Creo amarte cuando descubro en ti
la disipación de mi exilio permanente
y es impensable el silencio
en el asilo concedido por tu cuerpo.
Porque tus blancas manos me rescatan
del dios de la soledad y con ellas acabas
mi condición de elegido y su llamado insistente.
Porque a pesar de mi atuendo
sin oro de señor ni cadenas de esclavo
cargas mi valija mas pesada
sin preguntar lo que llevo.
Porque son oasis tus ojos
para mi sed milenaria, y en ellos no veo
la cansada tristeza de los mios.
Porque son huellas mis besos
que no se lleva el viento de tu duna.
Porque pareces la tierra prometida
en la que acabara mi desierto.
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