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SI SE CALLA EL CANTOR... de: Alexander Jesus Rozo
Era de un linaje inverosimil. Su dinastìa se remontaba hasta aquel transhumante de Sinope que increpaba a sus interlocutores sobre el significado de la riqueza, que andaba con perros y una linterna a la caza de un hombre digno de llamarse asì, que instigado por Alejandro Magno le respondiò que preferìa tomar el sol tirado en el piso, que conquistar el mundo. Vagabundo incorregible, le adeudaba algo a a la ironìa de Sòcrates y a la predicaciòn de Jesùs de Nazareth, pero su doctrina era el desdèn, por lo que es màs justo situarlo como discìpulo de Francisco de Asìs. Le gustaba estar tirado en la arena, o en bicicleta perseguir a Manuela, o tener todo el tiempo para ver las estrellas. No era de aquì ni de allà. Le gustaba ir muy lejos en verano, pero regresar en invierno a casa de su madre a recibir los abrazos de sus hermanos y comprobar que los perros no lo habìan olvidado. Ya no lo harà.
Nòmada, cronopio, hereje, pero sobre todo poeta, como Tagore, Facundo Cabral aprendiò que no hay mejores armas que la guitarra y la palabra. Se lo enseñaron los indios chihuahua. Si las otras fueran necesarias, los hombres habrìan nacido con ellas, le dijeron. Por eso es una amarga paradoja que haya muerto a bala. Es la misma que matò a Kennedy, dirìa Borges, que segò el sueño de Luther King, que silenciò la sensatez de Gandhi, que no le perdonò la libertad a Lincoln, que un dia fue la piedra que matò a Abel. Pero no, no creo, no puede ser, (me niego a creerlo) No eran las balas de un racista, ni de un fanàtico religioso, o de aquellos que se incomodan con que el arte se pronuncie sobre la vida social, como si no pudiera ser una de sus obligaciones. Fueron las balas de alguien que nunca lo escuchò, que no sabìa que iba ahì, que nunca imaginò a quien iba a matar, (quiero creerlo), pero que lo hizo, que no merece perdòn, porque nos robò al cantor, al vagabundo, al cìnico, al poeta.
Nos queda una gran herencia: "un palacio de cinco continentes, porque yo soy un aristòcrata, y mi padre es un rey", nos queda ese himno de los andariegos que reza "no soy de aqui ni soy de allà, nos queda su sentido del humor, agudo y crìtico, pero desprovisto de odio, nos queda la ternura del hippie, nos quedan sus historias, sus canciones, su devociòn por la vida, de la que otros lo aligeraron para que fuera màs leve, màs libre, màs bello. Ya no carga nada el vagabundo en su ruta hacia el cielo, (quienes creen en el lo merecen), el infierno es este, no me queda la menor duda. Nos queda el despojo, el ejemplo y la calle. Y si fuera poco, nos quedan la guitarra y la palabra. In memorian.
Unknown
El MAESTRO II.
ResponderEliminar¡Gracias!