¡SOY BOHEMIA ! ¿Y QUÉ?

Siempre me preguntan ¿que es ser Bohemio? les respondo : El Bohemio vive por vivir , se llena de angustia sin tener por qué, pero está alegre cuando otros no están.

El Bohemio vive su vida incansable de ideas ,algunas creativas y otras filosóficas, todas para hacer de su vida un paraíso. El Bohemio no teme, solo porque él vive su vida como quiere, ahora sin causarles daños a sus semejantes. Vive la vida con principios y hasta con responsibilidad pero hace lo que quiere cuando quiere. En la música encuentra pinturas, en las poesías encuentra música, y en las pinturas encuentra versos ...es así mientras que se bebe su copa y sin faltar un café en un bar escondido adonde solo se lee por la media luz y la atmósfera del tabaco. La noche es su tarima....ahi baila, canta, bebe, conversa y admira a otros como él. Se proclama el duende de la noche. Ve el mundo con otros ojos ...él ve colores en el cielo nublado, ve la melancolía en una rosa brillante en su esplendor.

Gracias a todos que entienden estas breves letras. ¡SÍIIIIIII!!!! ¡Soy una Bohemia !!! ¿y Qué?

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FRIDA KAHLO: FILOSOFAR Y PINTAR


Por Fernando Buen Abad Domínguez
Publicado por RazonEs de Ser
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“a todos les estoy escribiendo con mis ojos”.

No todo es sufridera en Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón (1) (1907-1954) Su vida y obra son, también imaginación lúdica que milita su fantasía revolucionaria con la idea de “transformar al mundo” con su capacidad sui géneris de amar locamente. Praxis de la Revolución Socialista que le abre un lugar indispensable al problema del Amor loco. Cursis abstenerse. Se trata de un "amor" filosofía y brújula, precipitado de pasiones, concreto y “maravilloso”, (sólo lo maravilloso es bello) de carne y espíritu con su magia, sentidos, unión, elección, sorpresa, desarrollo, juego, pérdida de controles, inquietudes, locuras, derroches, provocaciones, explosiones... dolores. Y lucha de clases. Un placer incómodo para la burguesía.

Frida vivió el amor como una de sus fuerzas esenciales, como un arma pasional de orden socialista, amor hacia sí y hacia otros a plena luz de la sinrazón objetiva cargada con emociones fantásticas. Objetividad dialéctica de las luchas contra la derrota, la huída... fuerza filosófica capaz de modificar y predisponer la vida en una síntesis de tonalidades emocionales para luchar contra la liquidación burguesa del imaginario revolucionario. Ese es su fin práctico mejor y uno de sus saltos cualitativos predilectos contra el Capitalismo. Fantasía tributaria del “arte popular”, fantasía real, militante del Partido Comunista Mexicano (2) e imaginería pictórica intimista, relicario de colores incendiario… hechos tesis revolucionaria. Aunque a muchos vendedores de “pintura” se les olvide.

Frida ofrece sus textos pictóricos bajo una coartada lógica, coherente, irrefutable, que no sabe explicarse sin las debilidades que la hacen poderosa y sin sus errores más acertados. Su obra es un texto filosófico electrizante y vivo magullado por los desplantes esnobs de mil manías burguesas que Frida exorciza de manera poético-truculenta sobre el calvario de una clase social enferma y desahuciada. Dialéctica de una experiencia personal cercada por los dolores de su vida, postración, desintegración del cuerpo y sufrimiento consustancial. El capitalismo mismo. “Nunca pensé en la pintura hasta 1926, cuando tuve que guardar cama a causa de un accidente automovilístico. Me aburría muchísimo ahí en la cama con una escayola de yeso (me había fracturado la columna vertebral así como otros huesos), y por eso decidí hacer algo. Robé unas pinturas al óleo de mi padre, y mi madre mandó hacer un caballete especial, puesto que no me podía sentar. Así empecé a pintar.(3)”


Frida es una revolución filosófica tangible, de carne y hueso, en el amor y en sus padecimientos “Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida”, dijo una vez, “uno en el que un autobús me tumbó al suelo… el otro accidente es Diego”. 55 pinturas. Sus cuadros son tesis poético-políticas en un carnaval de dolores sacralizados con imágenes de sí misma. Objetividad surrealista de trabajo “ácido y tierno, duro como el hierro y delicado y fino como el ala de una mariposa, adorable como una hermosa sonrisa, profundo y cruel como lo más implacable de la vida”. Diego Rivera

Frida, fantástica y sangrienta, es también una bofetada y un beso revolucionario con los pies sobre una tierra, llena de ignominia, explotación, miseria y barbarie. El mundo todo. Frida es una reconciliación intimista con las urgencias revolucionarias tramitadas emocionalmente entre sensaciones, virajes de ánimo y desgarraduras psicológicas y políticas. Lo de afuera adentro, lo de adentro afuera. Esperanza, desesperación y furia. Humor negro honesto, seductor y cachondo. Revolucionario, pues. Se bebió de un sorbo la Revolución Mexicana, como beben algunos su tequila, y le dio al arte una fascinación irreverente que corta con su filo fino todo paradigma de sumisión o esclavitud. Ni sumisa al dolor ni resignada a la postración. Rebeldía visible. “Imágenes de nacimiento y aborto, autorretratos dobles, con órganos internos a la vista, entrañas femeninas elevadas a objeto de arte. Khalo se definía como "la gran ocultadora". Sus auto-retratos dejan ver las facciones de máscaras de perfil estático, resultado de los mecanismos de auto control y de la búsqueda de distanciamiento subjetivo (4)”.

“El trabajo de Frida Kahlo es la mecha de una bomba” - A. Bretón.

Hija de la Revolución con su cuerpo herido de arte, política y cultura. “Las cartas en las que Frida habla de su vida política son una reliquia, se trata de una lista de preguntas y pensamientos sobre el comunismo, realizada a partir de 1938. Estas páginas fueron escritas por Kahlo, cuando León Trotski y su esposa Natalia vivieron exiliados en México (5)” Contrajo la polio siendo una niña, una barra de acero le atravesó la pelvis en un accidente, se le amputó una pierna, fue intervenida quirúrgicamente en 32 ocasiones. Todo ese dolor y la aceptación del propio cuerpo como una cárcel infernal, se plasma en su pintura, en sus autorretratos, donde aparece lanceada y repleta de aceros y corsés. Filosofa sobre sus heridas sin condolencia como símbolo mismo de la lucha contra una realidad cruel fabricante de sufrimiento a escala nacional, mundial y emocional. Frida contiene las heridas revolucionarias de una mujer amante, de imágenes embriagadas con móviles prehispánicos e insurreccionales cuya representación es unidad significante y continua de una “escritura automática” de la revolución permanente, "automatismo psíquico" de las cicatrices cuya identidad, robada al dolor, no es sólo individual sino histórica. Una Coyolxauqui del siglo XX.


Por eso, en su manera de amar abismal, desenfrenada y definitiva se fragua el cuerpo filosófico de su obra torturado a fuerza de mantener abiertas las puertas del inconsciente revolucionario en una época cuya espontaneidad política producía ganas de vivir, comer, dormir, producía el deseo de la revolución socialista como un deseo de carne y hueso, deseo genital y militante. Esa revolución es Frida misma. Epicentro y organización, creación, extensión del filosofar marxista en su propio ser y fuente ella misma de beligerancias simbólicas ordenadas azarosamente bajo el mandato de la realidad. “He sido capaz de hallar una forma personal de expresarme en la pintura, sin que me empujara prejuicio alguno (6)”

Frida abreva en todas las relaciones de la revolución con la subjetividad. Su adhesión al programa comunista, aun con sus contradicciones o limitaciones, en nada difiere de su compromiso con la causa revolucionaria en la liberación de las imágenes contra los yugos esteticistas burgueses. Hombro a hombro con el pueblo mexicano que, a pesar de los detractores y los defraudadores, mantiene correas de transmisión revolucionaria permanentes.

La Revolución Socialista es programa y es acción, indisociables y emocionantes… requiere la armonía entre pensar y hacer dialécticamente, incluso bajo el influjo del color, la música, las formas pictóricas… esa base filosófica está al alcance de Frida y se mueve dentro de ella bajo una sola ley: la vida revolucionaria. Contra toda interpretación individualista, contra toda tergiversación mercantil, contra la edulcoración de Frida en manos de saltimbanquis mercenarios; están las pruebas fidedignas de una filosofar sobre la praxis revolucionaria y socialista, está su adhesión al materialismo dialéctico, está su fuerza imaginativa, su seducción irracional, mágica lúdica… y está la belleza convulsiva extraordinaria de su obra fresca siempre.

Frida no le tuvo miedo a sus limitaciones físicas, de género y de clase social, hizo suyas las premisas del comunismo, del materialismo dialéctico y las volvió paisaje en una deriva de dolores y penurias donde Frida participa en forma activa, no se sentó a llorar sus penurias, las sufrió en movimiento revolucionario para no andar con payasadas escapistas. “… Aprender que yo no soy sino una ‘pinche’ parte de un movimiento revolucionario”.

La revolución es “la única razón para vivir”, pero es que Frida entiende por Revolución no la palabrería de bibliotecas zurdas, no las poses del intelectual insatisfecho, no la pataleta del burgués pajero, no la audacia timorata de las señoras indignadas… su idea de revolución tiene relación con el aire que respira, con los sístoles y los diástoles, con la vida misma en cada minuto y en cada episodio cotidiano. Aun insatisfecha, descontenta de los logros, permanentemente “Mi pintura no es revolucionaria, para qué me sigo haciendo ilusiones de que es combativa. No puedo.” las ideas de Frida tienen los colores de una lógica revolucionaria, en pleno movimiento, en su realidad capitalista hermafrodita de monstruos “¿Qué haría yo sin lo absurdo y lo fugaz?”

Frida no se propuso ser emblema sólo de mujeres. Todo sectarismo de género desaparece en su convulsión estética que fluye sin cesar contra los esquemas burgueses emergentes de ese “feminismo” que se hace pasar por revolucionario entre consignas huérfanas de clase. Nada en su obra es sencillo ni accesible y eso es lo que la convierte en una obra de pensamiento visual deseable. En todas las ideas de Frida gotean las herencias de las luchas emprendidas por las mujeres hacia su emancipación definitiva, no por mujeres (sólo) sino por proletarias. Filosofía de mujeres que aprovechan cuanta oportunidad se ofrece para plantear demandas sociales, económicas y políticas revolucionarias destinadas a transformar todo esteriotipo del papel de las mujeres en la familia y la economía. Frida es de esas.

Mujeres cuya problemática es la problemática de la lucha de clases sin eufemismos ni escapatorias. Frida es de esas, que mira sin piedad las condiciones insoportables que van de mal en peor. Para las mujeres y para todos… Frida no sabe resignarse, no se queda satisfecha con su “suerte” ni con su “papel de mártir”. Frida logró pegar un salto monumental contra el capitalismo al lado de sus cuadros que son también grito desesperado contra la miseria y la barbarie, la atención médica insuficiente, las condiciones laborales desastrosas, la represión policíaca y militar… y contra todos los estigmas y las desventajas, “Soy mujer, pero tengo talento”, clama Lisístrata desde la Acrópolis. “No sé si mis pinturas son o no surrealistas pero, lo que sí estoy segura es que son la expresión más franca de mi ser", Frida escribió una vez. Como mis temas han sido siempre mis sensaciones, mis estados de ánimo y las reacciones profundas que la vida ha producido en mí, yo lo he llevado objetivamente y plasmado en las figuras que hago de mi misma, que es lo más sincero y real que he podido hacer para expresar lo que yo he sentido dentro y fuera de mí misma (7)”.

Frida por eso es voz de muchas mujeres que piensan en hacer la guerra al capitalismo con el arte incluso, hacer del talento un poder emancipatorio, desarrollar el “genio” contra las más terribles congojas, y con el arte, abrir frentes de vida. Frida es una de las exponentes principales del filosofar revolucionario de su tiempo no para mantener entretenida a la niña, que salida de sí, sentaba a su lado mientras pintaba aparatos mecánicos de su cuerpo; sino para sentirse mujer en tránsito espiral para la pintura donde se convirtió en mujer de arte. “Experimento intensamente una amistad imaginaria con una pequeña niña, más o menos de la misma edad que yo... La sigo en todos sus movimientos y mientras danza le cuento mis problemas secretos.” Discípula de la luz en el círculo de la producción artística que se tropieza con la historia y halla algunas respuestas concretas en las ideas de una obra que amalgaman sueños, recuerdos de la infancia, vivencias femeninas, temores y horrores del dolor. Su filosofar pictórico es una guerra que va en búsqueda de la verdad y explora la alquimia, la magia de la sensibilidad artística de un lenguaje visual donde lo femenino es sombrío y predominan los colores de una realidad cotidiana de mundos fantásticos, de estrellas para ascender sin detener su movimiento. Todo es posible. El mundo interior y los cambios se mueven incansablemente a través de lo insólito. Humor exquisito al servicio de la imaginación revolucionaria, el movimiento, la alegría, la luz y los enigmas donde, “solamente lo maravilloso es bello”.

Frida superó rápidamente las limitaciones conservadoras y manías estéticas que frenaron durante mucho tiempo la conciencia revolucionaria de muchas artistas. Su lucha es un salto magnífico. Es obvio que esto no se debe a su condición de mujer sino a su condición de luchadora revolucionaria. Lo que tiene de avance es que entendió claramente que para explotar a los trabajadores, extenuándolos en jornadas criminales, no hay distinción de géneros que valga. Frida entiende muy bien las reglas del juego burgués: Mano de obra barata, materia prima regalada… esclavitud y resignación a toda costa… lo supo y lo vio de cerca y por eso sus cuadros no se quedan quietos. El mundo de Frida es un mundo problemático cálido y húmedo, pleno de sugerencias y evocaciones cercanas a los mundos interiores de una mujer sensible y única heredera y participe de una revolución. Cree en la capacidad de la imagen en el lienzo y revive los espacios interiores primigenios y vitales lleno de poesía e imaginación. Aprendió a utilizar las herramientas filosóficas que vivió en sus primeros años como reflejos que no esperan mucho para desagarrar un mundo opresivo a partir del cual logró mirar cara a cara a la muerte con quien mantendría una relación estrecha no sin desafiarla a juego artístico. Mujer madre a pesar de todo. “Tenía tantas ganas de tener un pequeño Dieguito que lloré bastante, pero ya todo pasó y no hay nada más que hacer que soportarlo”, escribió Kahlo luego de su primer aborto en 1932 (8).

Amor hasta por los codos.

Nada como las cartas de Frida para entender su filosofar: “Según el diario la ‘Jornada’, "los escritos muestran a una mujer preocupada por su amor por Diego ("te amo más que a mi vida", le dice), por su necesidad del arte, su activismo político, su experiencia con el dolor y su conciencia de la muerte (9)”. Frida es un filósofo del amor, también. Filosofía de sentimientos que buscan asilo pictórico para alargarse la vida. En su obra se forma un círculo de ideas para una expedición minuciosa sobre cada rasgo del amor, cada matiz, cada lujo. Trabajó con un microscopio de pinceles que pintó dibujos detalladísimos de todos sus sentimientos amorosos y no tanto. Retrató el interior de un filosofar la vida en el escenario del amor. Frente al amor. Su carácter de luchadora marca con su ejemplo todos los modos y los medios de la batalla. Ternura disciplinada de amor determinante en las horas más críticas y desarrollado con una capacidad de amar ciertamente descomunal e inspiradora.

El sábado 31 de enero de 1948, Frida le escribió a Diego: ''Como siempre, cuando me alejo de ti, tomo dentro de mí tu mundo y tu vida, y así es como puedo sostenerme por más tiempo (10)". Carta a Diego de 1940 “Ahora que hubiera dado la vida por ayudarte, resulta que son otras las ‘salvadoras’... Pagaré lo que debo con pintura... Lo único que te pido es que no me engañes en nada, ya no hay razón, escríbeme cada vez que puedas, procura no trabajar demasiado ahora que comiences el fresco, cuídate muchísimo tus ojitos, no vivas solito para que haya alguien que te cuide, y hagas lo que hagas, pase lo que pase, siempre te adorará tu Frida”.

Frida es acción amorosa convertida en fuerza esencial para el movimiento de masas, revolucionario y mundial, donde ella imprime al amor dimensiones de reivindicación indispensables como un principio completamente necesario en la construcción del socialismo. Aunque aun muchos camaradas no lo entiendan o no quieran entenderlo. A las condiciones que Frida sufrió, en tormentos de todo, tipo esgrimió el amor como parte del programa socialista, de la lucha de clases. Amor que madura, que organiza, que lucha día a día, que suma y a su vez organiza más amores. Esa es su filosofía, una manera de pensar el amor como búsqueda y revelación de lo irracional. Su filosofía expresa sus ideas en pintura y poesía, en su manera de vivir. Para Frida la revolución social es el primer paso del amor en sus mejores búsquedas y revelaciones.

Frida esgrimió su filosofía del amor como mediadora entre la vida y el subconsciente, un objeto de los deseos objetivado por las necesidades de expresarse libremente. Amor como una revolución política, como la sublevación del espíritu y su emancipación de la religión, la lógica, sentido común, la fe, la ley, la burocracia, la obediencia a autoridad, y militarismo. Había un lugar para el amor en el movimiento de lo racional, en sus interrogaciones a los poderes, en la exploración de poderes misteriosos y regenerativos conectados a los deseos desde la realidad y hasta los sueños, del consciente y del inconsciente, del pasado y del presente. El amor enriquece lo irracional en el mundo de realidad, crea un espacio para lo racional en el mundo de la fantasía. El amor compagina el mundo en una tentativa a revelar orden interno en el mundo de la fantasía. El amor toma los elementos de su ambiente, las calles y los bosques, en un viaje hacia un lugar alquimia de orden universal sin normas de los papeles de géneros.


Frida filosofa sobre el amor en su obra que tiene ojos propios de mujer revolucionaria puestos sobre un mundo en plena etapa de revoluciones que dan marco al deseo de Frida por la maternidad, embarazo, lactación, la madre y el miedo… rechazaba el papel tradicional de la mujer y empujó sus limitaciones al movimiento que contribuía a la expresión consciente de lo femenino.

Frida sabía a su modo que sólo una revolución social íntegra proporcionará a la humanidad los medios para emancipar sus fortalezas amatorias y organizar humanamente a la sociedad, entonces pasará a ser sujeto amante con voluntad y fuerza emocional para vencer la explotación. El amor de Frida es un filosofar escanciado en su obra hasta tal punto que incluso sus adversarios sienten la necesidad de imitarla... la obra de Frida es un triunfo dialéctico de una fuerza todavía desconocida en sus mejores expresiones.

“De cualquier manera que se conciba la relación entre el desarrollo social y la liberación del individuo, todo revolucionario debería esforzarse por realizar, al menos en su propia conciencia, la síntesis entre su deseo de liberación social y su deseo de liberación espiritual” La obra de Frida mueve a producir insurrecciones contra la explotación, no puede ser separada de la indignación que produce el espectáculo de degradación, miseria y barbarie que ha creado el Capitalismo... por eso la filosofía, la obra y la vida de Frida no divide al deseo revolucionario sino lo integra a su praxis del Amor Loco, complejo y amplio, con dignidad alta, que busca llegar al fondo del proceso revolucionario permanente para terminar con toda alienación y toda miseria. “…y francamente yo ya no tengo ni la más remota ambición de ser nadie, me vienen guangos los `humos` y no me interesa en ningún sentido ser la `gran caca (11)…”. Hay que leer a Frida “se limpia la imagen de Frida de tanto pegoste inadecuado que le han puesto en las últimas décadas (12)”. El día en que fue sepultado el cuerpo de Frida, muerta a los 47 años de edad, el 13 de julio de 1954, su féretro fue cubierto con la bandera Comunista.

1 http://es.wikipedia.org/wiki/Frida_Kahlo
2 Durante estos primeros años el PCM vivió los mismos conflictos ideológicos que enfrentó el movimiento comunista en el mundo, como la división entre estalinismo y trotskismo que causó la expulsión de militantes célebres como Diego Rivera y Frida Kahlo por su respaldo a León Trotsky, mientras otros como David Alfaro Siqueiros permanecían fieles al movimiento estalinista.
http://es.wikipedia.org/wiki/Partido_Comunista_Mexicano
3 Declaraciones de Frida Kahlo a Julien Levy, Nueva York 1938. http://www.homines.com/arte_xx/frida_kahlo/index.htm
4 http://www.modemmujer.org/docs/9.17.htm
5 http://www.tiwy.com/read.phtml?id=45&mode=uno
6 http://www.revistasculturales.com/a/372/1/frida-kahlo-la-frente-y-el-perfil.html
7 http://www.pbs.org/weta/fridakahlo/life/index_esp.html
8 www.reflejos.com/onlinepdf/20050904/20050904_Ref_p13.pdf
9 Subastarán archivo de la pintora mexicana Frida Kahlo http://www.tiwy.com/read.phtml?id=45&mode=uno
10 http://www.jornada.unam.mx/2002/11/23/03an1cul.php?origen=cultura.html
11 Fragmento de una larga carta enviada por Frida al doctor Leo Eloesser desde Coyoacán, el 15 de marzo de 1941 http://lettersfromwonderland.blogspot.com/2006/04/las-cartas-de-frida.html
12 Raquel Tibol http://www.jornada.unam.mx/2004/07/08/08an1cul.php?origen=cultura.php&fly=2


http://fbuenabad.blogspot.com/
http://filmimagen.blogspot.com/
http://universidaddelafilosofia.blogspot.com/
http://paper.li/FBuenAbad/1315843074

Las llaves de mis sueños Por Guerrera de La Luz


A veces quisiera ser otra cosa,
cualquiera menos la que soy,
en la que me han convertido, 
en quien me he convertido.

Recuerdo el día que deje ser de ser la que fui: "La soñadora".
Era una noche tormentosa y de lluvia torrencial cuando me descubrieron.
Golpearon con firmeza  a mi puerta mientras dormía. Mis palpitaciones crecían al compás de cada golpe fuerte y cada vez más frío, o así los sentía sobre mi piel casi desnuda por la calidez de éste,"mi cielo". 
Tuve miedo, mucho miedo.
Los dejé entrar. Esa misma noche robaron mis llaves, mis poemas, mi luz y mis sueños. 
Me sentí vacía, sin sentimientos. Como ahora, que no puedo volver a mis sueños. 
Llueve tanto dentro mío... 
y yo sin mis llaves.
                                                                                                                           MI Alma los Abrazaba y Sentía.
Tanto....
*GL*

Muestra fotográfica de Javier Hinojosa en Mendoza (Argentina)

Una fotografía de Javier Hinojosa


MUESTRA FOTOGRÁFICA
(Mendoza, Argentina)
en RazonEs de Ser
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“Estaciones”, del fotógrafo mexicano Javier Hinojosa
Sala de las Naciones, del Centro Cultural Espacio Contemporáneo de Arte de la Ciudad de Mendoza.
Permanecerá abierta hasta el 6 de noviembre.
Posteriormente se presentará en Buenos Aires.
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La Embajada de México, en coordinación con el Consulado Honorario de México en Mendoza y la Dirección de Cultura y Exposiciones de la Casa América Cataluña, presentan la muestra fotográfica “Estaciones”. Ésta registra la labor profesional de 30 años, con imágenes de restos arqueológicos y áreas naturales protegidas de México. La calidad y seriedad del trabajo han convertido a Hinojosa en un autor de referencia en la comunidad fotográfica iberoamericana.

Las obras llevan al observador a un viaje que lo aleja del ruido y bullicio de la gran ciudad. A través de su iconografía nos transportamos por el tiempo y el espacio y podemos imaginar como pudieron haber sido esos lugares en el pasado. El lenguaje visual del artista conecta al espectador con la naturaleza, su principal protagonista.

El manejo de la técnica, está en todo momento al servicio del discurso. Con fotografías de alto contraste, composiciones estudiadas y una impresión especialmente cuidada, Hinojosa consigue detenernos ante su producción y hacernos reflexionar.

Nueva edición de Teatroxlaidentidad en Rosario



Del 8 al 22 de octubre
Nueva edición de Teatroxlaidentidad en el CEC y en el Museo de la Memoria

Del 8 al 22 de octubre próximo se realizará la sexta edición del ciclo Teatroxlaidentidad que organizan anualmente Abuelas de Plaza de Mayo filial Rosario y Artes Escénicas y Museo de la Memoria, de la Secretaría de Cultura y Educación municipal. El ciclo se desarrollará los días 8 y 9, en el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC), con distintas actividades culturales y artísticas y la puesta de dos obras de teatro –Somos nosotros, por el grupo Qué Rompimos!, dirigido por Osqui Guzmán, y El Club de los Recordadores Anónimos, dirigida por María Nella Ferrez–, y finalizará con un seminario sobre dramaturgia a cargo de Luis Cano, los días 20, 21 y 22 del mismo mes.

El objetivo de Teatroxlaidentidad es favorecer la participación de los artistas en la promoción de la toma de conciencia sobre la lucha que vienen llevando adelante las Abuelas de Plaza de Mayo en relación con la restitución de los bebés que fueron despojados de su verdadera identidad por la dictadura militar.

La búsqueda de la identidad implica a la sociedad en su conjunto. Si el genocidio y la apropiación sistemática de niños por parte del terrorismo de Estado conformaron un gran problema social, la reflexión sobre sus consecuencias también son hechos que involucran a toda la sociedad. Para ello, se hace imprescindible construir la identidad individual sin excluir de ese diálogo a personas con sus historias, familias y nombres robados.

Teatroxlaidentidad desde su hábitat natural, el escenario, se construye como un puente que une a las voces del teatro con el público y con cada chico que duda o que aún habiendo recuperado su identidad, es partícipe involuntario de una historia siniestra.

Poemas de amor de Guerrera de la Luz - Primer DVD disponible

¡Hola!

Estuvimos trabajando fuerte en nuestro Mundo preparando el lanzamiento de la primera edición limitada de
"Destellos 1" - 10 poemas de amor de Guerrera de la Luz ilustrados y musicalizados.
Un DVD para disfrutar y obsequiar. Enviado a domicilio.
Incluye el poema "Descalza", ampliamente difundido ya por el mundo de internet.
Informate sobre cómo recibirlo contactando ya mismo vía mail a guerreradelaluz@hotmail.com.ar.
Vista anticipada de algunos "Destellos" puede encontrarse en youtube.
Esperamos tu contacto.

El Mundo de Olga y Daniel
Olga y Daniel Producciones
Esquel - Chubut - Argentina

O MEU VOEJO - Efigênia Coutinho - AVSPE 2011‏

O MEU VOEJO
Efigênia Coutinho

Sou borboleta de asas floridas
Que sob o Sol, no Ar, em giravoltas,
Busca teu simples vôo de natureza
Para que no vôo supremo de minhas idas,
Possa sentir tua presença tão querida
Que levarei comigo em cada volta.
Do casulo posto com firmeza
E escondidos entre as flores,
Renasça sempre, de meu revoar,
As delícias feitas de amores
A preservar de nós, o encanto da vida,
Na eterna essência do recomeçar.
E na imensidão do Universo voejo,
Nas cores de minhas asas a tremeluzir
Deixo fluir toda a minha emoção,
Para alcançar o teu ser que vejo
E num abraço suspirar essa paixão,
Que aflora em mim, todo o teu seduzir!

Outubro - 2011
Balneário Camboriú

LA TOALLA CON EL GALLO ROJO - Mijaíl Bulgákov - (Cuento completo). Enviado por Ana Bolea



A quien no haya viajado a caballo por perdidos caminos vecinales, no tiene sentido que le cuente nada de esto: de todas formas no lo entendería. Y a quien ha viajado, prefiero no recordarle nada.

Seré breve: mi cochero y yo recorrimos las cuarenta verstas que separan la ciudad de Grachovka del hospital de Múrievo exactamente en un día. Incluso con una curiosa exactitud: a las dos de la tarde del 16 de septiembre de 1917 estábamos junto al último almacén que se encuentra en el límite de la magnífica ciudad de Grachovka; a las dos y cinco de la tarde del 17 de septiembre de ese mismo e inolvidable año de 1917, me encontraba de pie sobre la hierba aplastada, moribunda y reblandecida por las lluvias de septiembre, en el patio del hospital de Múrievo. Mi aspecto era el siguiente: las piernas se me habían entumecido hasta tal punto que allí mismo, en el patio, repasaba confusamente en mi pensamiento las páginas de los manuales intentando con torpeza recordar si en realidad existía -o lo había soñado la noche anterior, en la aldea Grabílovka- una enfermedad por la cual se entumecen los músculos de una persona. ¿Cómo se llama esa maldita enfermedad en latín? Cada músculo me producía un dolor insoportable que me recordaba el dolor de muelas. De los dedos de los pies ni siquiera vale la pena hablar: ya no se movían dentro de las botas, yacían apaciblemente, parecidos a muñones de madera. Reconozco que en un ataque de cobardía maldije mentalmente la medicina y la solicitud de ingreso que había presentado, cinco años atrás, al rector de la universidad. Mientras tanto, la lluvia caía como a través de un cedazo. Mi abrigo se había hinchado como una esponja. Con los dedos de la mano derecha trataba inútilmente de coger el asa de la maleta, hasta que desistí y escupí sobre la hierba mojada. Mis dedos no podían sujetar nada y de nuevo yo, saturado de todo tipo de conocimientos obtenidos en interesantes libros de medicina, recordé otra enfermedad: la parálisis.

"Parálisis", no sé por qué me dije mentalmente y con desesperación.

-Hay que... -dije en voz alta con labios azulados y rígidos-, hay que acostumbrarse a viajar por estos caminos.

Al mismo tiempo, por alguna razón miré con enfado al cochero, aunque él en realidad no era el culpable del estado del camino.

-Eh... camarada doctor -respondió el cochero, también moviendo a duras penas los labios bajo sus rubios bigotillos-, hace quince años que viajo y todavía no he podido acostumbrarme.

Me estremecí, miré melancólicamente la descascarada casa de dos pisos, las paredes de madera rústica de la casita del enfermero, y mi futura residencia, una casa de dos pisos muy limpia, con misteriosas ventanas en forma de ataúd. Suspiré largamente. En ese momento, en lugar de las palabras latinas, atravesó mi mente una dulce frase que, en mi cerebro embrutecido por el traqueteo y el frío, cantaba un grueso tenor de muslos azulados:

...Te saludo... refugio sagrado...

Adiós, adiós por mucho tiempo al rojizo-dorado teatro Bolshói, a Moscú, a los escaparates... ay, adiós.

"La próxima vez me pondré la pelliza... -pensaba yo con enojo y desesperación, mientras trataba de arrancar la maleta sujetándola por las correas con mis dedos rígidos-, yo... aunque la próxima vez ya será octubre... y entonces ni dos pellizas serán suficiente. Y antes de un mes no iré, no, no iré a Grachovka... Piénsenlo ustedes mismos... ¡fue necesario pernoctar por el camino! Habíamos recorrido veinte verstas y ya nos encontrábamos en una oscuridad sepulcral... la noche... tuvimos que pasar la noche en Grabílovka... el maestro de la escuela nos dio hospedaje... Y hoy por la mañana nos pusimos en camino a las siete... Y el coche viaja... por todos los santos... más lento que un peatón. Una rueda se mete en un hoyo y la otra se levanta en el aire; la maleta te cae en los pies... luego en un costado y más tarde en el otro; luego, te vas de narices y un momento después te golpeas en la nuca. Y la lluvia cae y cae, y no cesa de caer, y los huesos se entumecen. ¡¿Acaso me habría podido imaginar que a mediados de un gris y acre mes de septiembre alguien puede congelarse en el campo como en el más crudo invierno?! Pues resulta que sí. Y en su larga agonía no ve más que lo mismo, siempre lo mismo. A la derecha un campo encorvado y roído, a la izquierda un marchito claro, y junto a él, cinco o seis isbas grises y viejas. Parecería que en ellas no hay ni un alma viviente. Silencio, sólo silencio alrededor..."

La maleta cedió por fin. El cochero se acostó con la barriga sobre ella y la arrojó directamente hacia mí. Yo quise sujetarla de la correa pero mi mano se negó a trabajar, y entonces mi hinchada y hastiada compañera -llena de libros y de toda clase de trapos- cayó directamente sobre la hierba, golpeándome fuertemente las piernas.

-Oh, Dios... -comenzó a decir el cochero asustado, pero yo no le recriminé: mis piernas no me servían para nada.

-¡Eh! ¿Hay alguien ahí? ¡Eh! -gritó el cochero, y agitó los brazos como un gallo que agita las alas-. ¡Eh, he traído al doctor!

En ese momento, en las oscuras ventanas de la casa del enfermero aparecieron unos rostros y se pegaron a ellas; se oyó el ruido de una puerta y vi cómo, cojeando por la hierba, se dirigía hacia mí un hombre con un abrigo roto y unas botas pequeñas. El hombre se quitó la gorra respetuosa y apresuradamente, llegó hasta unos dos pasos de donde yo me encontraba, por alguna razón sonrió con recato, y me saludó con voz ronca:

-Buenos días, camarada doctor.

-¿Quién es usted? -pregunté yo.

-Soy Egórich -se presentó el hombre-, el guardián de este lugar. Le hemos estado esperando y esperando...

Al instante cogió la maleta, se la echó al hombro y se la llevó. Yo le seguí cojeando, tratando inútilmente de meter la mano en el bolsillo de los pantalones para sacar la cartera.

El ser humano necesita en realidad muy poco. Pero ante todo le hace falta el fuego. Al ponerme en camino hacia el lejano Múrievo, cuando aún me encontraba en Moscú, me había dado a mí mismo la palabra de comportarme como una persona respetable. Mi aspecto juvenil me había envenenado la vida en un comienzo. Cuando me presentaba ante alguien, invariablemente debía decir:

-Soy el doctor tal.

Y todos, ineludiblemente, arqueaban las cejas y preguntaban:

-¿De verdad? Hubiera creído que era usted un estudiante todavía.

-No, ya he terminado la carrera -respondía con aire hosco, y pensaba: "Lo que necesito es un par de gafas." Pero no tenía para qué usar gafas, ya que mis ojos estaban sanos y su claridad aún no había sido enturbiada por la experiencia de la vida. Al no tener la posibilidad de defenderme de las eternas sonrisas condescendientes y cariñosas con ayuda de unas gafas, traté de desarrollar unos hábitos especiales que inspiraran respeto. Procuraba hablar pausadamente y con autoridad, intentaba controlar los movimientos bruscos, trataba de no correr -como corren los estudiantes de veintitrés años que apenas han terminado la universidad-, sino de caminar. Transcurridos muchos años, ahora comprendo que todo eso se me daba, en realidad, bastante mal.

En ese momento había infringido mi tácita norma de conducta. Estaba sentado, hecho un ovillo y en calcetines, y no en el gabinete sino en la cocina, y, como un adorador del fuego, me acercaba con entusiasmo y apasionamiento a los troncos de abedul que ardían en la estufa. A mi izquierda había un cubo puesto al revés; sobre él estaban mis botas y junto a ellas un gallo pelado y con el cuello ensangrentado. Junto al gallo estaban, formando un montoncito, sus plumas de diversos colores. Pero el caso es que, aun en ese estado de entumecimiento, había tenido tiempo de realizar una serie de cosas que exigía la vida misma. A Axinia, una mujer de nariz puntiaguda, esposa de Egórich, la había confirmado en su puesto de cocinera. Y, como consecuencia, a manos de Axinia pereció un gallo. ¡Y debía comérmelo yo! Ya había conocido a todo el personal. El enfermero se llamaba Demián Lukich, las comadronas, Pelagueia Ivánovna y Ana Nikoláievna. También había tenido tiempo de recorrer el hospital y, con la más absoluta claridad, me había convencido de que su instrumental era abundantísimo. Al mismo tiempo, y con la misma claridad, tuve que reconocer (para mi, por supuesto) que el uso de muchos de aquellos instrumentos que brillaban virginalmente me era por completo desconocido. No sólo no los había tenido nunca en mis manos sino que, hablando con franqueza, ni siquiera los había visto.

-Hmm... -murmuré con aire de gran importancia-, tienen ustedes un instrumental magnífico. Hmm...

-Por supuesto -anotó dulcemente Demián Lukich-, es el resultado de los esfuerzos de su antecesor, Leopold Leopóldovich. Él operaba de la mañana a la noche.

Sentí un sudor frío en la frente y miré con tristeza los pequeños armarios que brillaban como espejos.

Después recorrimos las salas vacías y me convencí de que en ellas podrían caber con facilidad hasta cuarenta enfermos.

-Leopold Leopóldovich tenía a veces hasta cincuenta enfermos internados en el hospital -me consoló Demián Lukich, mientras Ana Nikoláievna, una mujer que tenía una corona de cabellos grises, dijo:

-Usted, doctor, tiene un aspecto tan joven, tan joven... En verdad es asombroso. Parece usted un estudiante.

"¡Diablos -pensé yo-, como si se hubieran puesto de acuerdo, palabra de honor!"

Y murmuré entre dientes, con sequedad:

-Hmm... no, yo... es decir yo... sí, tengo un aspecto muy joven...

Luego bajamos a la farmacia, y de inmediato vi que en ella no faltaba absolutamente nada. En las dos habitaciones -un tanto oscuras- olía fuertemente a hierbas y en las estanterías se encontraba todo lo que se podía desear. Incluso había medicamentos extranjeros de patente, y quizá no haga falta añadir que jamás había oído hablar de ellos.

-Los encargó Leopold Leopóldovich -me informó orgullosamente Pelagueia Ivánovna.

"Ese Leopold Leopóldovich era de verdad un genio", pensé, y sentí un enorme respeto hacia el misterioso Leopold, que había abandonado el hospital de Múrievo.

El hombre, además del fuego, necesita poder habituarse. Me había comido el gallo hacía mucho tiempo. Egórich había rellenado para mí el jergón de paja y lo había cubierto con sábanas. Una lámpara ardía en el gabinete de mi residencia. Estaba sentado y, como encantado, miraba el tercer logro del legendario Leopold: la estantería estaba llena de libros. Conté rápidamente unos treinta tomos sólo de manuales de cirugía, en ruso y en alemán. ¡Y cuántos tratados de terapia! ¡Maravillosos atlas encuadernados en piel!

Se acercaba la noche y yo comenzaba a acostumbrarme.

"No tengo la culpa de nada -pensaba de manera insistente y atormentadora-; tengo un diploma con quince sobresalientes. Yo les había advertido en la ciudad que quería venir como segundo médico. Pero no. Ellos sonrieron y dijeron: 'Ya se acostumbrará.' Vaya con el 'ya se acostumbrará'. ¿Y si alguien llega con una hernia? Díganme. ¿Cómo me voy a acostumbrar a ella? Pero, sobre todo, ¿cómo va a sentirse el herniado en mis manos? Se acostumbrará, sí, pero en el otro mundo (en ese momento una sensación de frío me recorrió la columna vertebral)...

"¿Y un caso de peritonitis? ¡Ja! ¿Y la difteria que suelen padecer los niños campesinos? Pero... ¿cuándo es necesario practicar una traqueotomía? Tampoco me irá muy bien sin la traqueotomía... ¿Y... y... los partos? ¡Había olvidado los partos! ¡Las posiciones incorrectas! ¿Qué voy a hacer? ¡Ah, qué persona tan irresponsable soy! Nunca debí haber aceptado este distrito. No debí haberlo aceptado. Se hubieran podido conseguir a algún Leopold."

En medio de la tristeza y el crepúsculo, me puse a caminar por el gabinete. Cuando llegué a la altura de la lámpara vi cómo, en medio de la ilimitada oscuridad de los campos, aparecía en la ventana mi pálido rostro junto a las lucecitas de la lámpara.

"Me parezco al falso Dimitri", pensé de pronto tontamente, y volví a sentarme al escritorio.

Durante dos horas de soledad me martiricé, y lo hice hasta tal punto que mis nervios ya no podían soportar los miedos que yo mismo había creado. Entonces comencé a tranquilizarme e incluso a hacer algunos planes.

Bien... Dicen que ahora hay pocos pacientes. En las aldeas están agramando el lino, los caminos son impracticables... "Justamente por eso te traerán un caso de hernia -retumbó una voz severa en mi cerebro-, porque alguien que tiene un resfriado (o cualquier enfermedad sencilla) no vendrá por estos caminos, pero a alguien con una hernia lo traerán, ¡puedes estar tranquilo, querido colega!"

La observación no era nada tonta, ¿no es verdad? Me estremecí.

"Calla -le dije a la voz-, no necesariamente tiene que ser una hernia. ¿Qué neurastenia es ésta? Si ya estás aquí... ¡adelante!"

"Si ya estás aquí...", repitió mordazmente la voz.

Bien... no me separaré del manual... Si hay que recetar algo, puedo pensarlo mientras me lavo las manos. Tendré el manual siempre abierto dentro del libro en el que llevaré el registro de los pacientes. Daré recetas útiles, pero sencillas. Por ejemplo: 0.5 de salicilato de sodio, tres veces al día...

"¡Podrías recetar bicarbonato!", respondió, burlándose abiertamente de mí, mi interlocutor interno.

¿Qué tiene que ver aquí el bicarbonato? También podré recetar ipecacuana, en infusión a 180. Ó a 200.

E inmediatamente, aunque en mi soledad junto a la lámpara nadie me pidiera ipecacuana, pasé temeroso las hojas del vademécum, comprobé lo de la ipecacuana y al mismo tiempo leí que existe en el mundo una tal insipina, que no es otra cosa que el "sulfato de quinina"... ¡Pero sin el sabor de la quinina! ¿Cómo recetarlo? ¿Qué es, polvo? ¡Que el diablo se los lleve!

"Estoy de acuerdo con la insipina... pero ¿qué ocurrirá con la hernia?", seguía importunándome con tenacidad el miedo en forma de voz.

"Meteré al paciente en la bañera -me defendía furiosamente-, lo meteré en la bañera y trataré de ponerla en su lugar."

"¡Una hernia estrangulada, ángel mío! ¡De qué te servirá entonces la bañera! Estrangulada -cantaba con voz demoníaca el miedo-. Habrá que operar..."

En ese momento me rendí y por poco me echo a llorar. Elevé una plegaria a las tinieblas del exterior: cualquier cosa pero no una hernia estrangulada.

Y el cansancio entonaba:

"Acuéstate a dormir, desdichado esculapio. Descansa y por la mañana ya se verá qué hacer. Tranquilízate, joven neurasténico. Observa: la oscuridad del exterior está tranquila, los campos congelados duermen, no hay ninguna hernia. Por la mañana se verá. Te acostumbrarás... Duerme... Deja el atlas... De todas formas ahora no entiendes nada. Un anillo de hernia..."



Ni siquiera me di cuenta de cómo irrumpió en la habitación. Recuerdo que la barra de la puerta resonó. Axinia gritó algo y fuera se oyó el chirrido de una carreta.

El hombre no llevaba gorra y tenía abierto el abrigo, la barba enredada y una expresión de locura en los ojos.

Se santiguó, se arrodilló y golpeó el suelo con la frente. En mi honor.

"Estoy perdido", pensé tristemente.

-¡Qué hace usted, qué hace, pero qué está haciendo! -exclamé, y traté de levantarlo cogiéndolo de la manga gris.

Su rostro se contrajo y como respuesta, atragantándose, comenzó a pronunciar atropelladamente palabras entrecortadas:

-Señor doctor... señor... es la única, la única... ¡es la única! -gritó de pronto, con una sonoridad juvenil en la voz que hizo vibrar la pantalla de la lámpara-. ¡Ah, Dios!.. ¡Ah!.. -En medio de su tristeza se retorció las manos y nuevamente golpeó los tablones del suelo con la frente, como si quisiera romperlo-. ¿Por qué? ¿Por qué este castigo?... ¿En qué hemos ofendido a Dios?

-¿Qué...? ¿Qué ha ocurrido? -grité yo, sintiendo que mi rostro se enfriaba.

El hombre se puso de pie, se agitó y murmuró:

-Señor doctor... lo que usted quiera... le daré dinero... Pida el dinero que quiera. El que quiera. Le proveeremos de alimentos... Pero que no muera. Que no muera. Aunque esté inválida, no importa. ¡No importa! -gritó hacia el techo-. Tengo suficiente para alimentarla, me basta.

El pálido rostro de Axinia se enmarcaba en el cuadrado negro de la puerta. La tristeza envolvía mi corazón.

-¿Qué...? ¿Qué ha ocurrido? ¡Hable! -grité dolorosamente.

El hombre se calmó y en un susurro, como si fuera un secreto, con ojos insondables me dijo:

-Cayó en la agramadera...

-En la agramadera... ¿En la agramadera? -pregunté de nuevo-. ¿Qué es eso?

-El lino, agramaban el lino..., señor doctor... -me aclaró Axinia en voz muy baja-, la agramadera..., el lino se agrama...

"Aquí está el comienzo. Aquí está. ¡Oh, por qué habré venido!", pensé horrorizado.

-¿Quién?

-Mi hijita -contestó él en un susurro, y luego gritó-: ¡Ayúdela! -De nuevo se arrodilló y sus cabellos cortados en redondo le cayeron sobre los ojos.

* * *

La lámpara de petróleo, con una torcida pantalla de hojalata, ardía intensamente con sus dos quemadores. La vi en la mesa de operaciones, sobre un hule blanco de fresco olor, y la hernia palideció en mi memoria.

Los cabellos rubios, de un tinte algo rojizo, colgaban de la mesa secos y apelotonados. La trenza era gigantesca, y su extremo tocaba el suelo.

La falda de percal estaba desgarrada y había en ella sangre de distintos colores: una mancha parda, otra espesa, escarlata. La luz de la lámpara de petróleo me parecía amarilla y viva; su rostro parecía de papel, blanco, con la nariz afilada.

En su pálido rostro se apagaba, inmóvil como si fuera de yeso, una belleza poco común. No siempre, no, no es frecuente encontrar un rostro como aquél.

En la sala de operaciones, durante unos diez segundos, hubo un silencio total, pero detrás de las puertas cerradas se oía cómo alguien gritaba con voz sorda y golpeaba, golpeaba repetidamente con la cabeza.

"Se ha vuelto loco -pensé-, y las enfermeras deben estarle dando alguna medicina... ¿Por qué es tan hermosa? Aunque... también él tiene facciones muy correctas... Se ve que la madre fue hermosa... Es viudo..."

-¿Es viudo? -susurré maquinalmente.

-Viudo -contestó en voz baja Pelagueia Ivánovna.

En ese momento Demián Lukich, con un movimiento brusco y casi rabioso, rompió la falda de abajo hacia arriba dejando descubierta a la muchacha. Lo que vi entonces superó todo lo que esperaba: la pierna izquierda prácticamente no existía. A partir de la rodilla fracturada, la pierna no era más que un amasijo sanguinolento: rojos músculos aplastados y blancos huesos triturados que sobresalían en todas direcciones. La pierna derecha estaba rota entre la rodilla y el pie de tal suerte que los extremos de los huesos habían desgarrado la piel y se asomaban. Como consecuencia la planta del pie yacía inerte, como algo independiente, apoyada sobre un costado.

-Sí -dijo en voz muy baja el enfermero, y no añadió nada más.

En ese momento salí de mi inmovilidad y tomé el pulso de la muchacha. No lo sentí en su muñeca helada. Sólo después de unos cuantos segundos logré encontrar una onda poco frecuente y apenas perceptible. Pasó... sobrevino una pausa durante la cual tuve tiempo de mirar las azuladas aletas de su nariz y sus labios blancos... Quise decir: es el fin... pero por fortuna me contuve... La onda pasó nuevamente como un hilillo.

"Así se apaga una persona despedazada -pensé-, aquí no hay nada que hacer..."

Pero de pronto dije con severidad, sin reconocer mi propia voz:

-Alcanfor.

Ana Nikoláievna se inclinó hacia mi oreja y susurró:

-¿Para qué, doctor? No la martirice. ¿Para qué pincharla? Pronto morirá... No podrá salvarla.

La miré con rabia y un aire sombrío y dije:

-Le he pedido alcanfor...

Entonces Ana Nikoláievna, con el rostro enrojecido por la ofensa, se lanzó de inmediato hacia la mesa y rompió una ampolla.

El enfermero, por lo visto, tampoco aprobaba el alcanfor. Sin embargo tomó la jeringuilla rápida y hábilmente, y el aceite amarillo penetró bajo la piel del hombro.

"Muere. Muere pronto -pensé-, muere. De lo contrario, ¿qué haré contigo?"

-Morirá de un momento a otro -susurró el enfermero, como si hubiera adivinado mi pensamiento. Miró de reojo la sábana, pero por lo visto cambió de opinión: le dolía mancharla de sangre. Sin embargo, unos segundos más tarde hubo que cubrir a la muchacha. Yacía como un cadáver, pero no había muerto. De pronto se hizo la claridad en mi cabeza, como si me encontrara bajo el techo de cristal de nuestro lejano anfiteatro de anatomía.

-Más alcanfor -dije con voz ronca.

Una vez más el enfermero, obedientemente, inyectó el aceite.

"¿Será posible que no muera...? -pensé con desesperación-. ¿Tendré acaso que...?"

Todo se aclaraba en mi cerebro y de pronto, sin ningún manual, ni consejos, ni ayuda, comprendí -la convicción de que había comprendido era férrea- que, por primera vez en mi vida, tendría que realizar una amputación a una persona moribunda. Y esa persona moriría durante la operación. ¡Sin duda moriría durante la operación! ¡Casi no le quedaba sangre! A lo largo de diez verstas la había perdido toda por las piernas destrozadas. Yo no sabía siquiera si ella sentía algo en ese momento, si nos oía. Ella callaba. Ah, ¿por qué no moría? ¿Qué me diría su padre enloquecido?

-Prepare todo para una amputación -dije al enfermero con voz ajena.

La comadrona me lanzó una mirada salvaje, pero en los ojos del enfermero apareció una chispa de simpatía; éste comenzó a ocuparse del instrumental. El reverbero rugió entre sus manos...

Pasó un cuarto de hora. Yo, con terror supersticioso, levantaba un párpado de la muchacha y observaba su ojo apagado. No comprendía nada... ¿Cómo puede vivir un semicadáver? Las gotas de sudor corrían irrefrenables por mi frente, bajo el gorro blanco; Pelagueia Ivánovna me secaba con gasa el sudor salado. En la poca sangre que aún quedaba en las venas de la muchacha, ahora nadaba también la cafeína. ¿Habría que inyectarla otra vez o no? Ana Nikoláievna acariciaba suavemente los montículos que se habían formado en las caderas de la muchacha como consecuencia del suero fisiológico. Seguía con vida.

Tomé el bisturí tratando de imitar (una vez en mi vida, en la universidad, había visto una amputación) a alguien... Ahora le rogaba al destino que la joven no muriera en los siguientes treinta minutos... "Que muera en la sala, cuando yo haya terminado la operación..."

En mi favor trabajaba sólo mi sentido común, aguijoneado por lo inusitado de la situación. Hábilmente, de forma circular, como un carnicero experto, corté con un afilado bisturí la cadera; la piel se separó sin que saliera una sola gota de sangre. "Si las arterias comienzan a sangrar, ¿qué voy a hacer?", pensé, y como un lobo miré de reojo la montaña de pinzas de torsión. Corté un enorme pedazo de carne femenina y una de las arterias -con forma de tubito blancuzco-, pero de ella no salió ni una gota de sangre. La cerré con una pinza y continué. Coloqué esas pinzas de torsión en todos los lugares donde suponía que debía haber arterias... "Arteria... arteria... Diablos, ¿cómo se llama?..." La sala de operaciones parecía un hospital. Las pinzas de torsión colgaban en racimos. Con ayuda de la gasa las levantaron, y yo comencé, con una sierra de dientes pequeños, a aserrar el redondo hueso.

"¿Por qué no muere?... Es sorprendente... ¡Oh, cuánta vitalidad tiene el ser humano!"

El hueso se desprendió. En las manos de Demián Lukich quedó lo que había sido una pierna de muchacha. ¡Jirones, carne, huesos! Pusimos todo eso a un lado. Sobre la mesa de operaciones yacía una muchacha que parecía haber sido recortada en un tercio, con un muñón extendido hacia un lado. "Un poco, un poco más... No mueras ahora -pensaba yo con ardor-, espera hasta llegar a la habitación, permíteme salir con éxito de este terrible suceso de mi vida."

Luego la cosimos con puntadas grandes; luego, haciendo chasquear las pinzas, comencé a coser la piel con puntadas pequeñas... pero me detuve iluminado, comprendí... había que dejar un pequeño agujero para que la herida drenara... Coloqué un tapón de gasa... El sudor me cubría los ojos y tenía la impresión de encontrarme en un baño de vapor...

Suspiré. Miré pesadamente el muñón y aquel rostro del color de la cera. Pregunté:

-¿Está viva?

-Está viva... -respondieron al unísono, como un eco sin sonido, Ana Nikoláievna y el enfermero.

-Vivirá unos segundos más -me dijo al oído el enfermero, sin voz, hablando únicamente con los labios. Luego titubeó y me aconsejó con delicadeza-: Quizá no deberíamos tocar la otra pierna, doctor. Podríamos envolvérsela con gasa... de lo contrario no llegará a la habitación... ¿Eh? Es mejor que no muera en la sala de operaciones.

-Deme yeso -respondí con voz ronca, empujado por una fuerza desconocida.

El suelo estaba lleno de manchas blancas, todos estábamos cubiertos de sudor. El semicadáver yacía inmóvil. La pierna derecha estaba enyesada y en el lugar de la fractura brillaba la ventanilla que yo había dejado en un momento de inspiración.

-Vive... -dijo asombrado y con voz ronca el enfermero.

Luego comenzamos a levantarla y bajo la sábana se veía una gigantesca hendidura: habíamos dejado una tercera parte de su cuerpo en la sala de operaciones.

Se agitaron unas sombras en el corredor, las enfermeras iban y venían; vi cómo, pegada a la pared, se movía subrepticiamente una desarreglada figura masculina y lanzaba un gemido. Pero se lo llevaron de allí. Todo quedó en silencio.

En la sala de operaciones me lavé las manos, ensangrentadas hasta el codo.

-Usted, doctor, ¿ha hecho muchas amputaciones? -preguntó de pronto Ana Nikoláievna-. Muy, muy bien... Tan bien como Leopold...

En sus labios, la palabra Leopold invariablemente sonaba como doyen.

Miré los rostros de reojo. En todos -también en el de Demián Lukich y en el Pelagueia Ivánovna- noté respeto y asombro.

-Hmm... yo... Lo he hecho sólo dos veces...

¿Por qué mentí? Ahora no lo entiendo.

El hospital quedó en silencio. Absoluto.

-Cuando muera, envíen a alguien a buscarme -ordené a media voz al enfermero; y éste, por alguna razón, en lugar de "está bien" contestó respetuosamente:

-A sus órdenes...

Unos minutos más tarde me encontraba junto a la lámpara verde en el gabinete del apartamento del médico. La casa estaba en silencio.

Un rostro pálido se reflejaba en un cristal profundamente negro.

"No, no me parezco al falso Dimitri; yo... en cierta forma he envejecido... Tengo una arruga en el entrecejo... No tardarán en llamar... Me dirán: 'Ha muerto...'"

"Sí, iré y la veré por última vez... Dentro de poco llamarán..."

* * *

Llamaron a la puerta. Pero fue dos meses y medio más tarde. A través de la ventana brillaba uno de los primeros días de invierno.

Entró él y sólo en ese momento pude observarle con detenimiento. Sí, sus facciones eran en verdad correctas. Tenía unos cuarenta y cinco años. Sus ojos brillaban.

Luego un rumor... Saltando con ayuda de dos muletas, entró una muchacha de encantadora belleza; tenía una sola pierna y llevaba una falda muy amplia, con un borde rojo cosido en la parte inferior.

La muchacha me miró y sus mejillas se cubrieron de un tinte rojizo.

-En Moscú... en Moscú... -me puse a escribir una dirección-. Allí en Moscú le harán una prótesis, una pierna artificial.

-Bésale la mano -dijo inesperadamente el padre.

Yo me sentí hasta tal punto confundido que en lugar de los labios le besé la nariz.

Entonces ella, apoyada en las muletas, desenrolló un paquetito de donde salió una larga toalla, blanca como la nieve, con un sencillo gallo rojo bordado. ¡Así que eso era lo que escondía bajo la almohada cada vez que la visitaba! Recordé que había visto hilos sobre su mesita.

-No lo aceptaré -dije severamente, e incluso moví la cabeza. Pero su rostro y sus ojos adoptaron tal expresión que la acepté.

Durante muchos años esa toalla estuvo colgada en mi dormitorio en Múrievo; luego viajó conmigo. Finalmente envejeció, se borró, se llenó de agujeros y, por fin, desapareció, como se borran y desaparecen los recuerdos.

FIN