Toda la vida en la mano del abuelo,
agrupada en las puntas de los dedos,
luminosa en las uñas,
mimosa en las arrugas,
temblequeándole risas del hijo
que nacieron en ella,
jugándole los juegos
remotos de la plaza,
palpándole los rizos al pasado,
doliéndole la fiebre,
contándole sumisa los milagros,
se derrama sobre la cabeza del niño
que sumergido en noche,
dormido sin remedio,
dibujado en la sábana desierta,
se dispone a morir.
Toda la vida en la mano del abuelo;
la soledad callosa del mango de la azada,
el frío del metal,
la cuerda de guitarra y el soplo de la flauta;
las siestas de los cuentos,
la manzana pelada,
la tristeza en los ojos de la guerra.
Toda la vida en la mano del abuelo
se ha derramado sobre la cabeza del niño
que sumergido en noche
y abrasado en ojeras
se dispone a morir
pero no puede; no quiere;
ya no sabe morir a edad temprana
porque toda la vida en la mano del abuelo
se ha derramado
con su amor y su sangre,
con su calor antiguo,
con su misterio ignoto
sobre su ardiente frente enrojecida
para elevarla,
sacarla del hechizo.
Toda la vida en la mano del abuelo,
Todo el abuelo en la mano de la vida.
Claudia Cichero (San Martín)
AGENCIA DE COMUNICACIÓN RODOLFO WALSH
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