte. Había sido enviado a aquella casa para llevarse a un niño, pero como lo conozco desde hace muchos años, conseguí convencerlo para que se llevara, en vez del niño, la vida de la vaca. Acuérdate del día que estamos a punto de celebrar: como las personas dan mucha importancia a la apariencia, nadie quiso recibir a María. Pero los pastores la
acogieron, y por esta razón, les fue concedida la gracia de ser los primeros en contemplar la
sonrisa del Salvador del Mundo.

De Paulo Coelho para todos nosotros

Estimado lector,
En primer lugar, le deseo Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.
Como forma de agradecer el apoyo recibido durante el año 2007, le estoy enviando un cuento de Navidad que escribí para las columnas periodísticas que publico en diarios de todo el mundo, tal y como ya hice el año pasado.
Un fuerte abrazo,
Paulo Coelho
***
EL JUGLAR DE NUESTRA SEÑORA


Cuenta una leyenda que, en el país que hoy conocemos como Austria, era costumbre que la familia Burkhard (compuesta por un hombre, una mujer y un niño) animase las ferias navideñas recitando poesías, cantando baladas de antiguos trovadores, y haciendo malabarismos que divertían a todo el mundo. Por supuesto, nunca sobraba dinero para comprar regalos, pero el hombre siempre le decía a su hijo:
-¿Tú sabes por qué el saco de Papá Noel nunca termina de vaciarse, con la de niños que hay en el mundo? Pues porque, aunque está lleno de juguetes, a veces también deben entregarse algunas cosas más importantes, que son los llamados “regalos invisibles”. A un hogar dividido, él lleva armonía y paz en la noche más santa del año cristiano. Donde falta amor, él deposita una semilla de fe en el corazón de los niños. Donde el futuro parece negro e incierto, él lleva la esperanza. En nuestro caso, cuando Papá Noel nos viene a visitar, al día siguiente todos nos sentimos contentos por continuar vivos y por poder realizar nuestra trabajo, que es el de alegrar a las personas. Que esto nunca se te olvide.
Pasó el tiempo, el niño se transformó en un muchacho, y cierto día la familia pasó por delante de la imponente abadía de Melk, que acababa de ser construida.
-Padre, ¿recuerda usted que hace muchos años me contó la historia de Papá Noel y sus regalos invisibles? Creo que cierta vez yo recibí uno de estos regalos: la vocación de hacerme religioso. ¿Le contrariaría mucho a usted si en este momento diera el primer paso hacia lo que siempre he soñado?
Aunque la compañía de su hijo les hacía mucha falta, los padres comprendieron y respetaron su deseo. Llamaron a la puerta del convento, y fueron recibidos con generosidad y amor por los monjes, que aceptaron al joven Buckhard como novicio.
Llegó la víspera de la Navidad y, justamente ese día, se obró en Melk un milagro muy especial: Nuestra Señora, llevando al Niño Jesús en brazos, decidió bajar a la Tierra para visitar el monasterio.
Sin poder disimular su orgullo, todos los religiosos hicieron una gran fila, y cada uno de ellos se iba postrando ante la Virgen, procurando homenajear a la Madre y al Niño. Uno de ellos les mostró las bellas pinturas que decoraban el local, otro les llevó un ejemplar de una Biblia que había requerido cien años de trabajo para ser manuscrita e ilustrada, y un tercero recitó de corrido el nombre de todos los santos.
Al final de la fila, el joven Buckhard aguardaba ansioso. Sus padres eran personas simples, y sólo le habían enseñado a lanzar bolas a lo alto para hacer con ellas algunos malabares.
Cuando le tocó el turno, los otros religiosos querían poner fin a los homenajes, pues el antiguo malabarista no tenía nada importante que decir, y podría dañar la imagen del convento. Sin embargo, también él sentía en lo más hondo una fuerte necesidad de ofrecerles a Jesús y a la Virgen algo de sí mismo.
Avergonzado, sintiendo la mirada recriminatoria de sus hermanos, se sacó algunas naranjas de los bolsillos y comenzó a arrojarlas hacia arriba para atraparlas a continuación, creando un bonito círculo en el aire, al igual que solía hacer cuando él y su familia caminaban por las ferias de la región.
Fue sólo entonces cuando el Niño Jesús empezó a aplaudir de alegría en el regazo de Nuestra Señora. Y fue sólo a este muchacho a quien la Virgen María le extendió los brazos y le permitió sostener durante un tiempo al Niño, que no dejaba de sonreír.
La leyenda termina diciendo que, por causa de este milagro, cada doscientos años, un nuevo Buckhard llama a la puerta de Melk, y es admitido, y mientras permanece allí tiene el don de alegrar el ánimo de todos los que lo conocen.