Publicada en 1948, aunque es un libro breve, no es ningún divertimento. Es un taladro o una piedra. Con lágrimas en los ojos, el mismo Sabato confesaba que preferiría no haberlo escrito jamás de haber sabido que tras su lectura, una adolescente había intentado prenderse fuego en Chile. La anecdota me la contó un profesor, quien de paso indicaba que en el caso de algunos libros, se les debería colocar algo así como las contraindicaciones que se usan con las medicinas o, llegado el caso, no dejarlos al alcance de ciertas personas o sacarlos de circulación. Y es que EL TÚNEL es un monumento a la misantropía que surge del monstruo que prohija la razón, pero también de la obsesión, que conviven juntas en el personaje.
Juan Pablo Castell es un artista. Un intelectual. Un asesino. Lo sabemos desde el principio por confesión propia. No uno potencial como Harry Haller, el lobo estepario, de quien es inevitable no hallar ecos aquí. No, Castell es un antisocial declarado, de cuyo relato en primera persona no huímos porque a pesar de su crimen consumado, nos promete explicarnos como llegó hasta allá y porqué, y ya se sabe que aún el peor de los genocidas debe ser escuchado. ¿Porque no lo haríamos con alguien que mató a una sola persona por razones aparentemente pasionales, y que ha señalado absoluta honestidad en sus descargos, y que narra con una voz singular y poderosa su historia?. Que nos desarma, y en vez de prevenirnos, nos conmueve y absorbe, al comprobar el talante solitario que clama amor, la visión descarnada pero estética de la vida y el destino trágico pero fascinante de aquel con quien atravesamos EL TÚNEL. Al escucharlo entendemos que también esta novela es un tratado sobre el sufrimiento, y como en toda gran literatura, es una historia de amor, lo que hace que posterguemos cualquier juicio, y entedamos que parte de la condena es eso.
EL TÚNEL es un libro siniestro, amargo, intenso, porque las línea de la escritura de Sabato se nutrió de la observación del siglo XX, y también de su pensamiento: el psicoanális, el existencialísmo, el dadaísmo, pero igual de dos guerras mundiales, el ascenso del fascismo, el fracaso del comunísmo, la masificación que irónicamente llenó de soledad las ciudades y las sembró de prevenciones y frialdad, llevando a Sartre a decir que el infierno son los otros. Castel suscribiría esa afirmación con un añadido de paranóia: odia los grupos, desconfía de la memoria colectiva, desprecia a los críticos de arte, siente repugnancia ante la caridad, pondera el suicidio como salida, se autoanaliza todo el tiempo. Aveces es Hamlet, otras Otelo, experimenta la culpa, los celos, el desencanto, la obstinación y la tendencia autodestructiva propia de los hombres incapaces de dominar sus pasiones. Castell es un engendro de la racionalidad, pero parece un niño indefenso ante la tempestad de su amor burlado, no correspondido o nunca comprendido. Y su destino atroz ante la incapaciadad de retirarse a tiempo, es matar lo que ama. ¿Sería este terrible drama el que llevó a aquella adolescente a prenderse fuego, y años despues a Sabato a escribir, dirigido a los jóvenes, LA RESISTENCIA, ese libro cargado paradójicamente de esperanza? No se. Pero si lo creo.
Me intriga mas sin embargo pensar que es lo que quizo transmitir con EL TÚNEL en su momento cuando se hablaba de crisis de la razón. ¿Acaso sea la pasión ese túnel y tenga una sola salida, o sea la vida el túnel de una obsesión, cuyas salidas son solo la razón o la pasión? Castell ve el amor como dos túneles paralelos que desembocan en un mismo punto. O será que el amor solo es del que lo siente y el otro no tiene la culpa y no está ni por insistencia obligado a corresponder. Lo único que parece dejar claro el libro en un plano mas general es que es casi imposible amar al prójimo porque si. En todo caso Pascal tenía razón al indicar que hay razones del corazón, que la razón no entiende. Siempre estamos en la mitad del túnel debatíendonos, creo yo, y todos llevamos un Juan Pablo Castell adentro. Lo cierto es que este nos cuenta su historia con cabeza fria, y peor que esa celda desde la que nos habla, es tal vez el olvido, que es tan largo(y quizá el verdadero túnel), como corto el amor, decía Neruda. ¿Razón o pasión?, ¿quien manda a quien?,¿como? ¿que hacer?. Sabato pasó en un momento de su vida de los laboratorios y las fórmulas al pensamiento y las letras. Si lo leyeron, ustedes tienen la palabra. Y ojalá la razón. Noventa y nueve años son un largo túnel, pero usted Sábato ha brillado con luz propia.
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