¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?

Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.

El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.

Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?

Utiliza este servicio

Seguidores

Querer es poder - Conozcamos a Vidalia Sánchez - por Delfina Acosta


En la persona de Vidalia Sánchez, exitosa editora de libros, se cumple aquella expresión que dice al pie de la letra “querer es poder”. Comenzó, hace quince años, vendiendo enciclopedias, de casa en casa, para ganar el sustento propio y el de su madre. Aprendió, gracias a su talento y a su fuerza de voluntad, a publicar textos por su cuenta. Ha llegado a editar 500 libros de autores paraguayos. Un cifra contundente. Una cifra que es el motivo de esta jugosa entrevista.

-¿Cuál fue el primer libro presentado? ¿Sentiste temor de que no tuviera aceptación por parte del publico?


-El primer libro presentado por SERVILIBRO fue El Mesías que no fue y otros cuentos, del escritor y crítico literario Osvaldo González Real. Apareció en 1995. No tuve ningún temor, ya que Osvaldo fue y es uno de los pocos que escribe sobre ciencia ficción, y debido a su peso como escritor es de alta confiabilidad.

-¿Por qué elegiste publicar libros de escritores paraguayos?


-Cuando falleció mi padre, me vi en la necesidad de trabajar para ayudar económicamente a mi madre; yo era joven, no tenía experiencia laboral, por esa razón busqué algo, alguna cosa en los periódicos, pero lo único que había era trabajo como vendedora, vendedora de libros a crédito, es decir enciclopedias, diccionarios y otros; así fue que comencé a trabajar como vendedora de libros a domicilio; visitaba diariamente casas particulares, aunque me centraba más en las oficinas y en los edificios. No me puedo quejar, vendía, y lo más importante es que ganaba y aportaba el dinero que se necesitaba en mi familia. Sin embargo, en esa experiencia me di cuenta de que todos los clientes visitados me pedían libros de autores paraguayos. A raíz de eso visité la entonces librería Juan de Salazar, del señor Benítez, y la librería Comuneros, del querido don Ricardo Rolón. Este gran hombre no sólo me ayudó facilitándome los libros a consignación, sino que también me enseñó a conocer a los autores paraguayos y sus obras. A él le debo el conocimiento y el amor a los libros paraguayos.
 
-¿Cómo fueron los primeros tiempos de SERVILIBRO?


-Yo venía de haber trabajado en la Editorial NAPA, de Juan Bautista Rivarola Matto (con quien aprendí a editar libros paraguayos); trabajé con Rafael Peroni, el padre Rubio y otros, en el proyecto cultural Plaza Uruguaya (EXPOLIBRO SRL). Aprendí con ellos el oficio de la edición de libros nacionales. Sabía que había un mercado potencial que necesitaba contar con libros de autores nacionales que se podía aprovechar.

-¿Qué significa para ti haber llegado a los 500 títulos?


-Es todo un orgullo y una satisfacción no sólo por el logro en lo comercial, sino fundamentalmente por el importante aporte a la cultura paraguaya que significa esa cifra. Gané espacios para el libro y para los autores paraguayos.

-¿No sientes el desafío de hacer conocer los libros en la Argentina, por ejemplo?


-Hay planes de habilitar en la Argentina una librería de autores paraguayos para el año que viene, pues me parece más efectiva tal idea que entregar libros a distribuidores de la Argentina. Realizaríamos actividades culturales y contactos directos con la colectividad paraguaya en Buenos Aires como también con la intelectualidad argentina interesada en la literatura del Paraguay.

-¿Qué títulos te dieron mayores satisfacciones y por qué?


-Tengo el honor de haber heredado el sello editorial RP ediciones, adquirido por EXPOLIBRO y luego por SERVILIBRO, sello editorial dirigido por el querido Rafael Peroni, quien editó libros de ilustres escritores en una época en que editar no era rentable. El deseo de Peroni era que el libro paraguayo llegara a todos los hogares. Ese deseo lo llevó a trabajar con los textos de una manera quijotesca. No fue difícil para SERVILIBRO seguir editando, pues ya se tenía a autores consagrados a través de RP: Roa Bastos, Elvio Romero, Raquel Saguier, Helio Vera, Guido Rodríguez Alcalá, Josefina Velilla de Aquino, entre otros. Autores que justamente nos dieron y nos siguen dando grandes satisfacciones.


-¿Cómo celebraste el ejemplar número 500, Vidalia?


-En realidad estamos empezando a celebrarlo y con mucho orgullo. El día martes 30 de noviembre cumplimos los “15 años”. SERVILIBRO es una SRL entre Elizabeth Báez Acosta y Vidalia Sánchez. Ambas hemos decidido festejar nuestro aniversario entregando tres importantes donaciones de libros a instituciones, como la Biblioteca Nacional, la sala de pediatría del Hospital de Clínicas. Entregamos además textos a los jóvenes y niños del bañado Sur de Asunción en la persona del pa’i Oliva. Hicimos una feria itinerante con nuestros 500 títulos en todo el país. El punto de inicio fue el Shopping de Villa Morra.
 
-¿Cuál es tu próximo desafío?


-Como editora, sueño que los libros y los escritores paraguayos trasciendan las fronteras; esto significa abrirnos hacia mercados del exterior que sirvan para aumentar el tiraje de nuestras ediciones. El crecimiento del tiraje dará como resultado el mayor y mejor conocimiento de nuestra literatura. Con esta misma finalidad estamos organizando con el Holding de Radio y el Ateneo Cultural Lidia Guanes el Concurso de Novela inédita bianual y cuyos dos primeros ganadores han presentado sus libros en Casa de América, de Madrid, España. También participamos en las ferias internacionales de España, Argentina, Uruguay, Cuba, Colombia, Brasil, y, últimamente, la Feria de Fráncfort, Alemania, una de las más grandes e importantes feria de libro del mundo.
 
-A la hora de los premios, tu editorial se lució, ¿por qué?


-Porque, felizmente, somos muchos los paraguayos que soñamos con un Paraguay mejor y consideramos que uno de los caminos para salir adelante se presenta a través del libro y la lectura. Las premiaciones dan prestigio a mi editorial. El éxito de un libro premiado es también el éxito de SERVILIBRO. Quizás por esa razón siento todo el apoyo de la prensa en general, los escritores, colegas y amigos.
 
- ¿Cómo es Vidalia Sánchez, la persona?


-Bueno, es difícil hablar de uno mismo, pero me considero una persona afortunada por la familia y amigos que tengo, porque hago el trabajo que me gusta y porque vivimos en un país que a pesar de todo, lucha por salir adelante; finalmente, creo que la pregunta anterior a esta contesta, en parte, lo que soy.

-¿Cuáles de los libros publicados admiras? ¿Por qué?


-Existen libros que por su trascendencia son más admirados por los paraguayos, y entre los cuales podemos citar los de Augusto Roa Bastos, Elvio Romero, Rubén Bareiro Saguier, Ramiro Domínguez, Raquel Saguier, Josefina Plá, Manuel Ortiz Guerrero, Renée Ferrer, Helio Vera, Carlos Federico Avente, Carlos Villagra Marsall, Osvaldo González Real, Nila López, Guido Rodríguez Alcalá, entre otros.

Una entrevista de Delfina Acosta
abc color
Asunción - Paraguay
---

Viajando por Nuestro Mundo
Blogs recomendados:

Tu correctora literaria



Estimada/o Escritor/a,

por este medio pongo a su disposición los servicios de CORRECCIÓN LITERARIA.
Cordialmente,

Viviana Álvarez
Poeta
http://www.vivianaalvarez.com.ar/

---
Viajando por Nuestro Mundo
Blogs recomendados:

Sala de videos en Sentimientos Íntimos

http://sentimientosintimos.blogspot.com/p/sala-de-videos.html

*********************
Viajando por Nuestro Mundo http://olgaydaniel.blogspot.com/

 Blogs recomendados:
http://ferialibrodelmundo.blogspot.com/
http://laplataencuerpoyalma.blogspot.com/
 http://ajedrezyborges.blogspot.com/
 http://yobioycasares.blogspot.com/
 http://eltuneldelosrecuerdos.blogspot.com/
 http://antiguoyvalioso.blogspot.com/

Cuento: El Otro

El hecho ocurrió el mes de febrero de 1969, al norte de Boston, en Cambridge. No lo escribí inmediatamente porque mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder la razón. Ahora, en 1972, pienso que si lo escribo, los otros lo leerán como un cuento y, con los años, lo será tal vez para mí. Sé que fue casi atroz mientras duró y más aún durante las desveladas noches que lo siguieron. Ello no significa que su relato pueda conmover a un tercero.

Serían las diez de la mañana. Yo estaba recostado en un banco, frente al río Charles. A unos quinientos metros a mi derecha había un alto edificio, cuyo nombre no supe nunca. El agua gris acarreaba largos trozos de hielo. Inevitablemente, el río hizo que yo pensara en el tiempo. La milenaria imagen de Heráclito. Yo había dormido bien, mi clase de la tarde anterior había logrado, creo, interesar a los alumnos. No había un alma a la vista.

Sentí de golpe la impresión (que según los psicólogos corresponde a los estados de fatiga) de haber vivido ya aquel momento. En la otra punta de mi banco alguien se había sentado. Yo hubiera preferido estar solo, pero no quise levantarme en seguida, para no mostrarme incivil. El otro se había puesto a silbar. Fue entonces cuando ocurrió la primera de las muchas zozobras de esa mañana. Lo que silbaba, lo que trataba de silbar (nunca he sido muy entonado), era el estilo criollo de La tapera de Elías Regules. El estilo me retrajo a un patio, que ha desaparecido, y la memoria de Alvaro Melián Lafinur, que hace tantos años ha muerto. Luego vinieron las palabras. Eran las de la décima del principio. La voz no era la de Álvaro, pero quería parecerse a la de Alvaro. La reconocí con horror.

Me le acerqué y le dije:

-Señor, ¿usted es oriental o argentino?

-Argentino, pero desde el catorce vivo en Ginebra -fue la contestación.

Hubo un silencio largo. Le pregunté:

-¿En el número diecisiete de Malagnou, frente a la iglesia rusa?

Me contestó que si.

-En tal caso -le dije resueltamente- usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también soy Jorge Luis Borges. Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge.

-No -me respondió con mi propia voz un poco lejana.

Al cabo de un tiempo insistió:

-Yo estoy aquí en Ginebra, en un banco, a unos pasos del Ródano. Lo raro es que nos parecemos, pero usted es mucho mayor, con la cabeza gris.

Yo le contesté:

-Puedo probarte que no miento. Voy a decirte cosas que no puede saber un desconocido. En casa hay un mate de plata con un pie de serpientes, que trajo de Perú nuestro bisabuelo. También hay una palangana de plata, que pendía del arzón. En el armario de tu cuarto hay dos filas de libros. Los tres de volúmenes de Las mil y una noches de Lane, con grabados en acero y notas en cuerpo menor entre capítulo, el diccionario latino de Quicherat, la Germania de Tácito en latín y en la versión de Gordon, un Don Quijote de la casa Garnier, las Tablas de Sangre de Rivera Indarte, con la dedicatoria del autor, el Sartor Resartus de Carlyle, una biografía de Amiel y, escondido detrás de los demás, un libro en rústica sobre las costumbres sexuales de los pueblos balkánicos. No he olvidado tampoco un atardecer en un primer piso en la plaza Dubourg.

-Dufour -corrigió.

-Esta bien. Dufour. ¿Te basta con todo eso?

-No -respondió-. Esas pruebas no prueban nada. Si yo lo estoy soñando, es natural que sepa lo que yo sé. Su catálogo prolijo es del todo vano.

La objeción era justa. Le contesté:

-Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar.

-¿Y si el sueño durara? -dijo con ansiedad.

Para tranquilizarlo y tranquilizarme, fingí un aplomo que ciertamente no sentía. Le dije:

-Mi sueño ha durado ya setenta años. Al fin y al cabo, al recordarse, no hay persona que no se encuentre consigo misma. Es lo que nos está pasando ahora, salvo que somos dos. ¿No querés saber algo de mi pasado, que es el porvenir que te espera?

Asintió sin una palabra. Yo proseguí un poco perdido:

-Madre está sana y buena en su casa de Charcas y Maipú, en Buenos Aires, pero padre murió hace unos treinta años. Murió del corazón. Lo acabó una hemiplejía; la mano izquierda puesta sobre la mano derecha era como la mano de un niño sobre la mano de un gigante. Murió con impaciencia de morir, pero sin una queja. Nuestra abuela había muerto en la misma casa. Unos días antes del fin, nos llamo a todos y nos dijo: "Soy una mujer muy vieja, que está muriéndose muy despacio. Que nadie se alborote por una cosa tan común y corriente."Norah, tu hermana, se casó y tiene dos hijos. A propósito, ¿en casa como están?

-Bien. Padre siempre con sus bromas contra la fe. Anoche dijo que Jesús era como los gauchos, que no quieren comprometerse, y que por eso predicaba en parábolas.

Vaciló y me dijo:

-¿Y usted?

No sé la cifra de los libros que escribirás, pero sé que son demasiados. Escribirás poesías que te darán un agrado no compartido y cuentos de índole fantástica. Darás clases como tu padre y como tantos otros de nuestra sangre. Me agradó que nada me preguntara sobre el fracaso o éxito de los libros.

Cambié. Cambié de tono y proseguí:

-En lo que se refiere a la historia... Hubo otra guerra, casi entre los mismos antagonistas. Francia no tardó en capitular; Inglaterra y América libraron contra un dictador alemán, que se llamaba Hitler, la cíclica batalla de Waterllo. Buenos Aires, hacía mil novecientos cuarenta y seis, engendró otro Rosas, bastante parecido a nuestro pariente. El cincuenta y cinco, la provincia de Córdoba nos salvó, como antes Entre Ríos. Ahora, las cosas andan mal. Rusia está apoderándose del planeta; América, trabada por la superstición de la democracia, no se resuelve a ser un imperio. Cada día que pasa nuestro país es más provinciano. Más provinciano y más engreído, como si cerrara los ojos. No me sorprendería que la enseñanza del latín fuera reemplazada por la del guaraní.

Noté que apenas me prestaba atención. El miedo elemental de lo imposible y sin embargo cierto lo amilanaba. Yo, que no he sido padre, sentí por ese pobre muchacho, más íntimo que un hijo de mi carne, una oleada de amor. Vi que apretaba entre las manos un libro. Le pregunté qué era.

-Los poseídos o, según creo, Los demonios de Fyodor Dostoievski -me replicó no sin vanidad.

-Se me ha desdibujado. ¿Que tal es?

No bien lo dije, sentí que la pregunta era una blasfemia.

-El maestro ruso -dictaminó- ha penetrado más que nadie en los laberintos del alma eslava.

Esa tentativa retórica me pareció una prueba de que se había serenado.

Le pregunté qué otros volúmenes del maestro había recorrido.

Enumeró dos o tres, entre ellos El doble.

Le pregunté si al leerlos distinguía bien los personajes, como en el caso de Joseph Conrad, y si pensaba proseguir el examen de la obra completa.

-La verdad es que no -me respondió con cierta sorpresa.

Le pregunté qué estaba escribiendo y me dijo que preparaba un libro de versos que se titularía Los himnos rojos. También había pensado en Los ritmos rojos.

-¿Por qué no? -le dije-. Podés alegar buenos antecedentes. El verso azul de Rubén Darío y la canción gris de Verlaine.

Sin hacerme caso, me aclaró que su libro cantaría la fraternidad de todos lo hombres. El poeta de nuestro tiempo no puede dar la espalda a su época. Me quedé pensando y le pregunté si verdaderamente se sentía hermano de todos. Por ejemplo, de todos los empresarios de pompas fúnebres, de todos los carteros, de todos buzos, de todos los que viven en la acera de los números pares, de todos los afónicos, etcétera. Me dijo que su libro se refería a la gran masa de los oprimidos y parias.

-Tu masa de oprimidos y de parias -le contesté- no es más que una abstracción. Sólo los individuos existen, si es que existe alguien. El hombre de ayer no es el hombre de hoy sentencio algún griego. Nosotros dos, en este banco de Ginebra o de Cambridge, somos tal vez la prueba.

Salvo en las severas páginas de la Historia, los hechos memorables prescinden de frases memorables. Un hombre a punto de morir quiere acordarse de un grabado entrevisto en la infancia; los soldados que están por entrar en la batalla hablan del barro o del sargento. Nuestra situación era única y, francamente, no estábamos preparados. Hablamos, fatalmente, de letras; temo no haber dicho otras cosas que las que suelo decir a los periodistas. Mi alter ego creía en la invención o descubrimiento de metáforas nuevas; yo en las que corresponden a afinidades íntimas y notorias y que nuestra imaginación ya ha aceptado. La vejez de los hombres y el ocaso, los sueños y la vida, el correr del tiempo y del agua. Le expuse esta opinión, que expondría en un libro años después.

Casi no me escuchaba. De pronto dijo:

-Si usted ha sido yo, ¿cómo explicar que haya olvidado su encuentro con un señor de edad que en 1918 le dijo que él también era Borges?

No había pensado en esa dificultad. Le respondí sin convicción:

-Tal vez el hecho fue tan extraño que traté de olvidarlo.

Aventuró una tímida pregunta:

-¿Cómo anda su memoria?

Comprendí que para un muchacho que no había cumplido veinte años; un hombre de más de setenta era casi un muerto. Le contesté:

-Suele parecerse al olvido, pero todavía encuentra lo que le encargan.

Estudio anglosajón y no soy el último de la clase.

Nuestra conversación ya había durado demasiado para ser la de un sueño.

Una brusca idea se me ocurrió.

-Yo te puedo probar inmediatamente -le dije- que no estás soñando conmigo.

Oí bien este verso, que no has leído nunca, que yo recuerde.

Lentamente entoné la famosa línea:

L'byre - univers tordant son corps écaillé d'astres. Sentí su casi temeroso estupor. Lo repitió en voz baja, saboreando cada resplandeciente palabra.

-Es verdad -balbuceó-. Yo no podré nunca escribir una línea como ésa.

Hugo nos había unido.

Antes, él había repetido con fervor, ahora lo recuerdo, aquella breve pieza en que Walt Whitman rememora una compartida noche ante el mar, en que fue realmente feliz.

-Si Whitman la ha cantado -observé- es porque la deseaba y no sucedió. El poema gana si adivinamos que es la manifestación de un anhelo, no la historia de un hecho.

Se quedó mirándome.

-Usted no lo conoce -exclamó-. Whitman es capaz de mentir.

Medio siglo no pasa en vano. Bajo nuestra conversación de personas de miscelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos.

Eramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el dialogo. Cada uno de los dos era el remendo cricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy.

De pronto recordé una fantasía de Coleridge. Alguien sueña que cruza el paraíso y le dan como prueba una flor. Al despertarse, ahí está la flor. Se me ocurrió un artificio análogo.

-Oí -le dije-, ¿tenés algún dinero?

-Sí - me replicó-. Tengo unos veinte francos. Esta noche lo convidé a Simón Jichlinski en el Crocodile.

-Dile a Simón que ejercerá la medicina en Carouge, y que hará mucho bien... ahora, me das una de tus monedas.

Sacó tres escudos de plata y unas piezas menores. Sin comprender me ofreció uno de los primeros.

Yo le tendí uno de esos imprudentes billetes americanos que tienen muy diverso valor y el mismo tamaño. Lo examinó con avidez.

-No puede ser -gritó-. Lleva la fecha de mil novecientos sesenta y cuatro. (Meses después alguien me dijo que los billetes de banco no llevan fecha.)

-Todo esto es un milagro -alcanzó a decir- y lo milagroso da miedo. Quienes fueron testigos de la resurrección de Lázaro habrán quedado horrorizados. No hemos cambiado nada, pensé. Siempre las referencias librescas.

Hizo pedazos el billete y guardó la moneda.

Yo resolví tirarla al río. El arco del escudo de plata perdiéndose en el río de plata hubiera conferido a mi historia una imagen vívida, pero la suerte no lo quiso.

Respondí que lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja de ser aterrador. Le propuse que nos viéramos al día siguiente, en ese mismo banco que está en dos tiempos y en dos sitios.

Asintió en el acto y me dijo, sin mirar el reloj, que se le había hecho tarde. Los dos mentíamos y cada cual sabía que su interlocutor estaba mintiendo. Le dije que iban a venir a buscarme.

-¿A buscarlo? -me interrogó.

-Sí. Cuando alcances mi edad habrás perdido casi por completo la vista.

Verás el color amarillo y sombras y luces. No te preocupes. La ceguera gradual no es una cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano. Nos despedimos sin habernos tocado. Al día siguiente no fui. EL otro tampoco habrá ido.

He cavilado mucho sobre este encuentro, que no he contado a nadie. Creo haber descubierto la clave. El encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así que pudo olvidarme; yo conversé con él en la vigilia y todavía me atormenta el encuentro.

El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente. Soñó, ahora lo entiendo, la imposible fecha en el dólar.





************************
 Viajando por Nuestro Mundo http://olgaydaniel.blogspot.com/

 Blogs recomendados:
http://ferialibrodelmundo.blogspot.com/
 http://cienalmas.blogspot.com/
 http://sentimientosintimos.blogspot.com/
/ http://yobioycasares.blogspot.com/
/ http://eltuneldelosrecuerdos.blogspot.com/
 http://antiguoyvalioso.blogspot.com/

Heráclito, el río, Borges y la consciencia del tiempo


De Heráclito siempre se recuerda la frase del río, del bañista y del cambio en uno y otro. Como se sabe, en la obra de Borges, nada es fruto de la casualidad, ninguna palabra viene a ocupar un vacío. Por consiguiente, no debe asombrar que en el tercer párrafo de su cuento intitulado El otro, en donde el autor argentino aborda, una vez más, la cuestión del tiempo, aparezca “la milenaria imagen de Heráclito”.


Tampoco debe ser motivo de sorpresa que el suceso relatado allí ocurra necesariamente frente a un río; en este caso, el Charles, en Cambridge. El río ha sido quizá la más afortunada materialización del tiempo que los hombres han hallado nunca. El fluir del agua, de algún modo, representa, hace asequible a las personas, la consciencia del paso del tiempo, logrando un efecto de connotaciones casi mágicas sobre algo tan absolutamente impalpable, tan etéreo. Porque al tiempo, a diferencia del espacio, en definitiva, no podemos percibirlo de forma uniforme a través de ningún órgano. El correr del agua es entonces nuestro modo de medir lo que no puede ser medido.

En este cuento, Borges, sentado frente al agua gris, descubre, no sin cierto horror, que en la otra punta del banco se encuentra él mismo, pero con medio siglo de diferencia. Comprendí que para un muchacho que no había cumplido veinte años, un hombre de más de sesenta era casi un muerto. El joven se halla en Ginebra, en 1918, pero el banco que los une está en dos tiempos y en dos sitios.

El viejo Borges, ciego hace mucho, relata a su alter ego el inevitable destino de su padre, la vida que les espera a su madre y hermana, y los sucesos que juzga más relevantes en el orden internacional y local, aunque a éste poco parecen importarle tales cuestiones futuras. También le anticipa, cual matemático augur, su propio porvenir y la existencia consagrada a las letras: No sé la cifra de los libros que escribirás, pero sé que son demasiados. Escribirás poesías que te darán un agrado no compartido y cuentos de índole fantástica. El joven Borges, a su vez, indica que se encuentra escribiendo un libro de versos que llevaría por título Los himnos rojos; el Borges sexagenario ya sabía que ésa obra nunca saldría a la luz ni sería la primera que publicara, pues no tardaría en ser destruida. Al final, no vacila en anunciarle la forzosa ceguera que lo aquejará, aunque agrega, desdramatizando con lirismo: Verás el color amarillo y sombras y luces. No te preocupes. La ceguera gradual no es una cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano.

Además de Heráclito, y como no podía ser de otro modo tratándose de Borges, asimismo se menciona a Dostoievski y su novela corta El doble, nítido precedente del relato borgeano, en la que, como el mismo título lo indica, al funcionario Goliadkin, protagonista de la historia, se le presenta su contrafigura, su desdoblamiento en las lóbregas profundidades de su habitación. También nombra, interrelacionándola con la veta onírica de la narración, una invención de Coleridge por la que Borges sentía especial predilección: Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces qué?

Los dos Borges cruzan referencias literarias, intercambian monedas y conversan en medio de un clima sugestivo e irreal: uno interroga con avidez, el otro rastrea respuestas que lo hubieran conformado. Planean un reencuentro en el mismo banco, mas ambos tienen plena consciencia de que no se efectivizará. Éramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el diálogo. Cada uno de los dos era el remedo caricaturesco del otro. A partir de esta historia, en apariencia sencilla, el escritor en español más trascendente de los últimos siglos, erige una lúcida reflexión, no sólo sobre el paso del tiempo, sino sobre los efectos que el mismo produce en la esencia de las personas: personas que ya nunca serán las mismas que fueron.

Fuente: http://vagabundeoresplandeciente/



************************
Viajando por Nuestro Mundo http://olgaydaniel.blogspot.com/ (index)

 Blogs recomendados:

http://ferialibrodelmundo.blogspot.com/
/ http://cienalmas.blogspot.com/
/ http://sentimientosintimos.blogspot.com/
/ http://yobioycasares.blogspot.com/
/ http://eltuneldelosrecuerdos.blogspot.com/
/ http://antiguoyvalioso.blogspot.com/

De: Ricardo Muñoz - Morfeo naufragado (Sueño)

*************
Viajando por Nuestro Mundo
http://olgaydaniel.blogspot.com/  ( Index)
 Blogs recomendados:
http://ferialibrodelmundo.blogspot.com/
http://cienalmas.blogspot.com/
http://ajedrezyborges.blogspot.com/
http://yobioycasares.blogspot.com/
 http://eltuneldelosrecuerdos.blogspot.com/
http://conceptosdefisica.blogspot.com/

Una Pausa - poema de Daniel Gorosito

UNA PAUSA
In memoriam Octavio Paz

Ya es hora
las ventanas se cierran
los muros se cierran, las bocas se
cierran.
Octavio Paz

Poseído por las letras,
hombre árbol,

puliendo versos,
entre analogías creíbles
y metáforas prudentes.
De ti,
caen las hojas azules
que arrastra el viento
por los jardines de Coyoacán.
Los pájaros azules sombríos
suben...
Cielo y limbo se unen.

La lluvia se acumula
chinampitas de papel azul
navegan en las calzadas del Anáhuac,
síntesis de la soledad.
La palabra se extravió
en el laberinto.
¿Restos de alfabeto dispersado?
Una pausa.
En la ciudad de los palacios
las imágenes se oyen,
poeta del espacio en movimiento.
Una pausa.

Poeta arquero,
tu saeta
terrible y fulminante
directo al corazón y el espíritu.
¿Águila o Sol?
Un volado poético.
Confronta el espíritu humano
y el cosmos.
Un convite a los fantasmas.
Una pausa.
Buscando un tiempo enterrado.
Sin máscaras.
Al borde del silencio.

La luz se extingue.
Te encuentra caminando pausado
en la noche tendida de estrellas azules,
por los legendarios patios
de San Ildefonso.

Lic. W. Daniel Gorosito P.
Uruguayo residente en México

***
Viajando por Nuestro Mundo
Blogs recomendados: